Los ojos de millones de espectadores en todo el mundo están puestos estos días en Río 2016 y en los más de 10.500 atletas que participan en los Juegos Olímpicos de la ciudad carioca.Parte de ellos -un millón y medio- podrán disfrutar en directo del espectáculo, pero la mayoría lo haremos a través de una pantalla, por televisión o por internet.Los veremos correr a toda velocidad, dar brazadas en el agua, saltar, pedalear, superar obstáculos, levantar pesas y hacer piruetas imposibles.
«Cuando vemos retransmisiones deportivas, se activan distintas zonas dentro de nuestro cerebro, cada una de ellas con una función diferente», le cuenta Glaster a la BBC.De acuerdo con el neurocientífico, se pueden utilizar técnicas de imágenes cerebrales para averiguar qué partes del cerebro se activan más o menos en diferentes situaciones.»Pero lo que estamos comenzando a descubrir es que la zona cuya principal responsabilidad es hacer que el cuerpo se mueva también se activa cuando estamos viendo deporte», dice Glaster.Y esto sucede, asegura el científico, aunque no nos estemos moviendo en absoluto.»Incluso aunque estés completamente inmóvil, estás utilizando la parte del cerebro que controlaría tu cuerpo si te estuvieras moviendo, para ayudarte a observar los movimientos», explica el especialista.¿Significa esto que, de cierta forma, sentimos los movimientos de esos deportistas mientras los observamos?Podría decirse que sí.Según Glaster, «simulamos sus movimientos como si los ejecutáramos nosotros mismos para poder predecir mejor y, de hecho, ver mejor y anticipar mejor lo que están haciendo».
Se trata, en definitiva de un efecto espejo; de una réplica de ese movimiento.A veces, los entrenadores de fútbol, durante el partido, reproducen movimientos de los jugadores cuando, por ejemplo, dan patadas o ejecutan movimientos respiratorios.El científico asegura que hay dos tipos de movimientos.»Uno es una especie de ‘resiliencia motora’, donde prácticamente puedes ver cómo la persona se inclina hacia adelante o hacia atrás a medida que lo hace el deportista, y también se concentra o se relaja cuando éste lo hace».En estos casos, dice Glaster, esta réplica del movimiento se traduce en una «empatía directa».
Pero también hay otros movimientos que son «expresiones directas de emociones».»Sabemos que cuando ves que alguien se mueve de una forma determinada esa emoción resuena automáticamente en ti», asegura Glaster.»Podemos saber, al observarlo, si alguien se está moviendo de una manera feliz o triste», explica.»Y si alguien se está moviendo de forma triste (por ejemplo, en el inicio de la tanda de penaltis si su equipo está perdiendo) camina de forma diferente que si su equipo es el ganador».»Cuando ocurre eso, el cerebro genera emociones tristes dentro de ti, seas o no consciente de ello», agrega el experto.Glaster lo llama «contagio emocional» y dice que se trata de una reacción inconsciente que conecta tu sistema emocional con la persona a la que estás observando.Pero hay otro aspecto interesante, «especialmente en el caso de los espectadores», dice Glaster.
«Nuestros sentimientos cuando vemos deportes se reproducen en nuestro cuerpo».»Podemos ver lo que están sintiendo los espectadores en los eventos deportivos a través de sus movimientos corporales (por cómo mueven los brazos, por ejemplo)».Y lo más interesante, según Glaster, es que «esa expresión corporal de la emoción no significa que, simplemente, estén expresando lo que sienten, sino que esto, a su vez les hace sentir más esa emoción».»Aunque la emoción inicial de alegría o felicidad se genera desde dentro del cerebro, la sensación completa en el espectador solo se da cuando [el movimiento] se materializa», agrega.»Y cuando no puedes expresar la emoción con tu cuerpo, la percibes de forma diferente».»Incluso aunque estés solo en tu departamento, cuando ves ese gol y te levantas y gritas te sientes más feliz sobre el gol que marcó tu equipo que si estás cerca de un bebé durmiendo o en una biblioteca, donde debes mantener tus movimientos bajo control», explica Glaster.»El cuerpo no solo interpreta tus emociones; también te ayuda a sentirlas».