Con los retratos de Camilo Cienfuegos y de Ernesto Che Guevara iluminados y el monumento al líder independentista José Martí al frente, la solemnidad del momento histórico era absoluta. Decenas de miles de cubanos se reunieron este martes en la Plaza de la Revolución de La Habana para participar en el principal acto de masas de los funerales de Fidel Castro, donde su hermano Raúl habló por primera vez desde el anuncio de la muerte del comandante.

 El mensaje fue claro: nada va a cambiar. “Nos comprometemos junto a sus restos a que seguiremos su ejemplo inmortal”, aclamó. El esperado discurso del sucesor consistió en un repaso histórico de los acontecimientos que vivieron juntos en la misma Plaza de la Revolución, desde la muerte del Che, la reforma agraria o el difícil “el periodo especial” tras la caída de la URSS.

“Querido Fidel, junto al monumento de José Martí, héroe nacional, donde nos hemos reunido durante más de medio siglo en momentos de extraordinario dolor, para reverenciar nuestros símbolos y consultar al pueblo trascendentales decisiones. Precisamente aquí, donde conmemoramos nuestras victorias, te decimos, junto a nuestro abnegado, combativo y heroico pueblo, ¡hasta la victoria siempre!”.

El mandatario socialista anunció que volverá a hablar el sábado en el acto del funeral que se celebrará en la plaza de la Revolución Antonio Maceo en Santiago de Cuba, donde al día siguiente tendrá lugar el entierro privado en el cementerio de Santa Ifigenia. Desde hoy las cenizas del Comandante seguirán a la inversa la histórica Caravana de la Libertad que realizaron los líderes revolucionarios hasta entrar en La Habana el 8 de enero de 1959.

Castro también agradeció las palabras de la nutrida delegación internacional que ha viajado a la capital cubana para despedir el comandante. El acto acabó convertido en una verdadera cumbre donde representantes de países aliados aprovecharon para lanzar un mensaje de unidad de la izquierda latinoamericana.

El rey emérito Juan Carlos I asistió al funeral de Fidel Castro en representación de España
El rey emérito Juan Carlos I asistió al funeral de Fidel Castro en representación de España (Zipi / EFE)

“¿Dónde está Fidel?” preguntó el mandatario nicaragüense, Daniel Ortega. “Aquí, aquí”, contestaron al unísono todos los cubanos. “No se va, se queda invicto, absolutamente absuelto por la historia grande de la patria”, se unió el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro haciendo referencia al famoso “la historia me absolverá” pronunciado por Fidel Castro durante su proceso tras el asalto al Cuartel Moncada en el 1953. “Hemos venido aquí, a este lugar sagrado, para honrar al eterno joven, al eterno soñador, al eterno rebelde. De la patria de Bolívar y de Chávez traigo una voz que lleva en sí millones de voces para decirle con la mayor admiración y gratitud: misión cumplida”.

Maduro, que ya había acudido por la mañana a rendir homenaje en el monumento José Martí, no desaprovechó la ocasión para reivindicarse como el sucesor de Hugo Chávez, aquí conocido como “el mejor amigo de Cuba”. “En la celebración de su 89 cumpleaños nos dijo ‘ahora os toca a vosotros’, y así lo vamos a hacer Fidel. Ahora nos toca a nosotros”, prometió.

“Hoy más unidos que nunca, el pueblo latinoamericano continuará luchando por sus ideas”, aseguró el presidente de Ecuador, Rafael Correa. En el mismo tono el boliviano Evo Morales afirmó que “mientras haya un socialista de pie combatiendo con las palabras y la razón, Fidel estará con nosotros para siempre”.

“Claro que nos gustan sus palabras, lo único que quiere oír el pueblo es el recordatorio de las gestas de Fidel y el actual apoyo a los cubanos en estos momentos contra el bloqueo de Estados Unidos”, comentó Leonel Baladrón, visiblemente emocionado mientras agitaba una bandera cubana.

Evo Morales y Nicolás Maduro se sentaron en la misma fila que Raúl Castro
Evo Morales y Nicolás Maduro se sentaron en la misma fila que Raúl Castro (Juan Barreto / AFP)

Las delegaciones de las potencias occidentales destacaron más por las ausencias que por las presencias. La falta más notable fue la del canadiense Justin Trudeau, muy criticado en el país norteamericano por el afectuoso tono de su mensaje de condolencias. La amistad entre Castro y el padre del primer ministro, Pierre Trudeau, era sólida y duró décadas, hasta el punto que el Comandante fue una de las personalidades que transportaron su féretro cuando murió hace dieciséis años. Al final el único jefe de Estado occidental en participar fue el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, que sorprendió con unas contundentes declaraciones, muy celebradas en la plaza.

“Fidel nos enseñó que la lucha por las transformaciones sociales es una batalla permanente. Y tal vez nosotros en Europa no nos podemos imaginar las dificultades a las que ustedes se han tenido que enfrentar, pero también nosotros hemos tenido que luchar contra nuestra opresión: las leyes del mercado en el neoliberalismo. Fidel ha fallecido pero siempre estará presente en las pequeñas y grandes batallas de los pueblos en todo el planeta”, declaró el líder de Syriza.

La muerte del último símbolo de la guerra fría tampoco sirvió para que Vladímir Putin, con una “apretada agenda”, se desplazara a La Habana. En su lugar habló el presidente de la Duma del Estado o Cámara de Diputados, Viacheslav Volodin, en representación de una Rusia que durante décadas de pasado comunista fue el principal sostén de la isla. Estados Unidos no mandó a una delegación oficial pero sí viajó el secretario adjunto de Seguridad Nacional, Ben Rhodes. Entre otros, también participaron el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, que destacó el papel de Cuba en la lucha internacional contra el apartheid; o el de México, Enrique Peña Nieto, que se limitó a destacar las buenas relaciones bilaterales entre ambos países.

La delegación española estuvo encabezada por el rey Juan Carlos I, que planeaba marcharse en la misma noche, y representantes de fuerzas de izquierda como la diputada de la CUP Anna Gabriel o el secretario de relaciones internacionales de Podemos, Pablo Bustinduy. El líder abertzale Arnaldo Otegi tenía previsto viajar a La Habana, pero finalmente no pudo subir al avión porque Estados Unidos le impidió sobrevolar su territorio por haber sido condenado por terrorismo.

 

FUENTE: LA VANGUARDIA