Contestamos dos mensajes de WhatsApp. Publicamos un tuit para informar que asistiremos a un espectáculo que nos encanta. Pocos minutos después, valoramos positivamente algunas imágenes que un amigo nuestro muestra en Facebook. Al salir del recital, colgamos dos imágenes en nuestra cuenta de Instagram.
Esta secuencia de acciones puede ser muy identificable hoy en día por parte de unas generaciones que viven el boom de las redes sociales como algo habitual en su vida cotidiana. Con el estreno del nuevo siglo son cada vez más numerosas las herramientas que tenemos a nuestro alcance para comunicarnos con los demás. ¿Ventaja tecnológica? Está claro que para muchos, lo es. ¿Distracción innecesaria? Cada vez son más las voces que abogan por las tesis que van en esta dirección. Más allá del debate que existe en torno a la cuestión, psicólogos y sociólogos dan luz verde a estudios recientes que aseguran que cada vez hay más personas que sufren agotamiento virtual y que decidieron desprenderse de las redes sociales en busca de beneficios propios. Un estudio del Happiness Research Institute, va más allá y constata que las personas que se divorciaron de Facebook se sienten más felices y menos preocupadas, efectos que notaron al cabo de una semana. Solo siete días. Según la misma publicación, un 34% de la gente estudiada que seguía usando esta red social se sentía triste y depresiva, y un 25% sola.
Datos al margen, los expertos no se atreven a hablar abiertamente de una nueva tendencia. Mireia Cabero, profesora de psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), no tiene claro que esta desconexión vaya a mucho más ya que, en su opinión, “las redes sociales cubren una necesidad humana, la de lucir y hacer visibles cosas de nuestra vida. Es una plataforma que, para muchos, da respuesta a la necesidad humana de pertenencia a un grupo o a la sociedad”. El profesor de comunicación la UOC y experto en Social Media Management, Ferran Lalueza, va más allá en su análisis sobre los estudios que vinculan la felicidad con la desconexión virtual: “Decir que las redes sociales de manera implícita conllevan infelicidad me parece extremo y fuera de lugar”. El docente considera que “vivir dentro de una burbuja y no exponerse a nada nos hace creer que somos más felices, pero estar en contacto con la realidad no es nada malo. Por esta misma razón, una persona también puede ser más feliz sin consumir medios para no enterarse de las desgracias que suceden”. Lalueza considera que las redes sociales, “que nadie nos obliga a usar”, aportan más ventajas que desventajas, y destaca dos cualidades que, en su opinión, son claves: “Son una ventana al mundo, con todos los riesgos que eso también conlleva, está claro, y tienen el enorme valor de conectar a las personas y hacer que, en muchos casos, se sientan más cerca”.
El experto en Social Media ve difícil pronosticar “una futura sociedad sin redes sociales, ya que las que más funcionan siguen creciendo cada año, aunque es normal que haya gente que periódicamente decida alejarse de ellas por motivos personales”. Lalueza cree que el boom “todavía es reciente y necesitamos hacerlas nuestras y decidir qué nos aportan de nuevo y qué cosas nos pueden perjudicar, lo ideal es saber encontrar un equilibrio”.
Los especialistas, en cambio, sí admiten que son cada vez más las personas que deciden practicar una desconexión voluntaria de las redes sociales. “Cada vez hay más gente que se da cuenta de que Internet no es la solución a sus problemas, sino que en muchos casos es un problema más”, asegura Enric Puig, profesor de filosofía de la UOC. Puig, autor del libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin Internet y no aislarse del mundo, considera que “las redes sociales no son herramientas neutras, sino una plataforma cargada ideológicamente y que genera adicción”. El profesional es de los que cree que estas redes tienen más desventajas que ventajas, y afirma que mucha gente se está dando cuenta de todo lo negativo, y es por ello que decide apartarse: “Pérdida de tiempo, falta de concentración o el estrés de estar siempre disponible es lo que hace que muchas personas tengan una crisis existencial y quieran recuperar el tiempo y volver a poner barreras entre la esfera pública y la privada”.
Las claves de la insatisfacción
”El aburrimiento por la falta de interés, la ansiedad por controlarlo todo y la soledad, a pesar de la falsa apariencia de felicidad que se escenifica en las redes, generan una desconexión emocional que hace que el individuo no encuentre sentido a estar conectado”, asegura la psicóloga Cabero. La docente cree que “si la gente no se lleva una utilidad emocional de algo, cada vez es más difícil que se enganche a algo que requiere un esfuerzo y que puede generar un estrés provocado por la voracidad de ser visible y de querer sacar un beneficio”. La profesional considera que “el ansia de ser, tener y mostrar genera ansiedad, y eso hace que muchas personas que no tienen este punto de vista u objetivos se acaben alejando de algo que creen que les perjudica”.
Enric Puig decidió mientras escribía su libro desconectarse de todas las redes sociales e incluso de su smartphone, y ahora asegura que no se equivocó: “No sé si soy más feliz, pero me siento mucho más tranquilo y concentrado, además de que aprovecho mucho mejor el tiempo”. Para el profesor, “las redes sociales provocan mucha dispersión, y hacen que cobre más importancia lo superfluo y nos quedemos con los titulares sin profundizar en la información”. Puig tiene claro que “somos claramente dependientes digitales de nuestros dispositivos, hasta el punto de que la herramienta se ha transformado, en muchos casos, en una gran adicción que nos controla, que es precisamente lo que quieren las empresas que hay detrás del sector tecnológico”. El experto tiene claro que “no puede ser que estemos cien por cien disponibles para nadie”, por lo que recomienda como primer paso “eliminar las notificaciones para recuperar las riendas y decidir cuándo y cómo queremos acceder a las redes sociales. Entre el blanco y el negro, cada uno debería ser capaz de encontrar el punto gris que más le conviene”.
El perfil del «divorciado»
Según una encuesta realizada en Francia por la consultora Havas Media, la mayoría de las personas que decidían desconectarse de las redes sociales eran personas de entre 25 y 49 años, de clase alta, universitarias y con altas competencias digitales. Enric Puig también incluye el perfil del adolescente “que cree que el carácter subversivo de hoy en día está, precisamente, en no formar parte de estas redes sociales”. Puig cree, no obstante, que “la moda mainstream continúa siendo tener perfiles en las redes, aunque hay cosas que empiezan a cambiar”.
También en la vida pública afloraron casos de famosos que decidieron desprenderse de las redes sociales, la mayoría de ellos después de algún incidente con los millones de usuarios que les siguen. “Cuando alguien toma una decisión así y la hace pública nos abre los ojos, aunque los famosos tienen un nivel de exposición mucho más elevado que el nuestro, y es difícil que tengamos la misma motivación que ellos para dejarlas”, asegura Cabero. Por su parte, Puig cree que “lo que les pasa a ellos no deja de ser un reflejo de lo que nos puede suceder a nosotros, y creo que eso es positivo para que la gente reflexione sobre su uso cotidiano”. Para el profesor en comunicación de la UOC, Ferran Lalueza, “desconectarse de las redes sociales es una forma de llamar la atención, ya que son una plataforma que genera visibilidad y notoriedad”. Para el docente, el caso más claro es el de las estrellas, donde algunas deciden parar de forma definitiva y otras simplemente tomarse un descanso para volver más tarde. “Está claro que hay posiciones diferentes, pero nada hace pensar que las redes sociales puedan tener fecha de caducidad”.
Cuando salir de Facebook es más difícil que dejar de fumar
La desintoxicación digital, o los exconectados (neologismo que usa Enric Puig en su libro para definir a las personas que se han alejado de las redes sociales) tienen como rasgo común la necesidad de separar su esfera privada de la pública, y la sensación de que estas plataformas les aportan poco. Cristina tiene 34 años y hace dos años que decidió eliminar sus perfiles en Facebook y Twitter: “Llegué a un punto de insatisfacción y de vacío que me hizo reflexionar sobre el por qué de mis acciones. Entonces me di cuenta de que sería mucho más feliz recuperando mi intimidad y dejar de estar pendiente de lo que hacían los demás”. La joven asegura que ahora vive “mucho más relajada” y que no se arrepiente de su decisión. También Carlos, de 42 años, decidió hace meses borrarse de Facebook: “Creo que fue una decisión más difícil que dejar el tabaco”, reconoce. Sobre los motivos que le llevaron a tomar su decisión también se muestra rotundo: “No me aportaba nada y cada vez perdía más tiempo en la vida de gente en la que no tenía interés. Ahora solo comparto aquello que quiero y con la gente que deseo, y si puede ser tomando un café, mucho mejor”.
FUENTE:CLARIN/LA VANGUARDIA