El Papa Francisco advirtió contra la tentación «muy grave» de confiarse en tiempos de crisis a «un salvador» que proponga defender su pueblo «con muros», en una larga entrevista con el diario español El País publicada este sábado.
El rotativo entrevistó al pontífice argentino el viernes en el Vaticano, a la misma hora en que Donald Trump juraba su cargo como presidente de Estados Unidos.
El País le pidió una valoración sobre la emergencia de movimientos populistas en Europa y el caso específico de Trump. El santo padre respondió con una reflexión sobre las causas del ascenso del nazismo en Alemania, en la que recordó que «Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo».
Luego, añadió que «ése es el peligro. En momentos de crisis, no funciona el discernimiento y para mí es una referencia continua. ‘Busquemos un salvador que nos devuelva la identidad y defendámonos con muros, con alambres, con lo que sea, de los otros pueblos que nos puedan quitar la identidad'».
«Eso es muy grave», remachó.
Refiriéndose explícitamente a Trump, quien ha prometido construir un muro en la frontera con México para detener la inmigración ilegal, Francisco no quiso aventurarse: «Se verá. Veremos lo que hace y ahí se evalúa. Siempre lo concreto».Francisco celebró misa en Roma. (Reuters)
El obispo de Roma, de 80 años, reiteró que en su opinión, a la vista de los numerosos conflictos en el mundo, «estamos en la Tercera Guerra Mundial en pedacitos».
En un tono más personal contó que no ve la televisión desde 1990, que conserva su «buen humor» y que en su labor como jefe de la Iglesia católica no se siente «incomprendido», sino «acompañado por todo tipo de gente, jóvenes, viejos…».
Al preguntársele si piensa permanecer como sucesor de San Pedro hasta el fin de sus días, mantuvo de nuevo la incertidumbre refiriéndose a la renuncia de su predecesor Benedicto XVI, quien «me enseñó cómo hay que hacerlo» cuando «sienta que no pueda más».
Populismos, Trump y Hitler
Así fue la parte de la entrevista en El País en que el Papa habló de los populismos europeos y del nuevo presidente norteamericano.
-Tanto en Europa como en América, las consecuencias de una crisis que no acaba, el aumento de la desigualdad, la ausencia de liderazgos sólidos están dando paso a formaciones políticas que están recogiendo el malestar de los ciudadanos. Algunas de ellas –las que se dan en llamar antisistema o populistas— aprovechan el miedo de la ciudadanía a un futuro incierto para construir un mensaje de xenofobia, de odio hacia el extranjero. El caso de Trump es el más llamativo, pero ahí están también los casos de Austria e incluso Suiza. ¿Está preocupado por este fenómeno?
-Es lo que llaman los populismos. Que es una palabra equívoca porque en América Latina el populismo tiene otro significado. Allí significa el protagonismo de los pueblos, por ejemplo los movimientos populares. Se organizan entre ellos… es otra cosa. Cuando oía populismo acá no entendía mucho, me perdía hasta que me di cuenta de que eran significados distintos según los lugares. Claro, las crisis provocan miedos, alertas. Para mí el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 alemán. Después de [Paul von] Hindenburg, la crisis del 30, Alemania destrozada, busca levantarse, busca su identidad, busca un líder, alguien que le devuelva la identidad y hay un muchachito que se llama Adolf Hitler y dice “yo puedo, yo puedo”. Y toda Alemania vota a Hitler. Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro. En momentos de crisis, no funciona el discernimiento y para mí es una referencia continua. Busquemos un salvador que nos devuelva la identidad y defendámonos con muros, con alambres, con lo que sea, de los otros pueblos que nos puedan quitar la identidad. Y eso es muy grave. Por eso siempre procuro decir: dialoguen entre ustedes, dialoguen entre ustedes. Pero el caso de Alemania en el 33 es típico, un pueblo que estaba en esa crisis, que buscó su identidad y apareció este líder carismático que prometió darles una identidad, y les dio una identidad distorsionada y ya sabemos lo que pasó. ¿Las fronteras pueden ser controladas? Sí, cada país tiene derecho a controlar sus fronteras, quién entra y quién sale, y los países que están en peligro –de terrorismo o cosas por el estilo– tienen más derecho a controlarlas más, pero ningún país tiene derecho a privar a sus ciudadanos del diálogo con sus vecinos.
-¿Y observa, Santo Padre, signos en la Europa de hoy similares a los de esa Alemania del 33?
-No soy un técnico en eso, pero sobre la Europa de hoy me remito a los tres discursos que di. Los dos de Estrasburgo y el tercero cuando el premio Carlomagno, que fue el único premio que acepté porque insistieron mucho por el momento que vivía Europa, y como servicio lo acepté. Esos tres discursos dicen lo que yo pienso sobre Europa.