Fuentes Confiables asistió a la consulta pública realizada en el Municipio Ch con motivo de la propuesta de construcción de un estacionamiento subterráneo en Villa Biarritz.

Cuarenta vecinos asistieron en representación de unos 7.000 que firmaron electrónicamente una petición para que no se construya el mismo. La presenatción de firmas sorprendió al Alcalde Andrés Abt.

Durante 2 horas debatieron por momentos de manera áspera sobre las aspiraciones de la Intendencia. Llamativamente los vecinos declararon que no hay problemas de estacionamiento de la zona. Se plantaron firmes y no aceptaron alterntivas. Al punto que afirmaron estr dispuestos a ocupar la Plaza para oponerse a la obra.

El escritor Marcelo Figueredo fue el impulsor de la recolección de firmas. La nota afirma que se eliminará el lugar de esparcimiento de los niños y no soluciona nada. Detallaron los vecinos que hay 15 estacionamientos privados y que son suficientes.

Manejaron como única alternativa que se desarrollen estcionamientos en terrenos vacíos o mediante la construcción de edificios en altura. Plantearon que esto desvaloriza las propiedades.

Denunciaron la posible contaminación ambiental y el hecho de que deberían comenzar a pagar estacionamiento en la calle. Alertaron por el posible uso de dinamita para la construcción.

En el informe se escuchan varis voces de vecinos y la del Alcalde.

 

 

Compartimos la carta por la cual se convoca a los vecinos a firmar contra el estacionamiento subterráneo. A la misma se accede a través de change.org

 

Mientras la Intendencia de Montevideo se dispone a estudiar la única oferta recibida en el llamado a licitación para un parking subterráneo en Villa Biarritz, y aunque el Tribunal de Cuentas y la Junta Departamental aún no han dicho lo suyo, conviene compartir y contagiar la legítima preocupación ciudadana antes de que los hechos estén consumados y sea tarde para siempre. Los parques son, y deben seguir siendo, un lugar de solaz; espacios verdes pensados para la recreación y el esparcimiento, bolsillos de silencio y aire puro en medio del trajín urbano. En otras palabras, todo lo contrario de lo que representan las bocas de entrada y de salida de un enorme parking soterrado, engullendo y vomitando automóviles las 24 horas del día.

El parque de Villa Biarritz, Monumento Histórico Nacional desde 1975, es la única isla verde en el mar de cemento de Pocitos, Trouville y Punta Carretas, que sin contar con el pequeño remanso de la Plaza Gomensoro (al parecer también en peligro), no tienen otro respiro hasta llegar al Club de Golf y al Parque Rodó. Su paisaje natural está embellecido por decenas de árboles entre los que se cuentan palmeras, araucarias, cipreses y un par de ombúes que han sido calificados como reliquias urbanas. Nada de eso puede ser arriesgado, comprometido ni agredido mínimamente.

Para más datos, el de Villa Biarritz es un parque particularmente generoso con el resto de la ciudad. Comparte sus encantos con vecinos de todos los barrios al menos dos veces por semana: con su pequeña feria de los martes y con la más grande y popular feria de los sábados, que desde hace décadas constituye un atractivo para montevideanos de los cuatro puntos cardinales. Ese paisaje humano y esa impronta barrial, que la ciudad ha sabido preservar incluso en los momentos más duros de la historia reciente, también se ven amenazados ahora por un proyecto que, envuelto para regalo, no hará otra cosa que privatizar espacios públicos. Porque además de desplazar a quien haya que desplazar para defender el parking, la anunciada prohibición de estacionar en calles y avenidas aledañas obligará a la gente a pagar por lo que hasta ahora era gratis. No hay que ser muy perspicaz para adivinar que resignaremos calidad de vida, puestos de trabajo y dinero, todo ello después de sobrevivir al impacto brutal de unas obras que durarían, dicen, tres años. Parece evidente que seríamos demasiados los que perderíamos mucho, a cambio de que unos pocos ganen demasiado.

Un par de consideraciones más. No hay que comprar ingenuamente la idea de los parkings subterráneos como la última palabra para resolver los dilemas ocasionados por el crecimiento del parque automotor. En muchas partes del mundo ya han ocasionado múltiples dolores de cabeza: afectando los cimientos de construcciones vecinas, generando grandes bolsas de agua imposibles de drenar, ocasionando verdaderos “arboricidios” o reemplazando tarde, torpe e infelizmente el paisaje original que existía antes de ellos; sin olvidar los perjuicios económicos y ambientales provocados por concesionarios fundidos, que de la noche a la mañana le devuelven el problema a la intendencia y dejan enormes caries en la sonrisa de un barrio. Curiosamente, las ciudades inteligentes y modernas parecen estar tomando otro camino: estacionamientos en altura, mucho más baratos de construir, emplazados en terrenos abandonados, realizados con materiales sustentables o reciclados, a veces con diseño y estética vanguardista, otras abastecidos con energía eólica, incluso revestidos de jardines verticales para contribuir, de paso, a la causa ambiental.

Pero no quiero posar de experto en la materia. No lo soy. La semana pasada, Telemundo entrevistó al arquitecto William Rey (presidió un tiempo la Comisión Nacional de Patrimonio), quien expresó su punto de vista contrario a este proyecto y alertó sobre el riesgo de tocar Villa Biarritz y la Plaza Gomensoro. Mis credenciales no son las suyas, naturalmente, pero me siento con el derecho (y el deber) de sumar mi voz a una causa que necesita no solo de técnicos. Como periodista, he dedicado buena parte de mis esfuerzos profesionales a defender la ciudad, y tres de los libros que he publicado en los últimos años dan fe de mi amor por Montevideo. Pero en mi carácter de ciudadano comprometido, vecino del barrio y contribuyente, que a estos efectos constituyen las tres líneas más importantes de mi currículum, expreso mi disgusto por no haber sido consultado, alzo mi voz contra este proyecto y confío en que el barrio y la ciudad se movilicen en defensa de un patrimonio y de unos valores que deben estar por encima de cualquier consideración. Y de cualquier negocio.

Los vecinos de Malvín vienen de dar una formidable lección ciudadana al imponer su punto de vista sobre el destino del Molino de Pérez. Deberíamos seguir ese ejemplo. El barrio primero, y Montevideo toda detrás de él, deberían abrazar ahora a Villa Biarritz e impedir que el entrañable parque cuyo nombre honra la memoria de Juan Zorrilla de San Martín sea ultrajado, de manera tan poco poética, nada menos que por un parking.

Marcello Figueredo

 

Esta petición será entregada a:

  • Junta Departamental de Montevideo
    Edil Mariano Arana
  • Junta Departamental de Montevideo
    Sres. Ediles
  • Presidente de la Comisión del Patrimonio
    Arq. Nelson Inda