La historia Diego Laxalt, el pibe de Santa Catalina, partía todos los días desde atrás del Cerro, temprano a la mañana  se tomaba su primer ómnibus del día para llegar a la practica, de Santa Catalina pasaba por el Casabó, se bajaba en el Cerro y se tomaba el 370 para llegar a la terminal de Tres Cruces. Allí se encontraba con el pibe Jhon Pirez que venía también desde lejos. Ambos esperaban en un pequeño bar a Ariel Krasouski o a Wiston Ceballos que se alternaban para darles el almuerzo y llevarlos a Pichincha.

Después de almorzar emprendían viaje hacia la otra punta de Montevideo, en Pichincha lo esperaba Defensor, el equipo que los viera deslumbrar y salir campeones de punta a punta con un tridente espectacular Rolan, Pirez, Laxalt. 

Después del entrenamiento caminar hasta camino Carrasco, esperar si algun compañero lo “arrimaba” hasta el centro, esperar el 370 en Tres Cruces, llegar al Cerro y enganchar el último ómnibus, pasar por el Casabó y llegar a casa a la noche. Todos los días. 

El “Balde” entrenaba, es que tenía el balde puesto, solo quería triunfar, familiero, luchador, amigo del barrio, sacrificado y cien por ciento profesional solo tenía una meta. Triunfar.

Una tarde Krasouski les dijo que armaran las valijas que se iban a Inglaterra, los esperaban en Chelsea los iban a probar, increíblemente su entrañable compañero quedó, medía 1,90 mts y eso sedujo a los ingleses, el “balde” no fue contratado, Jhon firmo por 4 años.

El destino del fútbol es increíble, antes del sudamericano de Mendoza ambos iban a jugar el torneo y luego Jhon se iba a Inglaterra a comenzar su carrera, increíblemente se rompe la rodilla, jamás se recuperó, nunca volvió a ser el mismo, ahora juega en la segunda de la liga norteamericana. El destino le tenía preparado ese triste camino.

Sin embargo el”balde” que no había quedado en Chelsea nunca aflojó. Cuando en el hotel Hyatt de Mendoza su amigo Ariel le comunicaba la oferta de Italia el sueño fue posible y allí comenzó su historia, Bologna, Empoli, Genova y ahora el Milán.

 La historia del pibe de Santa Catalina que cumplió su sueño.

(Por Ernesto Faría)