Ya ningún integrante de esa selección uruguaya se encuentra con vida, pero su recuerdo sigue en la retina de todos los amantes del fútbol.

Un 16 de julio de 1950, en el piso de un estadio conocido como el «Maracaná» se gestó la hazaña más importante de la historia de los mundiales, la cuál fue la consagración para algunos y la desgracia eterna para otros.

Sin dudas, ese mundial disputado en tierras brasileñas fue toda una novedad, la FIFA había cambiado el formato del torneo, lo que hizo que la consagración de Uruguay fuera aún más hazañosa. Varías circunstancias marcaron esta Copa del Mundo, que era la primera después de la suspensión de las ediciones anteriores debido a la Segunda Guerra Mundial. Solo participaron 13 selecciones de las 16 clasificadas.

Uruguay estuvo en el grupo 4, solo tuvo de rival a Bolivia ya que dos de las selecciones clasificadas se habían retirado. El encuentro fue victoria celeste por 8 a 0, y significó el pasaje a la siguiente fase.

La denominada «Fase Final», encontró a las selecciones de Brasil, Uruguay, España y Suecia, quienes se tenían que enfrentar entre si, y la que sumará más puntos se consagraba como campeona.

Los locales aplastaron en sus dos primeros partidos a los europeos, la primera víctima fue Suecia, por 7 a 1 y la segunda España por 6 a 1. Brasil, de esa manera se encaminaba como la gran favorita para quedarse con el Mundial.

La selección uruguaya jugó sus dos primeros partidos en São Paulo, el primer rival fueron los españoles, y en un  partido muy duro, Uruguay rescató un empate 2 a 2 con un gol del capitán Obdulio Varela. En la segunda fecha, y de forma dramática, la celeste venció 3 a 2 a Suecia, con un tanto de Óscar Miguez a cinco minutos del final.

De esta manera las únicas selecciones que llegaban con chances de ser campeonas en la última fecha, eran Brasil con 4 puntos y Uruguay con 3 (las victorias sumaban 2 puntos en ese momento). Todo estaba dado para que Maracaná sea testigo del mejor partido del torneo.

«El Maracanazo»

Sin dudas, que Brasil el favorito por varias razones: por un lado el formato del torneo le permitía ser campeón con un empate ante Uruguay, por otro el equipo repleto de estrellas que ostentaba en su plantilla, y por último la localía.

A medida que la final se acercaba, el favoritismo pasaba a ser una «certeza» para todos. Los medios brasileños ya estaban titulando su portada como «Brasil campeón del mundo 1950», por su parte, el presidente de la FIFA, Jules Rimet, el día del partido fue con un discurso en portugués guardo en el bolsillo de su saco, para felicitar a Brasil por el campeonato.

El 16 de julio de 1950 vino con un Maracaná desbordado, aproximadamente 200 mil personas ingresaron a ver el encuentro. Estaba todo pronto para que la celebración norteña se llevará a cabo, más aún cuando Friaça anotó el 1-0, en el comienzo del segundo tiempo.

La selección norteña fue una aplanadora, pero la figura en el arco de Roque Gastón Maspoli se hizo gigante. Después del tanto, Uruguay creció y a los 66 minutos llegó el empate de Juan Alberto Schiaffino, tras un gran desborde de Alcides Ghiggia.

La incertidumbre comenzó a crecer en los cimientos del estadio, pero aún Brasil era campeón del mundo con el empate. Fue en el minuto 76, que todo quedó en silencio: otra gran jugada de Ghiggia, superando la marca de Bigode, y al llegar al área el golero brasileño Moacir Barbosa esperó el pase al medio del puntero uruguayo, y dejo el primer palo al descubierto. Fue por ahí, por donde entró el balón de Ghiggia para sentenciar el 2 a 1.

El silencio fue enorme, los hinchas brasileños se miraban sorprendidos, y con el rostro lleno de dudas. Brasil buscó el empate, pero no pudo, y el juez George Reader pitó el final, poniendo así el comienzo a una celebración eterna del pueblo uruguayo.

Nadie entendía lo que había pasado. Todos se marcharon en silencio y con la cabeza baja, todos sin ser los charrúas que entre abrazos y llantos festejaban la segunda Copa del Mundo para Uruguay. Fue tan inesperada la victoria uruguaya, que de manera casi vergonzosa Rimet le entregó la copa a Obdulio Varela. Con el transitar de los años, el mismo presidente de la FIFA reconoció que le otorgó el trofeo al capitán celeste «casi a escondidas».

Con el pasar de los años y de las Copas del Mundo, cada vez se hace más difícil lograr un titulo para Uruguay, lo que le otorga a este triunfo un valor mucho más importante. También el tiempo se encargó de llevarse de esta vida a todos los integrantes de ese plantel celeste, pero sus recuerdos seguirán con vida en la retina de todo el país y del mundo del fútbol.

Foto: AUF