Columna de Fabián Tiscornia:

 

La palabra deuda genera muchas veces temor y queremos escapar de ella. Pero, en esta edición de El paso a paso para convertirse en un maestro Jedi de las finanzas personales, vamos a ver cuáles son los distintos tipos de deuda que hay y por qué no todas son “malas”.

 ¿Cuántos uruguayos tienen deudas? 

Para esto tomé el estudio Endeudamiento de las personas físicas en Uruguay que elaboró el Banco Central y cuyos datos son a mayo de 2023. Allí se verifica que 1.905.155 uruguayos tenían algún tipo de deuda. Y que ese endeudamiento era en promedio de $ 210.614. 

Pero, ¿cuántos tienen dificultades de pago de esas deudas? Según el estudio eran 705.534 uruguayos, es decir el 37% de los que tenían deudas tenía algún tipo de dificultad de pago. En este caso, tenían en promedio deudas por $ 165.864.

De ese número, nos vamos a quedar con aquellos que están calificados como categoría 5, es decir, las denominadas “deudas irrecuperables”. Y allí la cifra es de 657.581 uruguayos. 

Esto es 34,5% de los uruguayos tienen al menos una calificación de deudor irrecuperable, por parte de las instituciones financieras. 

Veamos, cómo se percibe la situación por parte de las personas. La semana pasada se presentó la primera Encuesta Nacional de Capacidades Financieras, elaborada por el Banco Central y CAF-Banco de Desarrollo de América Latina. Allí, el 79% de los uruguayos manifestó que paga sus deudas a tiempo, un 7% dijo que no paga sus deudas en plazo y el 14% restante no sabía o no respondió.

¿A quién le deben aquellos que tienen dificultades en su capacidad de pago? 

El 54% de esos deudores con problemas para pagar, tiene endeudamiento exclusivamente con administradoras de crédito, otro 22% tiene deudas con un banco privado y una administradora de crédito, un 10% con un banco público y una administradora de crédito, un 6% tiene deudas con bancos privados, bancos públicos y administradoras de crédito. 

Ahora, analicemos qué pasa con el destino del endeudamiento. Es decir, ¿qué tipo de crédito toman los uruguayos? Recordemos que una misma persona puede tener más de un tipo de crédito. 

Según el estudio del Banco Central de mayo del año pasado, el 99,4% de los que tenían deudas era por créditos al consumo. 

A su vez, un 3,7% de los endeudados tenía créditos hipotecarios y 3,1% préstamos por compra de automóviles.

Según el estudio, los principales tipos de crédito a los que acceden los uruguayos son: préstamos amortizables (se recibe una cantidad fija de dinero por parte de la institución financiera y el repago del principal y los intereses correspondientes es en cuotas regulares), préstamos a plazo fijo (el capital inicial recibido por el consumidor debe ser devuelto en su totalidad en un plazo pactado inicialmente), tarjetas de crédito y sobregiros. En principio, pueden acceder a varios créditos del mismo tipo y también endeudarse usando distintos tipos de créditos.

Resumiendo hasta ahora, que de los uruguayos que tienen algún tipo de deuda, el 37% tiene dificultades de pago, en números gruesos unos 705.000 uruguayos. 

Vimos también que la gran mayoría de estos uruguayos con problemas de pago en sus deudas, contrae el endeudamiento con las administradoras de crédito.

Y más a nivel general, tomando a todos los uruguayos que tienen deudas, el 99% es por créditos al consumo.

Ahora, ¿qué tipos de deudas existen y por qué no todas son necesariamente malas? 

Vamos por la primera: La deuda “ficcional”

Se denomina deuda «ficcional» a la deuda más nociva de todas: la que se toma para vivir por encima de nuestras posibilidades, creando un mundo de «ficción» que no tiene correlato con nuestros ingresos por mes.

Por ejemplo: se toma un crédito hipotecario para comprar una casa más grande en un barrio más «caro», o se pide un préstamo para comprar un auto 0 kilómetro, o financian gastos con préstamos o tarjeta de crédito que tienen como objetivo llevar un nivel de vida superior al de nuestros ingresos.

La segunda: la deuda «hormiga»

Este tipo de deuda, generalmente surge por la desorganización en las finanzas personales que llevan a pedir un pequeño préstamo a un amigo, un adelanto de sueldo por allá, usar varias tarjetas de crédito y no realizar el pago total o cualquier otro tipo de préstamo considerado «pequeño». El problema es que luego pasa a formar parte de una bola de nieve que se vuelve muy difícil de cubrir.

La tercera: la deuda de «subsistencia»

La deuda de subsistencia es aquella que se contrae para poder llegar a fin de mes sin ningún tipo de «lujos». Pero, y esto es importante, para que una deuda pueda ser clasificada como deuda de subsistencia, se deben cumplir dos condiciones simultáneas: 1) el dinero proveniente de esa deuda debe ser destinado a satisfacer necesidades básicas (comida, salud, vivienda) y 2) el deudor no realiza prácticamente ningún otro gasto que no sea de primera necesidad, es decir, no realiza gastos de esparcimiento o consumo superfluo.

La deuda de subsistencia suele contraerse además con administradoras de créditos a tasas de interés elevadas, haciendo más costoso su repago.

La cuarta: deuda para invertir (o «apalancarse»)

El dinero proveniente de la deuda no se usa para consumir sino para invertirlo en algún negocio u oportunidad.

Cuando una persona invierte con dinero que no es propio sino de otra persona o institución está «apalancado». Cuando estas operaciones salen bien, la sensación es muy satisfactoria ya que se logra el éxito con una idea llevada a cabo con recursos ajenos; pero cuando la misma sale mal, las pérdidas pueden ser cuantiosas y muy difíciles de cubrir.

Un ejemplo de una deuda para invertir positiva, es pedir un préstamo para comprar un auto y luego utilizarlo como Uber o Cabify. Otro caso, podría ser cuando estamos alquilando y hay una oportunidad de comprar un inmueble y vemos que, con un crédito hipotecario, la cuota nos quedaría más baja que lo que pagamos por el alquiler.

Un ejemplo de una deuda para invertir negativa sería tomar un crédito para invertir en la bolsa o en cualquier otro mercado en donde el riesgo está concentrado en el corto plazo y pueden existir fuertes variaciones de precio.

La deuda para invertir es la única que puede conducir a un crecimiento genuino del patrimonio, pero hay que analizarla muy bien y tomar siempre los recaudos.

Para resumir, podemos decir que la deuda “ficcional” y la deuda “hormiga” son negativas, la deuda de subsistencia es aquella que a veces no se puede evitar (aunque habría que hacerse una autoevaluación) y por último, la deuda para invertir, en ciertos casos, puede ser un endeudamiento positivo.