Hace un año, Abdullah Kurdi gritó su desgarro en la oscuridad del mar Egeo. Desesperó en el agua intentando mantener a flote a sus hijos de 5 y 3 años. Se sintió morir en el instante en el que Galip, su primogénito, se le escurrió de las manos y se hundió. Lloró sin consuelo cuando vio ondear en el agua el cuerpo de su esposa Rehan. Hace un año, Abdullah Kurdi cerró los ojos inyectados y ya sin mirada de Alan, su hijito menor, y lo dejó partir, indefenso y tierno, a merced del capricho voraz del mar que, horas después, lo devolvió a las costas turcas de Bodrum, el casillero inicial de esta partida entre la vida y la muerte. La foto de Alan dormido para siempre en la orilla fue alfileres en los ojos del mundo entero.
Los Kurdi, una familia de Kobane que había logrado emigrar a Turquía escapando de la guerra en Siria, se embarcaron en el gomón que naufragó en la madrugada del 2 de septiembre del año pasado. Tima Kurdi, la hermana de Abdullah, les había mandado los 2.400 dólares que embolsaron los traficantes por cruzar a Abdullah y a Rehan desde Turquía hasta Grecia. Como Galip y Alan viajaban a upa no pagaron por subirse al bote que tenía capacidad para diez personas pero terminó embarcando 17. Doce de los pasajeros murieron en la travesía que, según Abdullah le contaba a su hermana a través de mensajes de texto, debía durar apenas media hora. Los ferries turísticos que navegan ese trayecto tardan una hora. El pasaje de ida cuesta 25 euros por persona. Ida y vuelta, 40 euros.
“La foto de mi hijo en la playa de Bodrum es un símbolo. El mundo ha llorado a mi Alan pero al fin han sido sólo palabras y muros para los que huyen de la guerra. Nada cambió para los que escapan del hambre y del miedo”, dijo Abdullah ocho meses después del naufragio, cuando aún tenía un hilo de voz. Hoy se niega a hablar. Luego de volver a Kobane, donde enterró a su familia, el premier del Kurdistán iraquí, Nechirvan Barzani, le ofreció que se mudara a Erbil, donde es su huésped. Barzani le prometió crear una fundación con el nombre de Alan para ayudar a niños refugiados.
“Lo único que quiere es permanecer junto a las tumbas de su esposa y sus hijos y repasar una y mil veces las fotos de los tiempos felices que conserva en su celular –dice Tima Kurdi, su hermana, exiliada en Canadá desde 1992–. Se está suicidando. Vive en ese recuerdo. No se recupera. Todo el tiempo se pregunta y le pregunta a Dios: ‘¿Por qué me dejaste sobrevivir? ¿Por qué no me llevaste con ellos?’.” Tima es la única de la familia que acepta hablar con Viva. En una entrevista exclusiva, vía Skype, recuerda las palabras de Abdullah el día de la tragedia: “‘La foto de mi hijito es un llamado de atención al mundo para que se despierte’, me dijo”.
La tía del niño fallecido hace un año
A un año del naufragio, ¿usted cree que el mundo se ha despertado?
La mayoría de la gente reaccionó ante esa foto. Nómbreme una sola persona que al ver la foto de Alan en la playa no haya llorado. Pero de a poco eso se desvaneció y en pocos meses cada uno volvió a su negocio. Y cada vez es peor. A la gente que no quiere a los refugiados y sale a protestar en contra de ellos, yo le pediría que emplee esa misma energía en protestar ante los políticos de sus países para que terminen esta guerra sangrienta en Siria. Es mi opinión, pero les pediría que terminen la guerra y que dejen al pueblo sirio decidir si quiere a Assad (Bashar al-Assad, actual presidente de Siria) o no como gobernante. Los sirios quieren volver a casa y reconstruir sus vidas.
¿Cómo fue este año para su familia?
No hay una palabra que pueda describir lo que ha sido este año para nosotros. La guerra lleva ya cinco años. Luego de todo este sufrimiento,¿qué más tiene que suceder para que detengan esta guerra? Luego de esta tragedia, hablando con mi hermano Abdullah, nos hemos dado cuenta de que el mundo occidental no tiene en realidad verdadera idea de lo que esa gente está atravesando.
¿Qué le pediría a quienes tanto se conmovieron con la foto de Alan?
Me gustaría volver a poner esa foto delante de la mirada del mundo entero y preguntar: ¿qué hizo usted cuando vio esta foto? Quisiera que la gente se vuelva a sentir como aquel día para que tome cartas en el asunto y haga algo. Quisiera que en la cabeza de la gente perdure la imagen de aquella foto. Ese momento en el que cada uno de ustedes vio la foto. Qué reacción tuvieron, cómo se sintieron, qué hicieron. Fue un llamado de atención. Vi fronteras que se abrieron, desaparecieron los traficantes pero luego todo eso se fue desvaneciendo.
Apenas se supo que el gomón se había dado vuelta en medio del mar, el presidente turco, Tayyip Erdogan, en una conferencia en Ankara, culpó a los países europeos, “los mismos que han convertido el Mediterráneo, cuna de las civilizaciones más antiguas del mundo, en un cementerio de refugiados, comparten la culpa por cada refugiado que pierde la vida”, dijo Erdogan.
En su cuenta de Twitter, el primer ministro francés Manuel Valls posteó: “Tenía un nombre: Alan Kurdi. Se requiere acción urgente. Una movilización a lo largo de toda Europa es urgente”.
Tima habla de su propio drama familiar: “Mire la familia Kurdi. La tragedia de mi familia. Mi padre, de 72 años, está solo, en Damasco. Mi madre murió hace mucho. Si mi padre enferma y muere, ¿quién estará allí para ayudarlo? ¿Esto es vida? –se pregunta Tima, que abrió una peluquería en Vancouver–. Abdullah está en Kurdistán, mi hermano Mohammed en Canadá, tengo dos hermanas en Turquía y una en Alemania, que cada vez que me llama llora porque tiene allí un año de asilo, ¿y luego qué? ¿Cuándo volveremos a estar todos juntos? La última vez fue en 2011. Intenté traer a mis hermanos a Canadá pero me pedían documentos y pasaportes que ellos no tenían en Turquía”.