¿Existe una buena forma de ser mamá? ¿O una mala? ¿O una mejor que otras? ¿Cómo sería la madre ideal? Son preguntas que muchas veces nos desvelan. Y seguramente creamos que nosotras no lo somos, en cambio sí nuestra hermana, o la que vive en la casa de al lado, por aquello de que siempre vemos más verde el jardín del vecino.
No es sencillo tener la respuesta, en realidad es imposible saberlo, lo que podemos reconocer son muchos estilos posibles de madre. Podríamos entonces revisar con cuál estilo nos sentimos identificadas, o qué combinación de ellos tenemos. Sin olvidar que alcanza con que las madres seamos “suficientemente buenas”, como dice el pediatra y psicoanalista Donald Winnicott.
Aquí, algunos:
• Madre pulpo: parece que tiene ocho brazos porque logra hacer mil cosas al mismo tiempo, y siempre le queda una mano o una mirada o un pedacito de mente libre y disponible para sus hijos.
• Madre puerto seguro: siempre lista para recibirlos en las muchas e inevitables crisis.
•Madre chef: su fuerte es la comida y todo lo resuelve con algo rico, dolores, tristezas y también alegrías y celebraciones, en su casa siempre huele a rica comida.
• Madre exigente: tiene poca paciencia, seguramente sea muy exigente con ella misma e inevitablemente también con sus hijos. Hace un tiempo se la viene llamando madre tigresa.
• Madre culpógena: hace muchas cosas por sus hijos pero les pasa la factura… ojalá hiciera menos y fuera gratuito lo que ofrece (y no hablo de dinero). Es de la vieja escuela, se hace obedecer poniéndose triste, haciéndolos sentir culpables.
• Madre payasa: acude a la risa como primer recurso a usar con sus hijos, es un recurso contagioso, todos se ríen mucho, el riesgo es que no los acompañe lo suficiente en los inevitables contratiempos de la vida de modo de poder ofrecerles recursos para enfrentarlos.
• Madre maga: no sabemos cómo, pero siempre hace aparecer las cosas cuando se pierden.
• Madre que tiene todas las soluciones para todo: malestares, problemas, sabe de remedios, no dan ganas de crecer y alejarse de ella.
• Madre adivina: los hijos son transparentes para ella, no pueden esconderle nada, sabe ¡hasta lo que no quieren que sepa!
• Madre eficiente: resuelve todo en tiempo récord, a veces apura por demás a los hijos y no les da tiempo de conocer y confiar en sus propios recursos… ¡porque hace todo ella!
• Madre formal: se distrae de la persona del hijo en aras de conservar la forma: vení que te arreglo el pelo, sentate bien, así no podés salir…
• Madre que vive preocupada por el futuro, o sigue atada al pasado y en esas tareas se le pierde el hoy.
• Madre que puede vivir en el presente, en el día a día y disfrutarlo (al día y al hijo).
• Madre helicóptero (sobreprotectora): sobrevuela muy cerquita de los hijos y no los deja respirar ni probar nada por su cuenta, ¡mucho menos equivocarse!
• Madre que trabaja y comparte responsabilidades con sus cónyuges.
• Madre sola para la crianza, ya sea por desinterés del papá o porque ella no le da espacio.
• Madre tan presente que resulta asfixiante.
• Madre que no renuncia a nada por la familia, madre que renuncia a todo por su familia, o madre que concilia esos dos lugares.
• Madre “buena” que defiende de papá “malo”.
• Madre “mala” que sin darse cuenta empuja al padre a convertirse en Papá Noel, otras veces ese papá excesivamente bueno no le deja otra opción que convertirse en mala.
Todas tenemos pequeñas dosis de muchos de estos estilos de madres. Estemos atentas a no caer en los extremos, vimos las complicaciones de algunos de ellos.
De todos modos para que nuestro estilo de maternidad nos lleve a buen puerto me parece esencial que también tengamos una buena dosis de los siguientes estilos de madres:
• Madre que tiene y transmite su confianza en sus hijos.
• Madre que exige a cada uno lo que puede (ni demasiado ni muy poco).
• Madre pilar de la familia, que tiene fuerza para sostener y organizar lo que sea.
• Madre que pide ayuda y se deja ayudar, con lo que colabora en la fortaleza y riqueza de recursos de sus hijos.
• Madre empática, que puede comprender sin dejar de poner límites y que puede delimitar adecuadamente sin dejar de comprender lo que sus hijos sienten.
*Maritchu Seitún, psicóloga, trabaja en orientación a padres y colabora con Disney Babble.