Patti Smith cantará en representación del ganador en Literatura. El sábado, Dylan no estará en Estocolmo pero eligió un tema suyo que remite a un diluvio por venir. 

Bob Dylan seguirá perfeccionando su pedigrí de invisible. Su desaparición reciente de la escena pública –no cuentan los escenarios, que han sido su hogar de transición– en verdad no obedeció a la recepción del Nobel de Literatura. Es su dieta diaria, su modus vivendi. No olvidemos que se trata de un viejo aficionado a pintarse la cara (durante los años 70), a adoptar seudónimos, a negarse a entrevistas, a escurrirse detrás de lentes esfumados y a esconderse debajo de un colorido repertorio de sombreros (durante toda su carrera).

La invisibilidad es la condición casi imprescindible de todo mensajero: lo que importa es lo que transporta, él debe pasar lo más desapercibido posible. Como otros músicos, Bob Dylan siempre se consideró un mensajero. Un emisario, un pasador, incluso un contrabandista. En una canción, de paso, cita al Chaplin de Monsieur Verdoux: “para vivir fuera de la ley, debes ser honesto”.

En su voz. Patti Smith llevará la poesía de Bob Dylan al acto de entrega del Nobel. /Reuters

           En su voz. Patti Smith llevará la poesía de Bob Dylan al acto de                                 entrega del Nobel. /Reuters

El rol de mensajero, desde luego, tiene un arco amplio, que va de la modesta tarea de intermediario –entre lo que esté soplando en el viento y el público que lo recibirá traducido– a una poderosa resonancia bíblica, profética. Este último es el caso de la apocalíptica Una dura lluvia va a caer, la canción que Dylan eligió para representarlo cuando Patti Smith viaje el 10 de diciembre a Estocolmo a cantarla en su nombre.

El tema insinúa un diluvio, desafiantemente universal, que cobra otro significado tras la reciente victoria de Donald Trump en los Estados Unidos. Se sabe de la tradición demócrata de Dylan y de no pocos rockeros de su país: Bruce Springsteen, Neil Young y la misma Patti Smith, que en alguna ocasión ha cantado: “la Historia nos envía mensajeros tan raros”.

Esta última será entonces, literalmente, su portavoz en la ceremonia de la Academia Sueca, quizá como un modo de sugerir que el premio merece ser compartido con otros veteranos compañeros de ruta. Una dura lluvia va a caer se publicó en el disco “The Freewheelin’” en mayo de 1963, y fue sin dudas adivinatoria: John Kennedy fue asesinado meses después, el 22 de noviembre de ese mismo año. Quizá con ella Dylan busque, asimismo, justificar su reconocimiento como poeta. La canción –la letra– martilla imágenes una tras otra y van de lo lírico –“caminé hasta el centro de siete tristes bosques”– a lo alarmante: “vi a un recién nacido rodeado de lobos salvajes”.

El otro mensajero de Dylan en Estocolmo, hasta el momento anónimo, es el que leerá su discurso de agradecimiento. No es improbable que incluya algunos destellos de retórica florida, como los que se elogiaron en otro discutido outsider entre los galardonados con el Nobel de Literatura, Winston Churchill, buen prosista y mejor estratega, a quien se premió en 1953 entre otras razones, precisamente, por su destreza oratoria.

Curiosamente, en una especie de remake de “Una dura lluvia…” no más optimista, Dylan creó un eco que remata cada estrofa con “Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar”. En medio de este tema, Not Dark Yet, esa sombra de grafito llamada Bob Dylan suelta una línea que probablemente desconcierte a una familia real sueca que espera otra forma de gratitud por las 8 millones de coronas: “mi sentido de la humanidad se ha ido por el desagüe”.

Diciembre es uno de los meses más oscuros en el cielo escandinavo. ¿Para qué ir? Si cayera un hombre invisible, nadie lo reconocería.

 

agencia reuters