Un nuevo informe de Médicos sin Fronteras alerta sobre crisis humanitaria en pleno desarrollo pero de la que se habla poco.

Los centroamericanos que se ven obligados a huir de la violencia extrema en Honduras, Guatemala y El Salvador están siendo doblemente victimizados a lo largo de la ruta migratoria hacia México y Estados Unidos, según un nuevo informe que publica hoy esta organización humanitaria.

Estas personas, que carecen de acceso a atención médica durante su tránsito por el Triángulo Norte de Centroamérica (TCA) se ven forzadas a luchar contra la violencia que viven en la ruta migratoria y a padecer políticas de deportación agresivas que ignoran sus necesidades de asistencia y protección.

“La implacable violencia y el sufrimiento emocional padecido por estas personas no es diferente a lo que experimentan las poblaciones que se encuentran en zonas de conflicto donde hemos estado trabajando durante décadas”, afirma Bertrand Rossier, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en México.

“Asesinatos, secuestros, amenazas, reclutamiento por actores armados no estatales, extorsiones, violencia sexual y desaparición forzada son realidades propias de una guerra, pero también son situaciones que estas personas procedentes de la región de Centroamérica están sufriendo”.

El informe ‘Forzados a Huir del Triángulo Norte de Centroamérica: una crisis humanitaria olvidada’, recopila datos médicos, información procedente de encuestas a pacientes y testimonios recogidos por los equipos de Médicos Sin Fronteras durante los dos años que lleva ofreciendo atención médica directa en esta zona. El informe ilustra los niveles extremos de violencia que afectan a las personas que huyen de esta región centroamericana y la necesidad de proporcionar mayor protección para migrantes y refugiados.

De las 467 personas entrevistadas por MSF, un 39,2% mencionó los ataques directos o amenazas (a ellos o a sus familias), así como episodios de extorsión y reclutamiento forzado por bandas criminales como las principales razones para abandonar su país. Además, un 68,3% aseguró haber sufrido violencia durante el tránsito a México.

En total, 9 de cada 10 migrantes y refugiados atendidos por nuestros equipos de salud mental en 2015 y 2016 sufrieron un episodio de violencia en sus países o durante la ruta migratoria hacia México y Estados Unidos. El informe que publicamos hoy también muestra que el acceso a atención sanitaria, al tratamiento de la violencia sexual y a servicios de salud mental durante el camino es limitado e incluso inexistente durante la ruta.

“Es la cuarta vez que trato de cruzar México, pero esto no había pasado antes”, asegura una mujer de 35 años procedente de Honduras. “Esta vez vine con mi vecino, y fuimos capturados por un grupo de delincuentes. Lo peor es que ellos también eran de Honduras. La Policía Federal era su cómplice y nos entregaron a los miembros de esta banda. A mí me violaron. Me pusieron un cuchillo en el cuello, así que no me resistí. Estoy avergonzada de decir esto, pero hubiera sido mejor que me hubieran matado”.

A pesar de tener que padecer algunas de las peores formas de violencia que hay en el mundo hoy en día, los migrantes y refugiados del Triángulo Norte de Centroamérica (TNCA) siguen siendo tratados, en su mayoría, como migrantes económicos por países de refugio como México o Estados Unidos. Las personas obligadas a huir del TNCA no tienen acceso al estatuto de asilo en estos países a pesar de sus necesidades y de la existencia de un marco legal para ello.

“Ciertamente hay personas que salen de estos países en busca de oportunidades económicas, pero la fotografía que emerge de nuestro informe es aterradora: personas vulnerables luchando por su vida y la de sus familias”, expone Bertrand Roissier.

“Tratar de detener la migración reforzando las fronteras nacionales e incrementando las detenciones y las deportaciones –como hemos visto en México y en Estados Unidos–, ignora una crisis humanitaria real y no frena el contrabando y el tráfico»

«Son estrategias que tienen unas consecuencias terribles en la vida y la salud de las personas en tránsito”, añade el coordinador general de Médicos Sin Fronteras en México.

En este sentido, apelan a los Gobiernos de la región –en especial a los de El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Canadá y Estados Unidos– para que garanticen alternativas a las detenciones y se adhieran a los principios de no expulsión. Estos países deberían incrementar sus cuotas formales de reasentamiento y reunificación familiar, de modo que las personas procedentes del TNCA que requieran protección internacional, incluido el asilo, puedan dejar de poner en riesgo su salud y su vida, asegura MSF.

“El sufrimiento por el que pasan las personas en tránsito desde el Triángulo Norte de Centroamérica ponen de relieve el fracaso de los Gobiernos a la hora de proveer asistencia y protección a migrantes y a refugiados”, asevera Rossier. “Jugar con el miedo de la opinión pública y tratar a estas personas solo como un asunto económico o de seguridad, es tener una perspectiva acotada de la realidad. Estamos ante una crisis humanitaria, resulta ineludible la puesta en marcha de una acción coordinada y urgente que garantice que las personas en tránsito quedan a salvo de la violencia y la persecución, y que reciben protección internacional en lugar de más violencia. Además, que sean tratadas con dignidad y humanidad”.

Desde 2012, Médicos Sin Fronteras ha estado brindando atención médica y salud mental en México a migrantes y refugiados de Honduras, Guatemala y El Salvador. MSF ha adaptado su estrategia de intervención a medida que la crisis ha avanzado y cambiado: desde el trabajo realizado en refugios de migrantes y en clínicas móviles a lo largo de las líneas ferroviarias, al llevarlo a cabo en varias localizaciones en la ruta de migrantes y en un centro para víctimas de violencia extrema en la Ciudad de México. Este centro abrió en 2016 como la última estrategia para responder a las necesidades médicas y humanitarias de las personas en tránsito. 

Descargá acá el nuevo informe ‘Forzados a Huir del Triángulo Norte de Centroamérica: una crisis humanitaria olvidada’