La chica sin nombre
(La Fillie Inconnue), Bélgica 2016.
Dirección y Guión: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne.
Con: Adèle Haenel, Jeremie Renier, Nadège Ouedraogo.
La presencia de marginados y rechazados en la aún poderosa Europa, es quizás el rasgo distintivo de la filmografía de los cineastas belgas Jean-Pierre Dardenne (1951) y Luc Dardenne (1954), hermanos al igual que los italianos Paolo y Vittorio Taviani, y como estos sostienen que la suya es tarea compartida, actuando como si fueran una sola persona.
El ideario marxista de los Taviani, plantea la solución de los problemas sociales mediante la revolución, los Dardenne asumen la defensa de sus personajes `persiguiendo soluciones, apelando a la concientización de los patronos, la que puede llegar en forma parcial.
Decididos luchadores en pos de una vida digna para todos, los Dardenne apelan a lo que podemos definir como justas reivindicaciones, en todos los órdenes. Sus desplazados no tienen la capacidad de liderar multitudes, sino que en cierta manera, son los que protagonizan un constante enfrentamiento, sin abjurar de una ideología carente de nombre, que encaje en los moldes de la “moral cristiana” (entelequia de impreciso contenido). Huelguistas, desocupados, indocumentados son los héroes de los films de los Dardenne, conjuntamente con aquellos ciudadanos de un primer mundo plegados a su justa causa.
Ignorados los films de los Dardenne en los mayores eventos cinematográficos, su insistente presencia fue finalmente galardonada con los premios mayores. La crítica también colocó en las alturas a estos realizadores, firmemente asentados en el Olimpo del cine. Los planteos, la conducción de actores, su dramaturgia sustentan su prestigio.
En “La chica desconocida”, una joven doctora no abre la puerta de su consultorio una vez cumplido su horario. Al día siguiente aparecerá muerta una muchacha, nadie la reclama, no lleva ningún documento. La doctora se sentirá responsable por aquella muerte, iniciando una obsesiva búsqueda de datos filiatorios de “su víctima”.
La doctora de blanca piel, rubia y de ojos azules, es habitualmente pródiga con sus pacientes (la clínica atiende gratuitamente), mayoritariamente ancianos pobres e inmigrantes. El impacto emocional y moral de la doctora, la lleva a extremar el cuidado de sus enfermos, al punto de convertirse en una especie de buena samaritana que también les resolverá problemas domésticos.
La contraposición entre europeos, ciudadanos de una Europa (de Angela Merkel) rica y poderosa (por lo pronto así lo sienten los tercermundistas allí afincados) y los pobres africanos, asiáticos (probablemente musulmanes) y otros especímenes no europeos caucásícos, pudo ser símil de situaciones enmarcables en el cine de los hermanos belgas; es solamente grosero material de relleno. Ocurre que los Dardanne traicionaron a los Dardanne e hicieron un remedo de los “thriller” norteamericanos (ligeramente entretenido). Cierto, en esa eventualidad la doctora probablemente fuera Scarlett Johansson.