Richard Thaler, un estudioso de las conductas humanas aplicadas a la economía y que toma mucho de la psicología para esto, es quien fue distinguido con el Premio Nobel de Economía 2017.
Nacido en 1945, Thaler es considerado un gran teórico en finanzas conductuales, es decir, en el análisis de las tendencias humanas y sociales para comprender mejor la toma de decisiones económicas.
Él establece una relación con la psicología, y muestra por ello que las decisiones financieras, ya sea la simple compra en un supermercado o una multimillonaria inversión, no son siempre racionales, y sí profundamente humanas.
El economista norteamericano ha revelado cómo ciertas características humanas como «la racionalidad limitada, las preferencias sociales y la falta de autocontrol» afectan «las decisiones individuales y las orientaciones de los mercados», explicó el secretario general de la Academia Real de las Ciencias de Suecia, que concede el premio.
Lo reconocieron por su contribución a la economía del comportamiento, en una investigación que explica los mecanismos psicológicos y sociales en las decisiones de los consumidores y de los inversores.
«De Taquito a la Mañana» se comunicó con Martín Leites, profesor adjunto de la Facultad de Economía para hablar del premiado.
«La racionalidad es limitada y una vez que tenemos un objeto lo valoramos más», comentó Leites
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El premiado, enseña actualmente en la Universidad de Chicago. En 2015 participó en la película The Big Short (La gran apuesta), premiada en los Oscar, sobre la explosión de la burbuja inmobiliaria que condujo en 2008 a la crisis financiera global.
Cuando aparece en la escena explican los fenómenos financieros de forma didáctica para que el espectador común y corriente entienda.
La economía del comportamiento surgió en la década del 70, gracias al trabajo pionero de los psicólogos israelíes Daniel Kahneman (luego Nobel de Economía en 2002) y Amos Tversky, quienes postularon que el comportamiento racional es más una excepción que una regla.
Un poco de estos estudios se nutrió Thaler.
Durante décadas permaneció en un lugar muy marginal de la disciplina, eran tratados de hippies, e incluso el Nobel premió a economistas que criticaban a esta corriente.
En los últimos diez años explotó, con centros de estudios, y oficinas estatales en unos 30 países (entre ellos, Estados Unidos e Inglaterra) que buscan aplicar sus conclusiones para enriquecer la política de los gobiernos.