Hoy, miércoles 25 de octubre, se cumplen 10 días de una nueva paralización que, esta vez motivada por el duro conflicto planteado entre los jugadores agrupados en el Movimiento Más Unidos que Nunca y la directiva de la Mutual de Futbolistas Profesionales, afecta a la actividad del fútbol uruguayo de entrecasa.

El “impasse” se agrega, sobre todo para las costumbres y el fervor del hincha, al de 15 días que se registró por el paro decretado el 23 de setiembre pasado por la gremial de árbitros, y al de otros 43 que no hace tanto, se produjo entre la finalización del Torneo Intermedio y el comienzo del Torneo Clausura, tercero y último de la presente temporada.

Para la idiosincracia del pueblo futbolero, incluso aquella parte que no va a las canchas y ve o escucha los partidos desde sus casas, 68 días sobre un total de 298 que han corrido desde el comienzo del año –casi el 27%-, parecen demasiado.

Es que el fútbol, en realidad, representa más de lo que muchos podrían considerar, y no sólo para los uruguayos; e inclusive para la mayoría de los sudamericanos.

Si no, basta con tener presente un dato: la Segunda Guerra Mundial se extendió desde el 1° de setiembre de 1939 hasta el 8 de mayo de 1945, y en los 5 años, 8 meses y 7 días que duró uno de los conflictos bélicos más cruentos que sacudió a la humanidad en el siglo pasado, el fútbol prácticamente no se detuvo en Alemania, uno de los países que a la postre resultaron más devastados por el combate.

Es más, en 1939 –ya declarada la guerra- la FIFA (y no la corrupta de Joseph Blatter) proclamó que “el fútbol debe continuar”; y los alemanes le hicieron caso como nadie.

El campeonato de fútbol de Alemania siguió disputándose, aún cuando los rivales del Dresdner –de la ciudad de Dresde- lo acusaban de ser el equipo favorito del nazismo, algo que pareció avalar su doble coronación como campeón en 1943 y 1944, aunque en realidad el cuadro que ganó más títulos en esos años fue el poderoso Schalke 04.

Es más, la propia selección de Alemania continuó jugando partidos internacionales; el 23 de setiembre de 1939 –ya declarada la guerra- perdió 5 a 1 con Hungría en Budapest;  y luego siguió activa, con la única limitación de que sus adversarios sólo podían ser los países aliados al Eje: Italia, Bulgaria, Finlandia y Rumania.

Recién el 2 de agosto de 1944, tan sólo 279 días antes del fin de la guerra, el fútbol alemán decretó la suspensión de su actividad oficial de entrecasa; aunque, aún así, con gran parte de Alemania en ruinas, el 23 de abril de 1945 el Bayern jugó un amistoso que le ganó 3 a 2 al TSV 1860; seis días más tarde, el Hamburgo derrotó por 4 a 1 al Altuna 93, mientras  poca distancia de esa ciudad se libraban feroces batallas; y el 25 de agosto la reserva del Hambugo le ganó por 3 a 1 a un equipo formado por los miembros de la Fuerza Aérea Británica.

Por si fuera poco, la actividad oficial del fútbol de Alemania retornó el 1° de setiembre de 1945: tan sólo 395 días después de haberse visto paralizada por la fuerza de las armas.

Pues bien, frente a los 395 días sin fútbol por una guerra que costó 70 millones de vidas humanas, estos 68 –sobre un total de 298 transcurridos en lo que va del año (casi un 27%)- que han pasado en tiempos de paz sin que en el Uruguay rodara la pelota, parecen demasiado; al menos lo suficiente como para justificar, o entender, el intento de mediación en el conflicto entre los jugadores y la Mutual emprendido hace poco por la Comisión Especial de Deportes de la Cámara de Diputados, pese a que dicha intervención haya merecido opiniones que la consideraron desmedida, a la vista de la vastedad y amplitud de temas de mayor importancia que deben demandar la atención prioritaria de la actividad de los parlamentarios.

(Por Jorge Savia)