El plan del presidente electo, Donald Trump, de instalar la embajada de Estados Unidos en Jerusalén augura el fin de los esfuerzos de Washington para que su aliado abandone los territorios que ocupó en beneficio de un eventual Estado palestino, pero no es una idea nueva. Trump ya lo dejó entrever al asumir su presidencia y designar un embajador (David Friedman) que ha apoyado la colonización israelí.
Durante la presidencia de Barack Obama, Estados Unidos ha insistido en que la única solución posible al conflicto israelo-palestino es la de «dos Estados» mutuamente reconocidos sobre la base de la frontera que ambos acordaron en 1967.
Desde 1995 Estados Unidos tiene vigente una Ley que mandata al Ejecutivo a trasladar la Embajada de Tel Aviv a Jerusalén, pero cada seis meses los sucesivos Presidentes han pospuesto la decisión a la espera de una solución negociada para la situación.
Las Naciones Unidas han votado una resolución que nunca se concretó en los hechos para que Jerusalén Este sea administrada por una delegación internacional.
Los palestinos esperan que Jerusalén Este sea la capital de su futuro Estado, pero trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv antes de que se logre un acuerdo que ponga fin al conflicto ha indignado al mundo árabe, tal como se esperaba.
El temor internacional es de una escalada de violencia.
Ya antes del anuncio de Trump, los países musulmanes, e incluso grupos terroristas, como el caso de Hamas y la Yihad Islámica, respaldados por Irán, han amenazado con represalias contra la población israelí.
Como era de esperarse, Irán fue uno de los primeros en alzar la voz. Su presidente, Hasan Rohani, llamó a los países de la región a «romper relaciones» con Israel y criticó a algunas naciones musulmanas por haber «revelado desvergonzadamente su cercanía» con el gobierno israelí.
Si bien no mencionó a ningún país, se especula que hacía referencia a Arabia Saudita. Una de las grandes potencias de la región que, junto con Israel, consideran a Teherán como la principal amenaza para Medio Oriente.
El régimen de Turquía, por su parte, hizo referencia a una «gran catástrofe» si los Estados Unidos deciden trasladar su embajada y amenazó con romper relaciones con Israel.
Jerusalén, una de las ciudades más antiguas del mundo, es venerada y glorificada de la misma forma por esas tres religiones.
Para los cristianos, allí tuvo lugar la vida, pasión y muerte de Jesús, y es el lugar donde su cuerpo fue enterrado.
Los judíos, en tanto, veneran el Muro de los Lamentos, lugar donde se esconde la sagrada piedra de Abraham.
El grupo terrorista palestino Yihad Islámica amenazó a Trump y llamó a los palestinos a unirse en su contra.
En esa misma tónica se pronunció el otro movimiento extremista palestino: Hamas. Su jefe político, Ismail Haniya, advirtió que si los Estados Unidos hacen efectiva esa resolución significaría «cruzar todas las líneas rojas» y convocó a los palestinos a salir a las calles para «expresar su ira».
Frente a estas amenazas y expresiones de odio surge el temor de una eventual «ola de violencia en Jerusalén y Cisjordania, posiblemente desde Gaza», explicó a Infobae el prestigioso politólogo israelí e investigador del Instituto Internacional para la Lucha contra el Terrorismo (TIC, por sus siglas en inglés) Ely Karmon.
El especialista consideró que, posiblemente, «la embajada físicamente permanecerá en Tel Aviv por el momento, al menos hasta las próximas elecciones presidenciales». De concretarse esto, de todas formas el embajador sí sería enviado a Jerusalén.
Con la decisión de Trump se abren dos escenarios: utilizar una parcela que los Estados Unidos ha arrendado desde 1989 o convertir el consulado que tiene en la ciudad sagrada en embajada.
A horas del anuncio, el Departamento de Estado emitió una circular en la que ordenó a sus empleados que eviten ir a la Ciudad Vieja debido a las manifestaciones palestinas que fueron convocadas. Este llamado también aplica para la zona de Cisjordania.
Luego de que Estados Unidos reconociera a Jerusalén como capital de Israel, ocho países, incluido Uruguay, pidieron una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. «Las misiones de Bolivia, Egipto, Francia, Italia, Senegal, Suecia, Reino Unido y Uruguay solicitan a la presidencia» japonesa del Consejo de Seguridad «organizar una reunión de emergencia del Consejo, con un informe del secretario general, antes del fin de semana», anunció la misión sueca en un comunicado.
En condena del anuncio realizado por el presidente estadounidense, Donald Trump, de que Estados Unidos reconoce la Jerusalén unificada como capital de Israel y trasladará allí su embajada, Raed Jarrar, director de Trabajo de Incidencia de Amnistía Internacional Estados Unidos sobre Oriente Medio, ha manifestado:
“Esta decisión es una imprudencia y una provocación por parte de la administración Trump que socava aún más los derechos humanos de la población palestina y que probablemente inflamará las tensiones en toda la región”.
“Al reconocer la Jerusalén unificada como capital de Israel y anunciar la reubicación desde Tel Aviv de la Embajada de Estados Unidos, el presidente Trump ha demostrado una vez más su flagrante desprecio por el derecho internacional.”
“Existe un consenso internacional, con resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, sobre la ilegalidad de la anexión de Jerusalén Oriental por parte de Israel. Con esta decisión, Estados Unidos viola sus propias obligaciones internacionales de no reconocer una situación ilegal ni contribuir a ella y de garantizar que se respetan los Convenios de Ginebra.”
“Ningún país del mundo reconoce la anexión de Jerusalén Oriental, lo que convierte en sumamente inquietante la decisión de otorgarle el reconocimiento. Esta decisión no sólo contribuye a socavar el Estado de derecho internacional, sino que demuestra además un total desprecio hacia la violaciones de derechos humanos masivas que la población palestina está sufriendo a causa de las políticas de anexión israelíes.”
Las zonas de Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, que quedaron bajo control israelí en 1967 y se incluyeron en las zonas municipales israelíes de Jerusalén están reconocidas internacionalmente como territorio ocupado, en el que se aplica el derecho internacional humanitario.
La anexión ilegal, por parte de Israel, de la Jerusalén Oriental ocupada se formalizó en la legislación nacional en 1980. Es una anexión que ha sido condenada repetidamente por la comunidad internacional a través de diversas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.