Puede parecer curioso, pero la música de Buenos Muchachos me llegó a través de su disco más “difícil” en términos pop: Nidal (2015) fue el álbum que me invitó a investigar a esa banda de la que había escuchado algo sin haber buceado nunca en su obra.
Para mi sorpresa, la investigación reveló muchos matices más que aquellos que la prensa y los blogs solían usar para definirlos. No eran “sombríos” u “oscuros”: mostraban el abanico de emociones y sensaciones que son características de la humanidad. Eso era evidente en Nidal; eso lo encontré también en los discos anteriores.
Pero nunca luciendo tan claro como en este octavo álbum, que no tiene nombre. No es por pereza ni por afán de herejía la ausencia de un bautismo: es que la obra se basta a sí misma.
Todo lo que cumplió su rol para construir la reputación de la banda se escucha aquí. La diferencia es que todo viene más fresco que nunca, con silencios más dulces y explosiones más intensas.
Hay aire, poder de seducción inmediata y hay misterio para que la atracción no se vuelva una pasión pasajera. Veintiséis años después de sus comienzos, Buenos Muchachos entrega su mejor disco. (Leo Vinhas)
El próximo 28 de Abril, la banda presentará oficialmente su nuevo álbum en el Teatro de Verano. Las entradas continúan disponibles en REDUTS y en todos los locales Redpagos del país.