“Yo ya me estoy yendo…”, dice Osvaldo Rivero casi en modo de cumplido, igual que si esquivara un golpe y diera un paso al costado cuando se le hace referencia a su extensa y encumbrada vigencia como uno de los promotores top del boxeo mundial en los últimos treinta años.

Sin embargo, ni bien se le lleva contra las cuerdas del diálogo, la clásica impronta del “Negro” -pícaro, visceral, impulsivo, y orgulloso de su trabajo- aflora rápido y lo hace salir pegando: “Yo fui el primero en comprar a un jugador de fútbol; sí, el pase, no en ser el representante”.

Es que el promotor argentino que ha manejado la carrera de muchísimos boxeadores de su país, más de quince de los cuales llegaron a campeones mundiales, y que además organiza veladas de cartelera televisiva de jerarquía todas las semanas, fue también un empresario de fútbol de alto rango, por lo que podría afirmarse que aquel funcionario del Banco Central de la Argentina en los años 70 hoy es millonario; pero sus raíces están ligadas al boxeo en Barracas Central, el club del barrio de su infancia: “Tenía 5 años y repartía los guantes cuando había veladas amateur en el gimnasio; yo les iba entregando los guantes a los boxeadores y la gente me tiraba moneditas…y yo las agarraba y me compraba caramelos. Además, tengo el honor de haber jugado en la Primera División de fútbol del club y en la Primera División de básquetbol. De ahí salieron grandes boxeadores, como los hermanos Cañete y Pablo Alexis Miteff, ganador del campeonato amateur ‘Los Guantes de Oro’ de Estados Unidos…y, bueno, el presidente es ‘Chiqui’ Tapia, también presidente de la AFA”.

Tal vez por eso mismo, acaso, un golpe del destino -como suele decirse- le hizo empezar a cambiar su perfil de empresario de moda en el fútbol argentino e internacional de los 80 y principios de los 90: “Fue el 4 de julio de 1987, el día de mi cumpleaños. Ese día, Juan Martín (“Látigo”) Coggi se proclamó campeón del mundo, y su entrenador era el Prof. Santos Zacarías, quien a su vez era suegro del “Pipa” Higuaín (zaguero, padre de Gonzalo, el “Pipita” que hoy juega en Juventus), que había sido el mejor zaguero del campeonato en Boca cuando lo dirigía Menotti, y ya en aquel momento jugaba en el Brest porque yo lo llevé a Francia”.

Cuenta “El Negro” que “como yo estaba allá (Francia), fui a la pelea en Italia, y después que terminó Zacarías me invitó a formar parte de la carrera de Coggi: ‘Por favor, ayudáme en esto’, me dijo; y así me inicié en el boxeo, pensando que lo mío empezaba y terminaba con Juan (Coggi), y sin embargo, pasaron casi 32 años y sigo estando”.

También fue circunstancial su ingreso al mundo del fútbol, al punto tal de que vuelve a reconocer que “fui el empresario de moda, no sólo porque trabajaba con Boca y River por igual, sino porque fui el creador de un nuevo modelo al comprar el pase de un jugador”, pero no recuerda detalles del momento en el cual es posible contextualizar aquel cambio: “Mi primer hijo adoptivo en el fútbol, por así llamarlo, fue (Esteban) Pogany, arquero de Independiente, Huracán y Boca, al que llevé al fútbol colombiano, pero diría que esa fue una intervención informal; la primera, en realidad, surgió en la época que Antonio Alegre y Carlos Heller eran presidente y vice de Boca, y un día que quizá estábamos hablando sobre Pogany, saltó el tema de que tenían que vender a (Ricardo) Gareca a Italia porque había crisis en el país y en el fútbol, Boca estaba al borde de la bancarrota, y ellos estaban buscando un reemplazante”.

Rivero siempre había llevado también el fútbol -como el boxeo- en la sangre, al extremo de que cuando dejó el Banco Central “para irme a trabajar con un tío que era despachante de aduana, porque ahí ganaba más plata, ¡demoré pila en renunciar al cargo porque quería seguir jugando el campeonato interbancario los fines de semana!”; así que, fiel a esa veta, les sugirió a los “popes” de Boca que el sustituto de Gareca “tenía que ser el ‘Potro’ (Jorge) Domínguez, que estaba haciendo muchos goles en la ‘B’ con Gimnasia, pero como me dijeron que no, porque Boca lo había dejado libre hacía dos años, yo le compré el pase. El asunto es que después Gareca no se fue a Italia, la delantera la formaron Gareca por derecha, Domínguez por el medio, y por la izquierda el ‘Galleguito’ Vázquez, el ‘Potro’ metió 19 goles y lo llevé a Francia. Así empezó mi incursión en el fútbol, que creo fue bastante buena; tanto que pienso que si no hubiera sido porque Coggi salió campeón mundial, yo hubiera seguido en el fútbol y capaz que hoy todavía estaba”.

Después de Coggi, algo así como el “Potro” Domínguez del “Negro” Rivero en el boxeo, entonces, pasaron por las manos del promotor -hasta hoy también de moda-  montones de boxeadores, peleas, rounds y veladas por todas partes del mundo; y, sobre todo, no por casualidad, muchos campeones mundiales: “Qué sé yo…Coggi, el ‘Roña’ (Jorge Fernando) Castro, el ‘Zurdo’ Julio César Vázquez, Marcelo Domínguez, Carlos Salazar, Pablo Chacón, el ‘Artillero’ (Héctor) Velazco, Raúl ‘Pepe’ Balbi, Luis Lazarte, Omar Andrés Narváez…y casi todas las chicas argentinas que han sido campeonas del mundo las he manejado yo; la última es Brenda Carbajal, primera vez que una argentina gana un título mundial en Estados Unidos, En fin, hay más, muchos, pero es difícil nombrarlos a todos; por ahí me olvido de uno o dos, y después me putean: ‘¿Por qué no me nombraste?”

Hay aspectos en los que el hoy promotor de boxeo y antes empresario de fútbol reparte por igual sus consideraciones al comparar el trabajo en esos dos: “Esto del boxeo, como también el fútbol, no es difícil, lo hacemos difícil nosotros, por las relaciones humanas; tenemos muchos problemas por eso, la verdad que no lo entiendo, pero el mundo es así, no puedo cambiarlo”.

Igual, el “Negro” tiene su propio ranking de valoraciones personales: “El más amigo, Juan (Coggi), por eso la alegría más grande como promotor la tuve cuando (el 12 de diciembre de 1993) recuperó el título mundial contra el norteamericano Morris East en el Superdromo de Mar del Plata, pero hubo y hay muchos buenos muchachos; ahora mismo, (Eduardo) Abreu, (Eduardo) Estela y Namús, por ejemplo, son de otro planeta. Con ‘Chris’ nunca tuve ni un sí ni un no, y conmigo ya peleó y ganó por el título mundial en varias oportunidades. Estos tres que tienen ustedes (los uruguayos) son fenomenales. ¿Las mayores tristezas o decepciones? Me las guardo, fueron muchas y dolorosas; por desagradecimiento, he recibido bastantes puñaladas por la espalda. Diría que de la mayoría (de los boxeadores) tengo gratos recuerdos, pero hay una minoría a la que no les gusta mucho trabajar y…bueno, serán cuatro o cinco que me quedaron muy marcados, porque yo sé que los ayudé a cambiarles la vida y no supieron agradecérmelo; al contrario”.

Hablando específicamente de su extensa actividad en el boxeo, Rivero reconoce que tiene muchas anécdotas de su peregrinaje por el mundo, “porque al salir con los boxeadores al extranjero tenés que comerte muchos sapos, pero no te queda otra que echarles sal para que no sean tan feos. La más linda, tal vez, fue cuando Coggi recuperó el título en Mar del Plata: yo estaba arriba del ring y volé entre las cuerdas como si fuera un ‘catcher’ para abrazar a mi viejo en la primera fila del ring side. Son cosas insólitas, pero… ¡qué sé yo! La emoción me desbordó y casi mato a mi padre”.

Escurridizo como un peso mosca, el “Negro” evade la “pelea corta” en algunos pasajes del diálogo, pero con una sonrisa admite que hace años declaró en el diario deportivo argentino Olé que “no debería serlo, pero en el boxeo es normal hacer trampa”, explicando el alcance de aquellas palabras: “Por ejemplo, si uno tiene problema para dar el peso, se puede parar más adelante en la balanza; esas cosas se usan. Yo ví que le pongan un dedo en el c…al boxeador desde atrás, sin que se dé cuenta, y así levantarlo y que pese menos. Ventajas buscan todas, y…claro, yo las he buscado”.

El boxeo, está claro, es pasado presente y futuro en la vida del promotor, pero cuando suena la campana para el último round de la charla, aparece de nuevo el fútbol con la impactante sorpresa de un ‘uno-dos’ a la mandíbula que provoca un KO.

El uno: “La frustración más grande de mi vida fue con el ‘Chino’ Recoba. Una vez, conversando con Julio García (uruguayo, técnico de boxeo, radicado en Argentina desde hace 47 años) me dijo: ‘En Danubio hay un pibe que la va a romper, tiene 16 o 17 años’. Julio es muy amigo, casi hermano, del muchacho (entrenador) que en aquel momento (fines de los 80) que está en las inferiores, y por eso me nombró al ‘Chinito’, pero yo le dije: ‘Noooo…Julio, ya me estoy yendo (del fútbol). ¡Mirá lo qué me perdí! Una vez me encontré en un avión con el ‘Chino’ cuando jugaba en Italia, me le puse cara a cara y le dije: ‘Vos no sabés quién soy yo, ¿no?; ¡pero contigo me perdí el negocio de mi vida!’ El padre (Raúl, coordinador del programa Knock Out a las Drogas) se mataba de risa cuando se lo conté a la hora del desayuno en el hotel donde estábamos para la velada en la que pelearon Abreu, Estela y Namús en Salto”.

El dos: “Si me decís qué jugador me gustó más, estoy pasando por alto a Pelé, que tiene tres copas del mundo y, si me agarra Menotti, me dice: “Vos sos un tarado”, y tiene razón; pero te voy  decir uno que tenía una cosa que no tiene Messi ni tenía Maradona: Johan Cryff, porque aparte de ser un jugador de toda la cancha, era líder: un general, mandaba. Maradona era un fenómeno, ganó todo, donde jugaba él era robo como en el barrio, y Messi lo mismo, pero no son dictadores; y Cruyff con su técnica, jerarquía y prestancia, era un dictador adentro de la cancha”.

Cuando la extensa y amena conversación con Osvaldo Rivero llega a su fin, al interlocutor le queda la sensación de que el fallo acerca de la misma es unánime: uno de los zares del boxeo mundial de los últimos treinta años perdió una sola vez por KO; y fue con un jugador de fútbol uruguayo: el “Chino” Recoba, por quien aún hoy sigue arrepentido de haber tirado la toalla cuando le aconsejaron que le comprara el pase.

(Por Jorge Savia – La Oral Deportiva)