Jarana promueve la literatura a través de este segmento en el que 20 escritores idearán una historia colectiva, añadiéndole contenido nuevo cada semana con la libertad absoluta de convertir cada párrafo en una nueva aventura, que será una incógnita tanto para el siguiente participante como para los lectores. ¡Bienvenidos!

 

Capítulo #1: Paola Focaccio

Les parecerá sorprendente pero en este planeta existe un lugar donde los pastos son muy verdes y miles de vacas lo habitan. El terreno es ondeado y hay una hermosa playa. Hay palmeras y flores.

Este lugar es habitado por unos sujetos muy especiales. Ni muy altos ni muy bajos. Ni muy gordos ni muy flacos. ¿Qué será lo que los hace especiales? Te preguntarás tú.

Pues estos sujetos que viven en este lugar espectacular siempre llevan un contenedor con agua caliente y otro contenedor con una yerba verde. Todo el día vuelcan agua caliente en su yerba y beben de él con una pajilla especial. 

Algunos lo hacen ni bien se levantan. Otros en la tarde comiendo bizcochos y hay quienes toman antes de irse a dormir.

Ese brebaje los identifica. Y los rumores dicen que les da poderes.

Capítulo #2: Sebastián Chittadini

Ya lo dijo Jim Morrison, la gente es extraña. Se confiesa, va al analista, le cuenta intimidades al peluquero o habla con las plantas; ¿no va a creer en cosas raras?

Arnaldo se había dado cuenta hacía tiempo de que había gente con necesidad de creer, en lo que fuera. Y él podía darles ese algo, porque tenía la fina capacidad de mover montañas con la fe ajena. Vecino correcto, algo misterioso, con un toque de excentricidad y el encanto natural de los que saben qué música necesitan las serpientes para bailar; era lo que se podría definir como un hacedor nato.

No se definía como un gurú, ni como un religioso, mucho menos como un filósofo. Sin embargo, la gente le creía y él no quería ni a la madre. Apenas le faltaba financiamiento para su “startup”, pero es sabido que siempre hay alguien dispuesto a invertir.

Capítulo #3: Diego Hernández

Empecinado en separar rancho y trabajo, y a falta de cobre para alquilar el kiosco en la principal, arregló con su amigo “El Tumba”, para armarse un consultorio entre los urnarios del camposanto por el 10 por ciento. Lugar perfecto para ofrecer el producto más irresistible: LA RESPUESTA. La sarna pa’ rascarse que faltaba para matarles la modorra. “Traiga su pregunta, y váyase con certeza”. Era clarísimo el anuncio, pero más clara era su necesidad, para que la gente se arrimara.

Dándole vueltas a la cosa, fue a buscar al viudo Don Aguirre a su casa frente a la plaza. El veterano está cómodo y se sabe que quiere a Romualda, la hermana del gomero, pero vaya saber uno porqué al viejo, nunca le dio. Todo cerraba. Y si lograba darle confianza al estanciero, al que no le faltaban vecinas que quisieran mimarlo, el codiciado timidón sería un primer cliente satisfecho, de quien aprovechar su influencia y su generosidad para la publicidad. 

Capítulo #4: Inés Hierro

Y ahí con esa idea fija en la cabeza, Arnaldo se hizo camino a paso firme entre los matorrales del bosque, hasta que se encontró con la casa de Don Aguirre.

Al llegar a la puerta se paralizó y todos los temores recorrieron su piel. Finalmente con mano temblorosa decidió golpear. Golpeó una y otra vez pero del otro lado no hubo respuesta. 

¿Qué habrá pasado? ¿Tendría problemas de audición y él no lo sabía? ¿Estará en casa? Se cuestionó. Pero en el fondo a Arnaldo le recorría una extraña sensación, una sensación nunca antes experimentada por él, había un sexto sentido que le advertía de un peligro que no lograba comprender. Pese a esto, se armó de valor y decidió intentar abrir la puerta, la escena que vio lo perturbó…

Don Aguirre se encontraba semi desnudo tendido en un sofá rojo, con pies y manos maniatados y una mirada ausente.

Capítulo #5: Danitza Setelich

Y… ¿por qué les aclaro el rojo del sofá o la forma en la que se veía atado? Es que, si mi asombro se hubiera detenido únicamente en la mirada ausente, habría quienes no entenderían la escena.

Al traspasar esa puerta, como símbolo de avanzar a la siguiente etapa, si bien el coraje hizo lo suyo, abundaba incertidumbre.

De Don Aguirre aprendimos que así son las puertas, lo que tienen de simples y rústicas lo pueden tener de paradójicas por el rumbo que abren al ser tumbadas. Esa ráfaga de fuerza que nos impulsa a quebrar con el status quo de las ocasiones que no aguantamos más, como pelota que irrumpe en la red en ese último minuto del partido, o como la burbuja que destapa el hervor al compás de un reloj que marca la recta final de la carrera a deleitar esa comida que tanto anhelamos, así es que me invadió la curiosidad por ingresar a la casa de Don Aguirre.

Capítulo #6: Sabrina Cittadino

Atónito, Arnaldo ingresó a la casa y se apresuró a acercarse al pobre viudo para desatarlo. Pareció que Don Aguirre ni había notado su presencia. Su mirada seguía perdida.

Recién cuando pudo zafar el primer nudo, Arnaldo se percató de que quien hubiese amarrado a Don Aguirre todavía podría seguir allí. Alzó la cabeza y tal como un ave de rapiña sigue con la vista atentamente a su presa, se dedicó unos cuantos segundos, inmóvil junto al maniatado, a inspeccionar con sus ojos cada recoveco de aquel amplio monoambiente.

Nadie.

— Eu, Aguirre — le susurró Arnaldo al viudo mientras lo zarandeaba por los hombros a la espera de una respuesta o una mirada.

Nada.

Arnaldo se incorporó y muy sigilosamente se fue aproximando al único lugar al que sus ojos no habían podido llegar: el baño. Mientras avanzaba, por si acaso, manoteó lo primero que le pudiera servir como arma.

Capítulo #7: Nicolás de León

Por primera vez, el dueño de todas las respuestas era un sinfín de dudas.

¿Había alguien en el baño? ¿Don Aguirre estaría fingiendo? Mientras se acercaba al baño, se alejaba cada vez más de las certezas y llegando, a punto de girar el picaporte, tuvo un momento de lucidez y recordó ese sillón:

-¿Quién, en un pueblo como este, compraría un sillón rojo?

Inmediatamente recordó aquella vez que el gomero acudió a él, sabiendo que Arnaldo siempre fue un buscavidas, para que le consiguiera un tejido colorado como el diablo, porque su hermana era fanática del Rojo y quería tapizar todo de ese color.

Pero entonces… ¿Don Aguirre tenía una aventura con Romualda?

Ese secreto valía mucho más que cualquier respuesta que Arnaldo pudiera cobrar en su emprendimiento.

Y ya no pudo mirarlo igual… ¿estaba ante el secreto mejor guardado del pueblo?

Solo había una forma de averiguarlo…

Capítulo #8: Julia Olarte

Olvidando el baño, decidió ir y cachetearlo.

– ¡Hey! ¡Don Aguirre! ¡Despierte! – Nada… Don Aguirre seguía impertérrito.

¿Sería que su semidesnudez se debía a un acto de pasión desenfrenada que lo había dejado en estado de shock?

Quería respuestas. Pero para eso necesitaba que Don Aguirre reaccionara.

– ¡Ya sé! ¿Cómo no se me ocurrió antes? – Decidido, terminó de desatarlo.

En ese ínterin, Don Aguirre da una señal. Cierra los ojos, se llena los pulmones de aire y larga un gran suspiro. Seguidamente, en su cara se comienza a dibujar una sonrisa, que llega hasta sus ojos y sin importarle su estado, busca con la mirada a quien lo había desatado.

– ¡Arnaldo! ¡Qué noche! Acabo de vivir la mejor experiencia de mi vida.

Capítulo #9: Cecilia Aldabalde

Si hasta ese momento Arnaldo no podía entender qué ocurría, después de esa declaración no podía estar más atónito.

– Don Aguirre, ¿está bien? ¿le duele algo? ¿quiere agua… un médico?

– Pero qué dices muchacho, ¿no me has escuchado? LA MEJOR NOCHE DE MI VIDA. Si yo hubiera sabido antes que esos hongos generaban esto, te aseguro que mi adolescencia no habría sido tan aburrida!

Arnaldo no sabía qué pensar, ¿eran delirios de su vecino que no sabía lo que decía o era que realmente había comido los hongos alucinógenos que habían sido siempre un mito en el pueblo? Pero de ser así, ¿cómo los había conseguido? ¿Con quién los había tomado y cómo después de eso había terminado atado en el sofá?

En búsqueda de más pistas que le aclaren la situación, logró ver que uno de los dos vasos que había sobre la mesa tenía labial rojo marcado en el borde. Arnaldo juntó valor y decidió enfrentar el secreto directamente, al fin y al cabo él era quien lo había encontrado y merecía saber la verdad. Pero cuando fue a abrir la boca para enunciar la pregunta, un ruido en el baño lo paralizó…

Capítulo #10: Diego Albornoz

– ¿Quién está ahí? – Preguntó con firmeza por fuera, pero debilidad por dentro.

Lamentablemente para sus intereses, como si todo lo que pasó hubiese sido poco, nadie respondió.

Dentro de la incertidumbre reinante, Arnaldo tenía una certeza. Don Aguirre había pasado -según su testimonio- la mejor noche de su vida provocada por los famosos hongos, y las pistas daban a entender que otra persona estaba involucrada. Entonces Arnaldo empezó a desandar el camino rumbo al baño y en el trayecto que lo separaba del mismo, fue armándose de valentía, como alguien decidido a encontrarse con lo que fuera, sin medir consecuencias de lo que allí podría encontrarse. Cuando Arnaldo se aprestaba a abrir la puerta del baño, Don Aguirre exclamó:

– ¡No te atrevas a abrir esa puerta!

Arnaldo quedó paralizado, y otra vez las dudas invaden su tranquilidad. ¿Cuál sería la razón por la que este señor no quería que yo abriera la puerta? E iba más allá aún, ¿Por qué no podía romper con mi debilidad y abrir esa puerta de una buena vez?

Capítulo #11: Luis Pereyra

Todas esas preguntas se respondieron de una manera irracional y en una fracción de segundo su mano se aprestaba a girar el picaporte para abrir aquella puerta. Es en ese preciso momento cuando un gran estruendo invadió toda la casa a la vez que Arnaldo caía al suelo, junto a la puerta del baño sin abrir.

Don Aguirre ya desatado y dispuesto a conservar el misterio del baño a como diera lugar, tomo su rifle de cacería, acertando un disparo fulminante por la espalda de Arnaldo. Aquella arma de mas de 50 años se cobraba una nueva víctima, con la diferencia que esta vez no habría un trofeo que mostrar. Todo lo contrario.

En el medio de aquel campo inmenso, sin testigos y con una grapa de por medio en aquel sofá rojo el dueño de casa se dispone a eliminar cualquier evidencia de lo ocurrido esa tarde.

Capítulo #12: Christian Sánchez

Minutos antes, Don Aguirre afirmaba haber vivido la mejor noche de su vida. Tal vez, como una ironía del destino, las próximas horas serían las más desafiantes de su existencia.

Sentado en el sillón rojo, cargado de historias, se dispuso a planificar cómo deshacerse del cuerpo de Arnaldo, que yacía en la puerta del baño ensangrentado.

El dueño de casa se pregunta… ¿Por qué no me habrá hecho caso? ¡Le dije que no abra la puerta!
Primero lo primero, pensó basicamente Don Aguirre. Quitar el cuerpo de la víctima, tal vez enterrarlo, limpiar el lugar y lo más importante, que su secreto permanezca oculto.

Nunca imaginó que en los siguientes minutos, la historia planificada se derrumbaría por completo.
El «tirador» tomó una manta y se acercó al visitante con la intención de envolverlo; estaba boca abajo. Al darlo vuelta su sobresalto fue tan grande como el efecto de los hongos de la noche anterior.

Arnaldo aún respiraba, agonizaba pero vivía…

Capítulo #13: Esteban Pino

La duda se apoderó de don Aguirre, quien en ese momento no sabía si lo que tenía en frente era una chance de arreglar la decisión tomada minutos antes o reafirmarla por medio de una estocada final que diera por cerrado el impulso siniestro que lo tenía en esa situación.

La voz débil de Arnaldo lo sacó de sus cavilaciones.

– ¿Qué carajos tenés ahí?
El herido, lejos de querer obtener respuestas sobre por qué había tratado de ultimarlo, quiso obtener información de lo que se escondía tras esa puerta.

– Hongos… La mejor noche… Sillón rojo… Cuerdas… Me extraña, botija. ¡Dos más dos son cuatro! – afirmó el veterano.

En ese momento, el velo que cubría las ideas de Arnaldo se cayó: logró comprender todo. Sonrió, pero el dolor le recordó que el tiempo, esta vez, no estaba de su lado.

Capítulo #14: Ignacio Diperna

Ufff, costó pero salió. Este último capítulo demandó mucho más que el resto. Ando fundido, ustedes qué tal la llevan?
Habitualmente me gusta escribir escuchando la lluvia, pero esta tormenta asusta demasiado.

Disculpen un segundo, están llamando a la puerta, hace días que estoy esperando la entrega de un sillón rojo que encargué por internet,ojalá sea eso. En la foto era bellísimo, lo compré para escribir allí y abandonar la silla del escritorio por un rato.

Capítulo #15: Brianella Agnese

Y no, no era el tan esperado sillón. Era el muchacho del delivery que me traía la cena; espaguetis al pesto con mi queso rallado favorito. Tan amable el muchacho, brasilero, por cierto. A veces me pregunto si yo me iría a vivir a Brasil, quizás… un día… 

– ¡Sigamos muchachos! – Exclamó Arnaldo abriendo el paquete de comida. 

– Creo que fue suficiente por hoy… – Susurró Don Aguirre. 

El reloj marcó medianoche y con ella el anhelado momento de descanso para nuestros escritores. Fue una larga jornada. 

La semana transcurrió y un nuevo viernes nacía para Don Aguirre y Arnaldo. ¿Qué sucederá en este encuentro? ¿Cómo seguirá la historia? Faltó mencionar algo… el sillón rojo tan esperado por Arnaldo, había llegado.

Capítulo #16: Romulo Martínez

El sillón lo trajo el padre de Roberto.

El Tano Pérez Roma, tenía desde hace añares una empresa de mudanzas, a la que había dado en llamar “Transportes El Bedford”, en honor a aquel primer camioncito de barandas modelo 1952, que quince años después de su fabricación en Inglaterra, el Tano, había traído al pueblo, después de comprarlo en la capital.

Perez Roma, había empezado apenas moviendo roperos de pesado roble, heladeras a keroseno, cocinas volcán, y hasta algunos envíos del London París, que llevaba desde la estación del ferrocarril, a las casas del centro del pueblo, pero fundamentalmente a campaña, a los tambos y estancias que poblaban la zona mucho más que el pueblo. Y ahí iba el Bedford viejo y peludo, peludeando por trillas que el intendente hacía llamar “caminos vecinales”.

¿Cómo no le iba a poner El Bedford a la empresa que giraba en el ramo de “Transportes y encomiendas” si de él, billete,tras billete, con el esfuerzo de aquella segunda larga, y desfalleciente, había nacido la actual flota de 2 Ford F- 600, con los que día tras día barrían la ruta desde la capital hasta el pueblo.