Dicen los críticos de cine que una película está condenada al fracaso si carece en su composición de una buena historia. Es decir, que cuente una trama intrigante e inusual, que mantenga la atención del público en constante suspenso a la espera de la resolución de los conflictos que surgen, y en el marco de una narrativa original que provoque emociones.
Como dice el dicho, pensar en un guión así parece cosa de Mandinga. Pero no; todavía existen aventuras de la vida cotidiana que nada tienen que envidiarle a las tremendas producciones de Hollywood. Para autoconvencerse, basta con charlar con el uruguayo Gustavo Falero, protagonista de una verdadera peripecia por el oeste africano en una moto Yamaha de 1988. Lo que arrancó como un paseo de un mes por Marruecos se convirtió en una recorrida de 18 meses, que terminó en el cabo Buena Esperanza en Sudáfrica.
En el camino pasaron paisajes inolvidables y enseñanzas de vida; anécdotas insólitas como que un angoleño le pida un mate; problemas inesperados si mencionamos el intento de soborno en la frontera Benin-Nigeria; enfermedades previsibles como la malaria; amabilidad infinita con la gente; inconvenientes mecánicos solucionados con alambre y accidentes jodidos que lo hicieron conocer los sistemas de salud de Camerún y Togo.
Una charla desde Alemania que pudo haber durado horas, con recuerdos infinitos y una magia narrativa atrapante, que ni el delay por la llamada de larga distancia pudo interrumpir.
Recargá el pop y disfrutá de esta aventura De Película junto a Falero, a la velocidad del capítulo 181 por la carretera de Spotify. En una noche de Hospitales, tenemos la vacuna jaranera contra el aburrimiento. Ponete el casco que emociones sobran y la imaginación vuela.
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