Será solo un rumor, canta el Cuarteto de Nos, pero hay personas que dan un paso más y no se conforman con «el que dirán».
Averiguan, preguntan, observan y saben dónde moverse para transformar el chisme en información.
Ser amigo de Pablo Cayafa es jugar con un arma de doble filo; de hecho él prefiere no enterarse de la vida privada de su núcleo famoso íntimo, pero no por falta de curiosidad sino porque nunca quebraría el código de silencio de la confianza.
Eso sí, hasta que la data llegue por un tercero y ahí se publica, se imprime y se divulga. Porque lo que hoy es su trabajo, fue muy atrás en el tiempo un entretenimiento que tenía de chico.
Sus primeras notas se escribieron con uniforme, con las noticias de lo que ocurría en el colegio y las entrevistas a profesores del liceo.
Al conocerlo personalmente, quizás lo invada un poco de timidez inicial. Está como atento, observa qué ocurre a su alrededor y no se deja avasallar. Es que tiene incorporado el chip del periodista; le gusta preguntar, pero no que le pregunten. Es concreto en sus respuestas personales, de hecho no supo qué decir si lo ataca un oso. Pero se explaya sin reparos al hablar de las intimidades que lo rodean.
La luz roja lo enciende, la farándula lo transforma. Quizás por eso no tuvo ningún problema en colarse a una entrega de premios Iris y «jugar» con cámara en mano a ser uno más del ambiente.
El tiempo le dio la razón de que el camino era por ahí, porque pese al tamaño del medio y tener menos de treinta años, Pablo labura en tele, radio y prensa. Y no se achica; toma distancia de una característica bien uruguaya que reconoce como parte de su idiosincrasia, y que critica sin reparos.
Tras firmar un acuerdo de confidencialidad y comprometerse a no sacar trapitos jaraneros al sol, Cayafa se animó a tirar algunos nombres de famosos mala onda y hasta opinar del affaire universal entre Miguel Arispe y Richard Galeano, una guerra de egos peso pluma.
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