Llega el momento de la cena, fuiste al gimnasio de mañana, tuviste un almuerzo liviano y no querés correrte ni un centímetro de la línea.
Pero, de repente, mirás el celular y pum. Una foto de un chivito canadiense con doble porción de fritas te sacude la estantería.
Los ojos se transforman, el estómago larga una señal de auxilio y solo basta un segundo de desenfreno, cual huracán en el Caribe, para que en veinte minutos la dieta y lo planificado desbarranque con las frutas y los cereales integrales a cuestas.
Tocan timbre y no es el delivery. Abrís la puerta y te invade una tormenta de culpa. ¿Por qué lo hice? ¿Dónde quedó la ensalada? ¿qué me pasó?
Si esa sensación es familiar, el programa 192 es lo que necesitas para tratar de entender uno de los sentimientos más comunes al momento de decidir, actuar o hacer. Ahora, si considerás que tu forma de ser no fue representada en el ejemplo anterior, tampoco te sientas superior al resto porque seguramente si no fue con la comida, lo haya sido cuando apagaste el despertador en lugar de levantarte, cuando pusiste en penitencia a tus hijos o mascotas, al empezar a estudiar el último día previo al examen o al formar parte de un sinfín de situaciones más del día a día, que despiertan ese acto inconsciente de autoflagelación con el que cuestionamos cada paso que damos.
¿Está bueno poner límites, decir que no y generar la frustración posterior? ¿Hay personas más culposas que otras? ¿Es necesaria la culpa para aprender a socializar? Algunas de las dudas que el psicólogo Alejandro De Barbieri intentó despejar para que no le echemos la culpa del exitoso oráculo que tuvo en sus manos.
El que esté libre de Jarana, que tire la primera piedra.
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