Lugar a dudas, por Antonio Ladra.
Esta es una hora de conciliación, esta es una hora de reafirmación democrática, esta es una hora en la que todos tenemos que sentir que, habiendo estado tan enfrentados, como pudimos estar una vez con Mujica, él desde una revolución armada, yo desde los gobiernos que la combatían, hoy podemos decir, con Octavio Paz, que “la inteligencia al fin encarna | se reconcilian las dos mitades enemigas | y vuelven a ser fuente, manantial de fábulas | Hombre, árbol de imágenes | palabras que son flores, que son frutos, que son actos”.
Así culminó su discurso el ex presidente, hasta ayer senador Julio María Sanguinetti, luego de haber presentado renuncia al cargo. Antes había hecho lo propio el ex presidente y también hasta ayer senador, José Mujica.
“Soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me puso la vida: el odio termina estupidizando. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”, dijo Mujica en el transcurso de su discurso de despedida, donde recordó a Alejandro Atchugarry, fue una señal para “huir de las grietas”.
La jornada de este martes en el Parlamento fue histórica, ya lo creo. Se retiraron dos leyendas vivas de la política uruguaya que han marcado, sin duda, los últimos cincuenta años. Dos políticos muy distintos, opuestos se diría, pero que en el fondo tienen muchas coincidencias.
Acompañá la lectura con la columna de Antonio Ladra:
Obviamente que podemos decir muchas cosas de los dos, marcar sus contradicciones, ¡quién no las tiene!, pero al fin y al cabo debería ser un orgullo para todos los uruguayos haber podido asistir a este hecho, quizás impensable en otros países, y no digo solamente en los vecinos, Brasil y Argentina, donde se cultiva y se hace alarde de la grieta, sino en muchos otros, España sin ir más lejos, por ejemplo.
Mujica y Sanguinetti, octogenarios ambos, de 85 y 84 años respectivamente, tan distintos, pero tan parecidos. Ingresaron a la política por puertas diferentes: Mujica empezó por el socialismo, pero luego a instancias de su madre se enganchó con el viejo herrerismo, y trabajó con Enrique Erro. Sanguinetti lo hizo en el viejo Partido Colorado, batllista y la diferencia entre ambos se ensanchó con el paso del tiempo. Mujica dio un paso audaz y fue uno de los jóvenes apurados que encabezó la lucha armada con el MLN Tupamaros. Sanguinetti formó parte de los gobiernos que combatieron al MLN. Los caminos se bifurcaron, vino la noche, la dictadura cívico militar se extendió a lo largo y ancho del país, siguiendo el ejemplo regional de Brasil, Argentina y Chile.
Cuando los militares dieron el golpe de Estado, Mujica ya estaba preso, había caído en el año 1972, el MLN estaba derrotado y Sanguinetti se replegó, proscripto. El tupamaro fue primero preso y luego rehén de la dictadura, sufrió todo tipo de vejámenes hasta llegar a estar al borde de la locura.
Sanguinetti, en cambio, se preparó para ser presidente para cuando descampara, fue el principal articulador de la salida democrática y en 1985 llegó a ser presidente. Una de sus primeras leyes, en marzo de ese año fue la amnistía para presos políticos y liberación de los presos políticos: Mujica salió en libertad.
Cuando Sanguinetti traspasó el mando a Luis Lacalle de Herrera padre del actual presidente, Luis Lacalle Pou, el Frente Amplio admitió en su seno al MLN y allí llegó Mujica quien luego, junto a otros dirigentes de la izquierda fundó el MPP.
Cuando en 1995 Sanguinetti llegó nuevamente a la presidencia, Mujica llegó en moto al Palacio Legislativo. Dicen que en ese momento se registró el siguiente diálogo con un guardia del Palacio Legislativo quien al ver que estacionaba la moto en un lugar exclusivo para Diputados se acercó y le preguntó: “¿Se va a quedar mucho rato, don?”
La respuesta de Mujica fue: “Mire, si no me echan, me voy a quedar por lo menos cinco años”. No solo se quedó, sino que en las elecciones de 1999 fue elegido senador. Jorge Batlle llegó a la presidencia. Sanguinetti en tanto, fue electo senador, pero no asumió la banca.
En el 2004, llegó la izquierda al poder con Tabaré Vázquez y ambos, Mujica y Sanguinetti fueron electos senadores, uno por el oficialismo y el otro por la oposición. El 15 de febrero de 2005, Mujica como el senador más votado le tomó juramento a Sanguinetti y también a su esposa Lucía Topolansky y a su viejo compañero de armas en el MLN, Eleuterio Fernández Huidobro. Mujica después fue ministro de Ganadería.
En el 2009 Mujica le ganó las elecciones en el balotaje a Luis Lacalle de Herrera y asumió como presidente, impuesto por Lucía Topolansky, por ser la primera senadora de la Nación, mientras que Sanguinetti apartado de la política partidaria, pero siempre influyente, se refugió en la escritura.
Mujica se convierte en una celebridad internacional, con una popularidad que traspasa las fronteras cosa que a él no parece disgustarle. Incluso se maneja su nombre para recibir el premio Nóbel. Sigue siendo senador y en el 2019 vuelve a repetir. Sanguinetti llega nuevamente al senado como padre de la coalición gobernante.
Ambos asumieron en febrero de 2020 como senadores hasta este martes cuando se retiraron juntos. Mujica y Sanguinetti, últimos representantes de una raza política, casi en extinción, que no admitieron medias tintas: “genio y figura hasta la sepultura”, dijo Mujica para sí, pero cuadra para ambos. Los dos se fueron aplaudidos, los dos se fueron del Senado, pero no de la política, los dos abandonaron el recinto parlamentario con mensajes de conciliación social y de reivindicación de los partidos políticos. Antes se habían estrechado en un abrazo. Con ellos se fue un pedazo de historia del Uruguay.
“Esta es una hora de conciliación, esta es una hora de reafirmación democrática, esta es una hora en la que todos tenemos que sentir que, habiendo estado tan enfrentados, como pudimos estar una vez con Mujica, él desde una revolución armada, yo desde los gobiernos que la combatían, hoy podemos decir, con Octavio Paz, que “la inteligencia al fin encarna | se reconcilian las dos mitades enemigas | y vuelven a ser fuente, manantial de fábulas | Hombre, árbol de imágenes | palabras que son flores, que son frutos, que son actos”.
Así culminó su discurso el ex presidente, hasta ayer senador Julio María Sanguinetti, luego de haber presentado renuncia al cargo. Antes había hecho lo propio el ex presidente y también hasta ayer senador, José Mujica.
“Soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me puso la vida: el odio termina estupidizando. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”, dijo Mujica en el transcurso de su discurso de despedida, donde recordó a Alejandro Atchugarry, fue una señal para “huir de las grietas”.
La jornada de este martes en el Parlamento fue histórica, ya lo creo. Se retiraron dos leyendas vivas de la política uruguaya que han marcado, sin duda, los últimos cincuenta años. Dos políticos muy distintos, opuestos se diría, pero que en el fondo tienen muchas coincidencias.
Obviamente que podemos decir muchas cosas de los dos, marcar sus contradicciones, ¡quién no las tiene!, pero al fin y al cabo debería ser un orgullo para todos los uruguayos haber podido asistir a este hecho, quizás impensable en otros países, y no digo solamente en los vecinos, Brasil y Argentina, donde se cultiva y se hace alarde de la grieta, sino en muchos otros, España sin ir más lejos, por ejemplo.
Mujica y Sanguinetti, octogenarios ambos, de 85 y 84 años respectivamente, tan distintos, pero tan parecidos. Ingresaron a la política por puertas diferentes: Mujica empezó por el socialismo, pero luego a instancias de su madre se enganchó con el viejo herrerismo, y trabajó con Enrique Erro. Sanguinetti lo hizo en el viejo Partido Colorado, batllista y la diferencia entre ambos se ensanchó con el paso del tiempo. Mujica dio un paso audaz y fue uno de los jóvenes apurados que encabezó la lucha armada con el MLN Tupamaros. Sanguinetti formó parte de los gobiernos que combatieron al MLN. Los caminos se bifurcaron, vino la noche, la dictadura cívico militar se extendió a lo largo y ancho del país, siguiendo el ejemplo regional de Brasil, Argentina y Chile.
Cuando los militares dieron el golpe de Estado, Mujica ya estaba preso, había caído en el año 1972, el MLN estaba derrotado y Sanguinetti se replegó, proscripto. El tupamaro fue primero preso y luego rehén de la dictadura, sufrió todo tipo de vejámenes hasta llegar a estar al borde de la locura.
Sanguinetti, en cambio, se preparó para ser presidente para cuando descampara, fue el principal articulador de la salida democrática y en 1985 llegó a ser presidente. Una de sus primeras leyes, en marzo de ese año fue la amnistía para presos políticos y liberación de los presos políticos: Mujica salió en libertad.
Cuando Sanguinetti traspasó el mando a Luis Lacalle de Herrera padre del actual presidente, Luis Lacalle Pou, el Frente Amplio admitió en su seno al MLN y allí llegó Mujica quien luego, junto a otros dirigentes de la izquierda fundó el MPP.
Cuando en 1995 Sanguinetti llegó nuevamente a la presidencia, Mujica llegó en moto al Palacio Legislativo. Dicen que en ese momento se registró el siguiente diálogo con un guardia del Palacio Legislativo quien al ver que estacionaba la moto en un lugar exclusivo para Diputados se acercó y le preguntó: “¿Se va a quedar mucho rato, don?”
La respuesta de Mujica fue: “Mire, si no me echan, me voy a quedar por lo menos cinco años”. No solo se quedó, sino que en las elecciones de 1999 fue elegido senador. Jorge Batlle llegó a la presidencia. Sanguinetti en tanto, fue electo senador, pero no asumió la banca.
En el 2004, llegó la izquierda al poder con Tabaré Vázquez y ambos, Mujica y Sanguinetti fueron electos senadores, uno por el oficialismo y el otro por la oposición. El 15 de febrero de 2005, Mujica como el senador más votado le tomó juramento a Sanguinetti y también a su esposa Lucía Topolansky y a su viejo compañero de armas en el MLN, Eleuterio Fernández Huidobro. Mujica después fue ministro de Ganadería.
En el 2009 Mujica le ganó las elecciones en el balotaje a Luis Lacalle de Herrera y asumió como presidente, impuesto por Lucía Topolansky, por ser la primera senadora de la Nación. mientras que Sanguinetti apartado de la política partidaria, pero siempre influyente, se refugió en la escritura.
Mujica se convierte en una celebridad internacional, con una popularidad que traspasa las fronteras cosa que a él no parece disgustarle. Incluso se maneja su nombre para recibir el premio Nóbel. Sigue siendo senador y en el 2019 vuelve a repetir. Sanguinetti llega nuevamente al senado como padre de la coalición gobernante.
Ambos asumieron en febrero de 2020 como senadores hasta este martes cuando se retiraron juntos. Mujica y Sanguinetti, últimos representantes de una raza política, casi en extinción, que no admitieron medias tintas: “genio y figura hasta la sepultura”, dijo Mujica para sí, pero cuadra para ambos. Los dos se fueron aplaudidos, los dos se fueron del Senado, pero no de la política, los dos abandonaron el recinto parlamentario con mensajes de conciliación social y de reivindicación de los partidos políticos. Antes se habían estrechado en un abrazo. Con ellos se fue un pedazo de historia del Uruguay.
Foto: FocoUY.