Por Antonio Ladra
Otra vez el sentido de la excepcionalidad, algo tan uruguayo, falló. Hace unos cuantos años fue con la dictadura. Los uruguayos nos creíamos inmunes a ese flagelo que azotaba a la región. Recuerdo que en la escuela a donde concurría, la maestra llegó a arriesgar que en Uruguay no había dictadura, en aquel momento la había en Brasil y Argentina, porque “somos cultos”.
Vino la dictadura en junio de 1973 y los militares se quedaron 12 años y bueno, la conclusión que saqué entonces sobre lo que me había dicho la maestra era que habíamos dejado de ser cultos. Y en verdad no fue eso, es que falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.
Antes de la dictadura, durante mucho tiempo, Uruguay creyó que era imposible la aparición de una guerrilla. Hubo claras señales de que eso podía llegar a ocurrir, pero nadie le prestó atención. Y la guerrilla llegó, se llamó Movimiento de Liberación Nacional –Tupamaros. Aquí también falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.
Mucho tiempo después, cuando el narcotráfico con las muertes violentas comenzó a azotar la región, aquí en Uruguay se decía que nuestro país estaba inmune a ello porque la droga solo estaba de paso. Y otra vez falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.
Lo mismo ocurrió con la crisis del 2002. Se caía Argentina, devaluaba Brasil y aquí, recuerdo al presidente del Banco Central, Humberto Capote, decir “estamos blindados, no va a pasar nada”. Y, ¿hace falta repetirlo? Otra vez falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.
Desde el mes de marzo un extraño virus proveniente de China que había hecho estragos en Europa llegó a la región y también a Uruguay. Argentina, Brasil y Chile se vieron afectados de tal manera que en el caso de Argentina se impuso el #quedateencasa de manera obligatoria. Brasil con un presidente que no da crédito a la peligrosidad del virus se transformó en uno de los países más afectados en el mundo y en Ecuador, Chile y Perú se llegó a la crisis sanitaria.
Aquí en Uruguay, otra vez como en los casos anteriores pensamos que éramos diferentes, que el Covid 19 no iba a ser un problema, hasta se ha podido ver un spot publicitario donde la lucha contra el virus se asemeja a un partido de futbol y se apela a la garra charrúa. Y otra vez parece que el sentido uruguayo de la excepcionalidad ha fallado.
Día tras día se vienen batiendo récords de casos nuevos y la bandera amarilla ya flamea frente a los uruguayos como un problema sanitario sí, pero también que afecta otros aspectos de la vida del país, la economía fundamentalmente.
Las autoridades sanitarias recomiendan “reducir los círculos de contacto social, el tiempo de las reuniones, al uso permanente de los tapabocas, distanciamiento físico, ventilación e higiene. Y agrega, sin utilizar medidas restrictivas en la movilidad social, la prevención personal es la única herramienta para reducir el aumento de contagios».
Es decir, se deja una puerta abierta a las restricciones. Sin “medidas restrictivas en la movilidad social” es casi advertir que esas medidas pueden ser el plan B si la “libertad responsable” deja de dar buenos resultados.
Los expertos del Grupo Asesor Científico Honorario alertan sobre la posibilidad de que se complique el rastreo de los contactos de las personas enfermas porque la cantidad creciente de casos pone a prueba la capacidad de seguir el hilo de la enfermedad y con ella la capacidad de contener la transmisión social.
¿Qué ha pasado? Ha cambiado el comportamiento de la gente, que le ha perdido el respeto al virus, es que nos hemos creído aquello de lo excepcional del Uruguay. Pero solo basta ver lo que ha ocurrido en otros países para saber que aquí, fatalmente, va ocurrir lo mismo. Es que Uruguay no es tan excepcional.
Escuche la columna de Antonio Ladra en Punto de Encuentro
Foto: Dante Fernandez / FocoUy