«Está en el lugar indicado en el momento justo», clama el relator de la cadena inglesa BT Sports, definiendo así el deporte de la pesca que tanto gusta de practicar Edison Cavani dentro y fuera de las canchas. Es que así, con tanza y reel alertas, pescando como tanto le agrada, no supo ni quiso perdonar el error en el rechazo de su ex-compañero de PSG, el hoy arquero de Fulham, Alfonze Areola, y entonces lo fusiló sin piedad, sin perjuicio de que después del partido ambos terminaran pasando largos minutos charlando fraternalmente en francés junto a Paul Pogba y Anthony Martial, como corresponde a los buenos amigos.

Antes y después de ese gol, el del empate, el que catapultó a Manchester United a una trabajosa y muy dura victoria ante el más que meritorio Fulham, en el legendario Craven Cottage, a orillas del Támesis, bien al oeste de Londres, Cavani se dejó el pellejo y mucho más adentro del verde. «Se mató» por el cuadro como siempre lo hace. Jugando de punta, se movió permanentemente arrastrando marcas o bien pivoteando para habilitar a compañeros que llegaban de frente y con posibilidades de herir a la última zona rival. También se le vió marcando y recuperando en el mediocampo y hasta en su propia área.

En fin, nada nuevo para quienes le conocen de sobra. Un adalid para cualquier equipo, un referente para compañeros y rivales, un vagón repleto de entrega sin pausas. En todas partes del mundo esos valores, que no son bursátiles sino humanos y futbolísticos a partes iguales, cotizan alto, pero a los ingleses en particular, asistir a tales demostraciones les encanta, dan lo que no tienen por verlas y apreciarlas.

Ahora bien, el hecho de que quien exhiba esos atributos sea una estrella mundial ya consagrada por sobrados méritos propios, es algo que en Inglatrra tienen que verlo para creerlo. Este es un país en el que los futbolistas de élite suelen aparecer en las portadas de revistas de famosos, se codean con el jet set, se tutean con las estrellas del espectáculo y se distraen con facilidad y liviandad de mister fútbol, un mandamás que hoy por hoy requiere del máximo de concentración y, sobre todo, de dedicación exclusiva. Hoy día ese síndrome del estrellato ha sido mitigado por el seleccionador Gareth Southgate, con mucho carácter, con mano firme y sin concesiones ante actos de indisciplina o dispersión inadecuada.

Sin embargo a la FA y al técnico inglés de la selección aún les queda mucho por hacer al respecto: hay aún ovejas descarriadas a las que encaminar. Por todo eso, cuando los periodistas y el público en general ven que un futbolista top, un goleador empedernido, sabe cambiarse el frac por el overol y se entrega en cuerpo y alma al equipo que defiende, además de regalarle los goles incluidos en su contrato, quedan de boca abierta y no dudan un segundo en colocarle el letrero de «Man of the Match» (Hombre del Partido). 

 

 Foto:dante Fernandez/Focouy