Por Antonio Ladra.

Porque no todo es pandemia, voy a recordar aquel 19 de julio de 1979, cuando en plena oscuridad política-social, bajo el frio montevideano, más frio que de costumbre por la falta de libertades, que escuché el sonido de la mítica sirena del diario El Día.

Simultáneamente, los ya casi desaparecidos canillitas comenzaron a vocear una edición especial del diario fundado por José Batlle y Ordóñez que ganó la calle y en pocos minutos se agotó.

Ese no fue un día cualquiera, se había puesto fin a la etapa dictatorial somocista que gobernó Nicaragua por largos años a sangre y fuego. El dictador y su familia entregó el gobierno y se fugó. En medio de la esperanza continental asumió las responsabilidades de gobierno la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional integrada por cinco miembros. El coordinador y presidente fue Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, al que acompañaban Sergio Ramírez y Moisés Hassan, ambos también sandinistas y el empresario Alfonso Robelo y Violeta Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro, como independientes.

La revolución sandinista, la revolución de los poetas como se la conocía, había triunfado en la empobrecida Nicaragua, incluso con la participación de muchos uruguayos quienes de diversas maneras apoyaron ese proceso que aportó una bocanada de aire fresco y fue un ejemplo para la izquierda continental.

Pero todo se vino abajo: la represión, la cárcel la corrupción campea hoy y desde hace un tiempo en ese país bajo la batuta de Ortega y su esposa Rosario Murillo.

Con Ortega en la presidencia, en Nicaragua se ha instaurado un sistema político de carácter personalista en extremo y sin ninguna posibilidad de rendir cuentas ni explicaciones. La residencia familiar de Ortega y Murillo es, a la vez, la oficina central del Frente Sandinista de Liberación Nacional y la Casa Presidencial. A ello se le suma la presencia de sus hijos en los círculos clave del poder: es un régimen patrimonial represor. Con la familia Ortega, Nicaragua ha regresado al somocismo y el sandinismo está muy lejos de aquel movimiento revolucionario democrático, aquel, el de los poetas.

Ernesto Cardenal, el poeta cura, fallecido, Sergio Ramírez, el escritor ex vicepresidente, la poetisa Gioconda Belli, integrantes y militantes de la revolución, quizás los más notorios, no están en el sandinismo; lo abandonaron asqueados por la corrupción y por los manejos del orteguismo. Asqueados también por las denuncias que involucraron a Ortega: la hija de Murillo lo acusó de haberla violado durante años. El cantautor Carlos Mejía Godoy, el que cantaba Nicaragüa Nicaragüita, una suerte de himno del sandinismo o la comandante Dora Telliz detenida ayer y que fuera madrina de la boda Ortega-Murillo no se pueden equivocar.

En nuestro país la izquierda del Frente Amplio tiene una doble personalidad respecto del régimen de Nicaragua.

Hace tres años aprobó por unanimidad, una declaración condenando al gobierno de Ortega por la represión y violencia desatada contra su propio pueblo. Hasta ayer había una docena de dirigentes opositores, entre ellos cuatro aspirantes a la presidencia, presos a instancias del gobierno de Ortega.

Pero ahora el Foro de São Paulo, integrado por el Frente Amplio, se manifestó en “respaldo a los gobiernos revolucionarios, progresistas, populares y de izquierda de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México y Argentina, por el verdadero compromiso con sus pueblos y los del mundo».

De paso, el Foro de San Pablo declaró su apoyo a la recolección de firmas para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración.

El FA como tal avaló todo, estampó la firma. Hasta ahora solo se ha escuchado la solitaria voz del diputado Gustavo Olmos que calificó a los gobiernos de Nicaragua y Venezuela de autoritarios y corruptos y ahora, en estos días, el Partido Socialista emitió una declaración donde condena la situación de Nicaragua. Y el resto, ¿seguirá mirando para otro lado o culpando al “imperialismo”? Y otra pregunta: ¿hasta cuando seguirá avalando al Foro de San Pablo?

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Fotos: Gaston Britos / FocoUy