La noticia fue confirmada por el empresario teatral Carlos Rottemberg; estaba internado en el sanatorio Otamendi por una descompensación.
Enrique Pinti murió este domingo. El actor argentino de 82 años estaba internado en el sanatorio Otamendi y, en las últimas horas, desde su entorno, dieron a conocer que volvió a tener complicaciones de salud, por lo que pidieron una cadena de oración. El empresario teatral Carlos Rottemberg confirmó la triste noticia a LA NACION. “Muchos lo lamentamos y estamos tristes”, dijo.
Enrique Pinti fue y será uno de los artistas más queridos no sólo para el medio artístico sino para el gran público. Con su partida se va una marca, una forma única y personal de hacer espectáculos, una mirada cáustica y acusadora sobre la sociedad que contenía la erudición del lector compulsivo y del observador minucioso; pero también parte el tipo que no le negaba el saludo a nadie, que allí estaba para hablar hasta por los codos con quien sea, el hombre inmenso que necesitaba siempre un abrazo.
Porque el cariño del púbico y de sus pares era su alimento. “¿Por qué no tengo redes sociales? Porque si alguien me dice ‘gordo de mierda’ me deprimo un día entero”, comentaba. Hoy el país lo llora.
Afectado por la diabetes y, tal vez, la depresión, Enrique Pinti fue internado el 5 de marzo en el sanatorio Otamendi por una descompensación. La pandemia, la soledad, el aislamiento obligatorio, no poder salir a cenar, a ver espectáculos, es probable que influyeran en el ánimo del artista.
Sin embargo, su voz no dejó de escucharse: hasta fines del año pasado, opinó sobre los 20 años del corralito y, entre otras intervenciones, dejó claro no creer demasiado en el talento de L-Gante. Durante 2020, realizó tres shows por streaming, Un año para olvidar, junto con Marcelo Polino, desde el living de su casa, donde hablaban de chimentos y actualidad, con su mirada feroz sobre la Argentina. “Yo quiero estar bien, lo mejor que pueda dentro de esto. Si el asunto es no salir, no tengo problema. La mayoría de la gente se deprime con el encierro, a mí no me importa. Yo me quedo acá, veo películas, tengo todo”, dijo en agosto de 2020, después de 150 días de no salir de su casa.
Pinti, fue uno de los precursores del café concert, capaz de sostener en escena larguísimos monólogos dichos a una velocidad sorprendente y absolutamente comprensibles al oído, dúctil para el music hall y las comedias musicales, creativo incansable, explorador de la realidad y un prócer en eso de sacarle la careta a la sociedad.
En sus obras el espectador quedaba expuesto ante su propia responsabilidad e idiotez como ciudadano. Fue el único que tan solo por su nombre llenó durante nueve años el teatro Liceo con su famosa Salsa criolla, logrando que la esquina de Paraná y Rivadavia para muchos sea “la esquina de Pinti”.
Enrique no fue sólo un gran actor y humorista sino también un gran escritor. En 1969 comenzó a hacer guiones para programas televivivos como La Botica del Ángel, Casino y La Luna de Canela, entre muchos otros.
Su primera obra teatral como autor fue La tartamuda (1970), dirigida por Luis Fischer Quintana, a la que llamó «desquicios musicales con ritmo de ametralladora”, en la que ya intentaba jugar de manera irónica y satírica con temas como la masculinidad y el psicoanálisis; y en 1974 hizo el libro y las letras del musical Polvo de estrellas, con dirección de David Stivel y con un importante papel en el elenco que integraban, entre muchos otros, Bárbara Mujica, Jorge Luz, Marilú Marini y Cecilia Rossetto.
Además de escribir obras para niños como Mi bello dragón, Crema rusa y Panchitos con mostaza, fue autor de sus propias obras teatrales y adaptador de comedias musicales de Broadway como Chicago (1977), Yo quiero a mi mujer (1979, 1987 y 1993), Los productores (2005), Hairspray (2008), El joven Frankenstein (2009) y Los locos Addams (2013).
Tomado de La Nación
Foto: La Voz/ Archivo