Columna de Fabián Tiscornia
Atraso cambiario. La frase que vuelve una y otra vez a Uruguay, y más en campaña electoral, sin importar cuál sea el gobierno: Colorado, Frente Amplio y ahora Coalición Multicolor. Esta semana volvió con fuerza y sobre eso se expresó Fabian Tiscornia en una nueva entrega de «Que Alguien lo Explique».
¿Qué es el atraso cambiario?
Para simplificarlo podemos decir que el atraso cambiario es que el dólar ajustado por la inflación está en un menor nivel del que debería. El dólar ajustado por inflación es el tipo de cambio real y sirve para medir qué tan competitivo es un país respecto a otro. Si bien hay otras formas de medir la competitividad, es la más utilizada.
Ese atraso cambiario se ve en que los productos uruguayos están más caros en dólares de lo que deberían según lo que indican los fundamentos de una economía en comparación con los de sus socios comerciales.
¿Qué es lo que dicen en el Banco Central? Y esto es algo que se manejaba ya cuando el presidente era Diego Labat, que sería el ministro de Economía y Finanzas en caso de ganar Álvaro Delgado.
Lo que dicen en el Banco Central es: no se puede hablar de atraso cambiario porque Uruguay ya no tiene un régimen de tipo de cambio fijo. ¿Qué es esto? Es el sistema que tenía en Uruguay hasta la crisis de 2002 con las llamadas bandas de flotación, que era que el valor del dólar se movía en cierto porcentaje, pero, el Banco Central mediante la compra o venta de dólares aseguraba que su precio no se iba por debajo ni por encima de ese nivel.
Los más veteranos recordarán la famosa “tablita”, que era otra forma de fijar el valor del dólar que tenía Uruguay y que estalló a inicios de los años 80.
Para tener un ejemplo más cercano, el tipo de cambio fijo es lo que hace hoy Argentina con el dólar oficial, es decir este sube de forma controlada de a 2% cada mes.
Uruguay desde junio de 2002 mantiene lo que se conoce como tipo de cambio flotante. Esto es, el precio del dólar lo determina la oferta y la demanda, como sucede con cualquier otro producto.
Pensemos por ejemplo lo que ocurre con las frutas y verduras cuando hay sequía y por tanto escasean: sube el precio. Al contrario, cuando la situación climática es normal y hay mucha oferta de frutas y verduras, su precio tiende a bajar.
Con el dólar ocurre lo mismo: entran muchos dólares al mercado, por ejemplo por la inversión extranjera cuando se dio la obra de UPM 2 y eso presiona a la baja al precio del dólar. O entran dólares porque fondos de inversión del exterior quieren posicionarse en deuda en pesos uruguayos porque los intereses que paga son atractivos, ocurre lo mismo, hay muchos dólares en plaza y eso hace bajar su precio.
A la inversa también puede pasar que entren menos dólares y por tanto su precio tenderá a subir o que por ejemplo haya problemas en la economía a nivel mundial y como el dólar es considerado un refugio, aumenta la demanda de dólares y por tanto su precio sube.
La clave entonces es que el precio del dólar se fija en el mercado de cambios. Lo que ocurría desde 2002 hasta 2022 era que el Banco Central igual intervenía a veces en el mercado de cambios comprando o vendiendo dólares, con el fin de que la divisa estadounidense no se desalineara de lo que marcan los fundamentos de la economía.
Pero, eso dejó de ocurrir en agosto de 2022 y desde entonces el Banco Central no interviene más en el mercado de cambios.
Dicho sea de paso, tampoco con esas intervenciones lograba revertir la tendencia del dólar. Si el billete verde venía a la baja en el mundo, iba a bajar también en Uruguay y viceversa. O si entraban al país muchos dólares por inversión extranjera o por turismo o por exportaciones de productos, tampoco el Banco Central cambiaba esa tendencia a la baja con la compra de dólares.
Volvamos entonces a la polémica que se da por estos días y es el reclamo desde el sector agropecuario por el atraso cambiario y lo que se dice desde el gobierno y la oposición.
Por un lado está lo que muestran los informes del propio Banco Central y que marcan que el tipo de cambio real (recuerden, el dólar ajustado por inflación) está 15% por debajo de lo que indican los fundamentos de la economía uruguaya. Esto es lo que el sector productivo entiende como atraso cambiario.
Durante el discurso de cierre de la Expo Prado el presidente de la ARU, Patricio Cortabarría, hizo hincapié en que el PIB de Uruguay pasó de US$ 62.000 millones a US$ 72.000 millones, pero el gasto en términos del PIB sigue siendo el mismo. Es decir no hubo reducción del gasto y eso hace que el país tenga que emitir deuda en moneda nacional para financiar el déficit fiscal y eso termina presionando a la baja al dólar porque hay cambio de portafolios es decir, se venden dólares para comprar esa deuda en moneda nacional.
La ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche tiene otra mirada.
¿Qué puede pasar hacia adelante?
En el Partido Nacional está claro el mensaje y lo corroboré hablando con un integrante del equipo económico: el Banco Central persigue objetivos de inflación y no metas de tipo de cambio. De hecho, la propuesta de Álvaro Delgado es bajar la inflación al 3%. Así que por ese lado, no se esperarían grandes cambios. Puede haber sí alguna apuesta a bajar el déficit fiscal, algo que este gobierno se comprometió y logró a medias.
Desde el lado del Partido Colorado, los principales asesores de Andrés Ojeda en economía (y allí tenemos a Isaac Alfie, Luis Mosca y Miguel Vieytes) entienden que el problema está por el lado fiscal. Es decir, entienden que se debe al déficit fiscal y al nivel de gasto público. Por tanto, lo que se propone desde allí es reducir el déficit fiscal por la vía de que el gasto público aumente menos que lo que lo hace la economía.
Del otro lado, del Frente Amplio, su eventual ministro de Economía, Gabriel Oddone ha señalado que la política económica del actual debió haber tomado el accionar del banco central del que hablábamos de perseguir el objetivo de poner la inflación dentro de la meta “como una restricción adicional para formular sus políticas. Y eso debería haber llevado a un manejo más consistente de la política fiscal y de ingresos para evitar efectos colaterales negativos como una apreciación excesiva del tipo de cambio real como la que se dio”.
“Eso le deja planteado al próximo gobierno un desafío importante: cómo recuperar competitividad sin comprometer el logro de la caída de la inflación”, decía Oddone.