Columna de Historia: 

 

Buceo de la Luz y su cabaret, que también fue morgue y hoy es museo

En su expansión al este, la playa del Buceo toma su nombre de un navío español llamado “Nuestra Señora de la Luz”, que en 1752 naufragó en la zona. Dado que tenía gran cantidad de monedas de oro y plata en sus bodegas, motivó una búsqueda desenfrenada para hallar esos metales. El tranvía de caballitos llega allí en 1877, pero la urbanización y su uso balneario demoró un poco más, concretándose en la primera década del siglo XX. Se trató de un veraneante de fin de semana, que empezó a levantar ranchos de lata y madera, en los que se desarrollaban comidas y partidos de naipes, además de pescadores artesanales, germen del barrio que es hoy. En la costa se destaca el edificio del Museo Zoológico “Dámaso Antonio Larrañaga” que se remonta a 1929, obra del Arq. José Mazzara, en base a la “ampliación y refacción de un edificio destinado a bar” en la punta del Buceo, sobre la entonces Rambla Wilson. La construcción se hizo tomando como base una antigua morgue perteneciente al vecino Cementerio del Buceo, finalizando tres años más tarde. Este macabro origen del edificio llevó a que el ingenio popular lo denominara “El Cabaret de la Muerte””. El estilo es morisco, basado en determinados recursos de este vocabulario, como la torre que adopta la forma de un minarete. Cedido por la Comuna a la Dirección de la Armada como estación oceanográfica, fue el origen del Museo Oceanográfico que funcionó hasta 1956, cuando se creó el actual Museo Zoológico por iniciativa municipal.

Un fallido aerocarril en la costa de Malvín

El nombre de esa playa proviene del primitivo propietario de la zona, el comerciante-saladerista Juan Balbín y González Vallejo, pese a otra teoría que vincula esta playa con la explotación lobera y ballenera hacia las islas Malvinas, lo que no está comprobado. Fundado el barrio “Lavaderos del Este” en 1896 por parte de Francisco Piria, para que habitaran las lavanderas desplazadas de un Pocitos que ya se perfilaba como balneario internacional, con la mayoría de sus nombres en homenaje a ríos americanos (Amazonas, Orinoco, Pilcomayo, Río de la Plata, Rimac, Bermejo). En los años ´20 del siglo pasado se erige como zona de veraneo de celebridades como Carlos Gardel, Francisco Canaro, Irineo Leguisamo y Juan D´Arienzo, y en la década del ‘40 se fueron afincando allí bancarios, militares, empleados públicos y comerciantes. El turismo sobre todo argentino alquilaba casa particulares, generándose restaurantes y hoteles en la zona, como “La Paloma” y el “Rodelú” en en el primer caso; y el mítico Hotel Las Brisas, en la rambla y Michigan, además del Amazonas, el Argentino, el Familiar Malvín, el Villa del Mar y el Ancla Argentina, de acuerdo a una publicación de la Comisión Nacional de Turismo de 1951. Germán Barbato fue un muy buen intendente, que gobernó la ciudad entre 1948 y 1950, y 1951 y 54. Impulsó la construcción de edificios significativos montevideanos, como el Planetario, el Cilindro y la ampliación del Teatro de Verano. Municipalizó los tranvías y trolebuses, y afirmó las ferias vecinales. Tuvo una buena idea, pero mal ejecutada, como lo fue el aerocarril sobre playa Malvín. El diario “El Día” en julio de 1950 tocó el tema, tratándose de un teleférico para 25 personas que viajaría entre la Punta del Descanso y la Isla de Las Gaviotas, totalizando 341 metros a ser recorridos en 1 minuto y 20 segundos. El proyecto incluía salón de té, restaurant y boite en la isla, que parecía chica para tanta infraestructura. A tales efectos, se levantaron en 1963 dos torres de 30 metros de altura. Pero pronto aparecieron los problemas. La linga de hierro que debía sostener el teleférico no aguantaría el peso del mismo, por lo que el riesgo de que el paseo terminara en tragedia era alto. En la medida que pasaba el tiempo crecieron las críticas, y la forma de las inútiles torres y el apellido de su gestor acuñaron la rima: “El zapato de Barbato”. El ex-intendente dejó este mundo en 1965. Las moles fueron lugar de pintadas en campaña electoral, de publicidad de cigarrillos y hasta para usos “non-sanctos”.

Un hotel centenario en las arenas de Carrasco

Sebastián Carrasco, uno de los primeros pobladores de Montevideo, recibe en 1726 una suerte de estancia en la zona que hoy lleva su nombre. Sobre fines del siglo XIX el abogado y empresario Alfredo Arocena visitó balnearios europeos, y quedó impactado, sobre todo con Ostende, en la costa de Bélgica, sobre el Mar del Norte, uno de los lugares entonces preferidos de la aristocracia europea. Solía pasear a caballo por la costa montevideana, y sueña entonces con levantar una ciudad balnearia, para lo que adquiere terrenos entre las actuales calles San Nicolás, Bolivia y el mar. En 1910 con José Ordeig y Esteban Elena fundan la S.A. Balneario Carrasco, rematando Piria terrenos al año siguiente y comenzando la construcción de un barrio jardín (Viña del Mar) diseñado por el paisajista francés Charles Thays. Se le encarga el proyecto al arquitecto suizo-francés Jacques Dunant y a su colega galo Gaston Mallet, asistidos por el uruguayo Félix Elena, pero la Primera Guerra entorpece las obras, haciéndose cargo entonces la Intendencia capitalina, comandada por Santiago Rivas, que citó a los arquitectos Alfredo Baldomir (futuro presidente de la república) y Octavio Sambucetti. De estilo ecléctico-historicista, la publicidad de época se refería al mismo como “el hotel más suntuoso de Sudamérica y la playa más hermosa del Atlántico”. 116 habitaciones, terrazas, salas de juego, salón de fiesta, peluquería, biblioteca, y venta de bombones, flores y juguetes. Cristalería Baccarat de Francia, loza y porcelana alemana, batería de cocina de la Casa Gaillard de París eran su sello de calidad, en la fiesta inaugural del 4 de febrero de 1921, con 500 invitados de ambas márgenes del Plata. El esplendor de Punta del Este a partir de fines de los años ´40 hace que el hotel entre en decadencia. Luego de una fallida concesión en los años ´90, en 2013 la francesa Sofitel se hizo cargo del hotel, el que restauró, y la española Codere del Casino, recuperando Montevideo uno de los hoteles más emblemáticos, en donde se alojaron Albert Einstein en 1925, Federico García Lorca en 1934, y más recientemente Paul Mc Cartney (2014) y los Rolling Stones (2016).