El Papa Francisco presidió un domingo más el ángelus desde la ventana del estudio del palacio apostólico y comentó la parábola del “buen samaritano” afirmando que “este es el camino para entrar en la vida eterna”. Este relato “indica un estilo de vida, en cuyo centro no estamos nosotros mismos sino los otros, con sus dificultades, que encontramos en nuestros camino y que nos interpelan”.
Al igual que en el Evangelio, Francisco aseguró que cada uno puede preguntarse “¿quién es mi prójimo?” y por eso Jesús respondió con esta parábola en la que se cuenta cómo habiendo un hombre en una calle de Jerusalén unos bandidos le asaltaron y dejaron abandonado. Pasó un sacerdote, luego un levita, pero no le ayudaron. Después pasa un samaritano, un habitante de Samaria, una región despreciada por los judíos, y él lo ayuda. El Papa explicó que esto muestra cómo no se debe “catalogar a los otros para decidir quien es mi prójimo y quien no lo es”. “Depende de mi ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, también si es extraña o quizás hostil”, añadió. “La actitud del buen samaritano es necesaria para dar prueba de nuestra fe, la cual ‘si no está hecha de obras en sí misma está muerta’, como recuerda el apóstol Santiago”.
Francisco destacó que “mediante las buenas obras, que hacemos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe nace florece y lleva fruto”. El Pontífice pidió preguntarse si la fe de cada uno es fecunda, si produce buenas obras o sin embargo “es más estéril y entonces está más muerta que viva”. “Al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia, el Señor podrá decirte: ‘¿Te acuerdas de aquella vez, sobre la calle de Jerusalén a Jericó? Ese hombre medio muerto era yo’”. El Santo Padre concluyó pidiendo ayuda a la Virgen María para “caminar en la vía del amor generoso hacia los otros, la vía del buen samaritano”.
FUENTE: ACI FOTO: Alexey Gotovsky