Toma aire conmigo, échate un poco para atrás y grita (pa dentro porque pa fuera puede que despiertes a alguien): ¡Qué ganas tengo que ir a la JMJ a Cracovia Dios míoooo!

Listo, ahora que ya nos hemos desahogado y suponiendo que tu no estás en la en Cracovia (porque si así fuera dudo que estés leyendo este post con todas las cosas interesantísimas que hay para hacer en la JMJ) vamos a entrarle a tener una reflexión motivacional al respecto. No sé si has tenido la bendición de participar de una Jornada Mundial de la Juventud, yo sí, y realmente me cambió la vida. Me imagino que como la gran mayoría de las jornadas y encuentros mundiales de lo que sea que vayas, sobre todo si son de algo católico, la experiencia te cambia la vida, te impacta, te conmueve, y cuando regresas a casa vuelves diferente, con el corazón menos de piedra y más de carne. Obviamente si fuiste a vivir la jornada y no a hacer turismo espiritual. Todos quienes hacemos algún apostolado, debiéramos vivir o motivar a vivir. Si aún eres joven, prepárate para la que viene y si eres un adulto, pues tienes dos opciones: o acompañas a un grupo de jóvenes o trabajas para que esos jóvenes puedan ir.