La función de los riñones consiste en limpiar la sangre de sustancias innecesarias para enviarlas a la vejiga, una bolsa muscular que puede ensancharse para almacenar hasta 500 ml cuando está llena. Cuando se encuentra medio llena, los nervios envían una señal al cerebro para que se expulse la orina; ésta sale a través de la uretra, que se mantiene cerrada mediante los músculos del esfínter. El esfínter interior se abrirá cuando la vejiga esté llena, pero el músculo del esfínter exterior se puede contraer de forma voluntaria para controlar la salida de la orina. Los músculos del suelo pélvico, situados bajo la vejiga y alrededor de la uretra, se encargan del control adecuado de la vejiga. Una de cada 4 mujeres y uno de cada 8 hombres experimenta una interrupción de este proceso en algún momento de su vida.
Causas principales de la incontinencia urinaria
Los músculos del suelo pélvico pueden estar debilitados.
En la mayoría de los casos, la incontinencia se produce por un debilitamiento de los músculos del suelo pélvico que mantienen cerrada la uretra. Cuando pierden su elasticidad, actividades cotidianas como reírse, toser, levantar peso y correr, pueden causar pérdidas. Sin embargo, estos músculos se pueden fortalecer de nuevo.
En el caso de las mujeres, las causas principales de la incontinencia se derivan de los cambios que se producen en el embarazo, el parto y la menopausia.
Son muchas las satisfacciones de la maternidad no obstante, el embarazo y el parto someten a tu cuerpo a todo tipo de cambios, tanto físicos como hormonales. La incontinencia urinaria es, por tanto, una de las consecuencias más comunes del embarazo y del parto. La combinación de los cambios hormonales, la presión del útero sobre la vejiga y el esfuerzo del propio parto pueden reducir la eficacia de los músculos pélvicos.
La pérdidas se pueden producir durante del embarazo y tras el mismo, e incluso, en el caso de algunas mujeres, sucede mucho después. Cuando se experimenta en el embarazo, suele ser temporal.
La menopausia también implica cambios físicos y hormonales. Concretamente, hay una disminución de la cantidad de estrógenos que afecta a los músculos abdominales. Esto puede provocar un cambio de posición de la vejiga, reduciendo así la eficacia de los músculos que la mantienen cerrada.
El sobrepeso también puede suponer una presión añadida en los músculos pélvicos y abdominales, que puede originar pérdidas.
Entre otras causas de la incontinencia urinaria se incluyen determinadas situaciones médicas como, por ejemplo, infarto cerebral, demencia o diabetes. En ocasiones, las pérdidas se explican por daños o interferencias en los canales nerviosos, lo que impide el intercambio de las señales adecuadas entre el cerebro y la vejiga; en el caso de la demencia, se produce un error al registrar estas señales. Con eso se puede desarrollar vejiga hiperactiva (necesidad de orinar con mucha frecuencia) o vejiga hipoactiva (vaciado inadecuado de la vejiga, lo que produce pérdidas).
Las enfermedades de Parkinson, Alzheimer, espina bífida, esclerosis múltiple o los daños cerebrales también pueden afectar a la comunicación entre el cerebro y la vejiga, por lo que se produce la incapacidad de controlar la vejiga o vaciarla por completo.