En el colegio de Christopher Cornelius, un niño de 11 años con autismo, hicieron que todos los alumnos rellenaran unas fichas con información sobre ellos y las colgaran en la pared. Según la ficha del niño, su comida favorita es la pizza, le gusta el fútbol y sus amigos son «ninguno». Cuando su padre vio la ficha publicó un mensaje en Facebook pidiendo que los adultos hablen del tema con sus hijos. El mensaje ya se compartió más de 50.000 veces en menos de dos semanas.
En su mensaje, Bob Cornelius, el padre del chico, explica que Christopher jamás fue invitado a una fiesta y nunca había tenido un amigo de verdad. «No tengo la solución», reconoce. «La verdad es que solo puedo confiar en la compasión de los demás para que sean comprensivos con él». Tras la publicación del post, Christopher comenzó a recibir cartas y regalos y su padre tuvo que actualizar el mensaje agradeciendo el gesto, aunque insistiendo en que ese aluvión de cartas «no era lo que pretendía».
La historia de Christopher tuvo un feliz giro, pero no siempre ocurre eso. Como el padre del niño apunta en su mensaje, no todos los pequeños tienen la suerte de empezar a recibir atención después de un gesto de bondad.
Cornelius pone el ejemplo del jugador de fútbol americano que se sentó a comer con un niño con autismo que almorzaba solo y, tras aparecer la historia en los medios, el pequeño comenzó a comer acompañado. «¿Dónde estaban los demás niños antes de que fuera el foco de atención?», pregunta. «Lo sabemos porque se veía en la imagen: sentados en otras mesas, ignorándolo».