Pisamos octubre y el marketing Halloween nos invade los corazones. Sombreros, calabazas, golosinas, fantasmitas, decoraciones en vidrieras, publicidades y colegios; excusa perfecta para la fiesta de disfraces. La televisión hace lo suyo y nos inyecta, a toda hora, una buena dosis de películas de terror, series de muertos, zombies, vampiros, poseídos y otras criaturas propias de una Noche de Brujas.
Importamos la costumbre de festejar el 31 de octubre como trasplantamos palmeras subtropicales al suelo autóctono, sin preguntarnos mucho de dónde viene, ni qué hay detrás.
Y la cuestión del clima no es menor. Halloween es, tradicionalmente, la metáfora del ingreso a la sombra, a la noche, al invierno. En el Hemisferio Norte, el otoño anuncia el período del año en el que la luz del sol comienza a menguar y los días se hacen más cortos. La naturaleza entera invita a soltar, a morir, a dejar ir, a conectar con los ancestros y exorcizar los miedos con truquitos y disfraces. ¿Y en Argentina? ¡Oh! El sol despierta, ¿qué haremos?A más sombra, más viaje interior
Fire Valkyrja, bruja contemporánea y estudiosa de las tradiciones celtas, lo explica de esta forma: «Samhain era el nombre que antiguamente tenía este festival de cosecha en el mundo céltico. Su nombre significa “fin del verano”. Solía reunirse y juntar lo mejor de la cosecha para aprovisionarse para el invierno, que seguramente sería duro. También es un festival que separa la parte cálida del año con la parte fría y oscura. Como el astro sol se hacía débil y calentaba menos se creía que moría. Asi que en este festival se hacía la despedida del Dios Sol. También se recordaba a los muertos que habían partido. Se les dejaba una ofrenda (algo muy común en los pueblos antiguos) y el resto de la aldea celebraba».
El 31 de octubre es Halloween (“All Hallow’s Eve” en inglés antiguo), algo que significa, literalmente, “Víspera de Todos los Santos”. El arquetipo que impera por doquier es el de la bruja Hécate con caldero, verrugas y hechizo, que desata su magia en los confines de la noche. En algunas culturas es una invitación a traspasar el fino velo que une los mundos y contactar con los muertos, con los que abandonaron este plano. En México, por ejemplo, el Día de Muertos es de gran importancia: se hacen fiestas dentro de los cementerios con ofrendas y recordatorios. Lo mortal se toca con lo vital desde el fuego de las velas, las reuniones llenas de flores y los cantos con guitarra. En las comunidades del norte de Argentina como Jujuy y Salta se conmemora el 2 de noviembre el Día de los Fieles Difuntos, por tradición católica y por sincretismo cultural con las comunidades indígenas.
No nos negamos a ninguna celebración, ¡el que quiere celebrar, que celebre! Pero revisamos las fechas para situarnos en el tiempo que estamos atravesando en el Hemisferio Sur. Nuestro ingreso a la noche, a las profundidades de la sombra y al Día de Brujas, se celebraría el día opuesto en el calendario: el 1 de mayo. En ese momento estaría justificado un Halloween para nosotros, más cercanos al polo sur. A menos luz, se podría decir, se destapa la olla para que salgan los fantasmas y criaturas de la noche; la psiquis experimente una transformación hacia adentro: la semilla duerme debajo de la tierra, los deseos se acunan en el interior, la expansión se detiene y se pone en punto muerto, a la espera del regreso de la luz.
¿Qué celebraríamos el 31 de octubre en nuestro Hemisferio?
Elegimos Beltane entre otras muchas festividades alrededor del mundo que celebran el regreso de la primavera. Esta fecha es, según las tradiciones paganas celtas, el último de los tres festivales primaverales de la fertilidad, y es cuando la gente, las plantas y los animales se preparan para los meses cálidos.
A más sol, más placer
Beltane es una época de renacimiento y fertilidad asociada a los descontroles sexuales de la naturaleza en su afán por recuperar la vida y por volver a la vitalidad luego de un invierno crudo y retraído. Su nombre deriva directamente de la palabra “Beltene” del viejo idioma irlandés, que significa “fuego brillante”, “resplandeciente” o “regreso del sol”. Simbólicamente hablando, y de acuerdo con la creencia wiccana, el joven dios despierta a su virilidad y desea a la joven diosa, se unen y ella queda embarazada. Los fuegos de Beltane arden en el medio del bosque con grandes hogueras y, algunas tradiciones cuentan, que era una noche de permitidos para la gente de los pueblos. Todos se encontraban en el bosque para hacer magníficas orgías y así celebrar el comienzo de la fertilidad anual.
Otro símbolo de esta época es el culto al “Hombre verde”, un personaje que se encuentra en diversas culturas del mundo desde tiempos inmemoriales. Relacionado a menudo con deidades de la naturaleza vegetal, representa el renacimiento asociado al ciclo anual y a la época de la primavera. Las hadas, elfos, y criaturas del bosque, también son honrados en esta época del año, que invita mucho más a salir al aire libre y conectar con los espíritus de los elementales y con los guardianes de los cuatro puntos cardinales.