Donald Trump rompió ayer el silencio que había mantenido sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. En un mensaje en Twitter, el presidente electo amenazó con poner fin al deshielo, a menos que la isla acepte negociar un «mejor acuerdo» tanto para los cubanos como para los estadounidenses.

El debate sobre el futuro de los vínculos entre Estados Unidos y Cuba ya se instaló en Washington. Ayer, ante las declaraciones de Trump, la Casa Blanca defendió el acercamiento con La Habana.

«Los críticos de la actual política sugieren que de alguna forma Estados Unidos ha hecho un paquete de concesiones al gobierno cubano. Eso está equivocado. No hay concesiones», dijo Josh Earnest, el vocero de la Casa Blanca.

Earnest dijo además que el acercamiento a cuba trajo beneficios concretos a ciudadanos estadounidenses y cubanos. Esa política «ofrece más libertad a ciudadanos estadounidenses para visitar Cuba, o enviar dinero a miembros de su familia en Cuba, o participar en negocios», expresó.

Ayer, el vocero de Trump, Jason Miller, buscó matizar la enérgica declaración del presidente electo, pero afirmó que la nueva administración no apoyará un acuerdo en el que los estadounidenses sean «tomados por tontos».

«Claramente Cuba es un asunto muy complejo y el presidente electo está al tanto de los matices y complejidades sobre el desafío que los cubanos y la isla enfrentan. De modo que será un asunto al que él se dedicará cuando sea presidente» en funciones, comentó. No obstante, Miller añadió que Trump «quiere ver libertad en Cuba para los cubanos y un buen acuerdo para los estadounidenses en el que no sean tomados por tontos».

En relación con Cuba, dijo el vocero, las prioridades del nuevo gobierno estadounidense serán presionar por la liberación de presos políticos, el retorno a Estados Unidos de personas que huyeron de la ley y el restablecimiento de libertad «política y religiosa».

El sábado, en medio de la conmoción provocada por la noticia de la muerte de Fidel Castro, Trump había emitido una nota oficial en la que afirmó que su gobierno «hará todo lo que pueda» para garantizar la «prosperidad y libertad» de los cubanos.

El presidente electo cambió varias veces de opinión sobre su política hacia la isla a lo largo de los años: primero dijo que apoyaba la política de distensión de Obama; después que la apoyaba, pero que había que conseguir un acuerdo mejor, y luego en Miami, antes de las elecciones, cuando necesitó el voto del llamado «exilio» de Florida, cambió su discurso y se mostró crítico con el deshielo.

Por el momento no está claro de qué forma el nuevo gobierno podrá dar marcha atrás en el proceso de aproximación entre Washington y La Habana, ya que no se trata de un acuerdo único firmado por las partes, sino de un diálogo para restablecer relaciones rotas hace medio siglo.

Parte de ese esfuerzo para «normalizar» las relaciones es el compromiso estadounidense de iniciar en algún momento el desmonte del embargo a Cuba, iniciado en 1962.

Pero con las dos cámaras del Congreso dominadas por el Partido Republicano y con Trump en la Casa Blanca, las perspectivas de que el Poder Legislativo estadounidense inicie ese desmonte se tornan difusas.

Agencias AFP, Reuters y EFE

«Si Cuba no está dispuesta a hacer un mejor acuerdo para los cubanos, los cubanoestadounidenses y los estadounidenses en general, pondré punto final al acuerdo», expresó Trump.

Su mensaje coincidió con el inicio de los tributos en Cuba por la muerte de Fidel Castro , el viernes pasado, y con la llegada a La Habana del primer vuelo comercial regular a la capital cubana desde Estados Unidos en más de medio siglo, un paso más en la normalización de las relaciones entre ambos países.