En japonés, el nombre de esa protuberancia que tenemos en la mitad de la cara es hana. En Islandés, nev. En el sur de Chad, en África, los que hablan sar le dicen kon. Y mientras que en la mayoría de Estados Unidos le dicen nose, en el suroeste, la tribu Zuni la llama noli.Aunque todas son diferentes, lo que tienen en común todas estas narices es la n.
De hecho, en 1.400 distintos lenguajes del mundo, la palabra para el órgano olfativo contiene el sonido de esa letra.
Ese es apenas uno de los ejemplos que encontró Morten Christiansen de Cornell University, Estados Unidos, en una investigación que lideró para responder la pregunta que se vienen haciendo científicos del lenguaje como él desde hace tiempo:
¿Hay puntos en común entre los sonidos de algunas palabras y sus significados en las lenguas del mundo?
No es casualidad
Aunque una serie de estudios recientes dan a entender que los sonidos que escogemos para ciertos conceptos no son totalmente aleatorios, la teoría tradicional lo niega.
Desde hace un siglo el suizo Ferdinand de Saussure, uno de los padres de la semántica, dejó claro que los sonidos de las palabras no tienen relación con su significado; no son más que etiquetas arbitrarias.
Pero el megaestudio de Christiansen, que examinó palabras en 6.000 lenguas y dialectos de América, Asia, Europa y Australasia, reveló otra cosa.
Descubrieron que algunas palabras sí tienen sonidos en común en muchos idiomas, así estos no estén relacionados entre ellos.
El estudio es probabilístico, lo que significa que encontraron una cantidad más alta de casos que los que se encontrarían si fuera casualidad.
Los resultados llevan pensar que los sonidos que les damos a las palabras no son tan arbitrarios como creíamos.
La vie en rot
«Estudiamos un grupo de palabras que se consideran culturalmente importantes en todo el mundo», le explicó a la BBC Christiansen.
«Palabras como las que se usan para las partes del cuerpo, pronombres -yo, tú, él-, así como algunos fenómenos celestiales como el Sol, la Luna, y así».
«Una de las cosas que encontramos fue que si, por ejemplo, el lenguaje tienen una palabra para el color rojo, probablemente uno de sus sonidos será la r: red, en inglés; rouge, en francés; rot, en alemán; en danés, rød«.
Sin embargo, esos son ejemplos de lenguajes europeos, cuyo ancestro es relativamente reciente. Lo sorprendente sería que se pudiera extender a lenguas más remotas, como Mandarín o Swahili.
Para el estudio, explica el científico de lenguajes, los investigadores dividieron el mundo en seis áreas macrolingüísticas: América del Norte, América del Sur, Eurasia, Australia y Papúa Nueva Guinea con las islas del Pacífico.
«Para que una palabra contara como relevante en términos de la relación entre el sonido y el significado, tenía que aparecer en al menos tres de estas áreas», puntualizó.
La m de mamá
Entre los sonidos más populares está la ‘l’ para designar a la lengua, que encontraron en todas las áreas macrolingüísticas.
«Las palabras para los senos tienden a tener el sonido de la «m», y lo interesante de esto es que a menudo la palabra para senos se usa también como término para la madre (mamá / mama)».
Más fácil, por supuesto, debe ser encontrar estas semejanzas en las palabras onomatopéyicas, aquellas que imitan el sonido que hace lo que designan, como quiquiriquí… ¿o no?
«Algunas. Pero curiosamente, mientras que en inglés ‘oink oink’ es un cerdo, en danés es ‘erf erf’, en vietnamés, ‘ud id’. De manera que a pesar de que se supone que corresponden a los sonidos que hacen los animales, son modeladas de acuerdo a las distintas lenguas».
«En contraste, las señales que encontramos parecen más generalizadas y sugieren que quizás tiene que ver con nuestra naturaleza biológica».
En la nariz
¿Por qué existen estas coincidencias con la palabra nariz, sin importar dónde está esa nariz?
«Esa es la gran pregunta. Con esos patrones que se repiten en lenguas que no tienen un ancestro común, lo que nos queda es una hipótesis de que estas relaciones entre sonido y significado se deben a factores que son comunes para nuestra especie».
El equipo también notó que hay algunos sonidos que se tienden a evitar para ciertos significados, especialmente cuando se trata de pronombres.
Las palabras para ‘yo’, por ejemplo, generalmente no incluyen los sonidos u, p, b, t, s, r ni l. Para ‘tú’ no se suelen utilizar u, o, p, t, d, q, s, r ni l.
«Puede tener que ver con la manera en la que percibimos y procesamos información, de manera que al asociar un sonido con un significado particular, esa asociación nos parece más natural para los seres humanos«.
«Una de las cosas que se pueden hacer, por ejemplo, es usar técnicas de neuroimagen en busca de relaciones posibles entre sonidos y aspectos específicos de significado, como el color rojo, en el cerebro».