Se va con una imagen altísima -60% de aprobación- y miles de personas ya empiezan a extrañarlo. Barack Obama ofreció ayer su última conferencia de prensa, que arrancó con la defensa de una «prensa libre y escéptica» para que la democracia funcione, a la vez que advirtió que, una vez que se retire, hablará poco, pero que indudablemente lo hará «si ve la democracia o alguno de los valores medulares que integran su ejercicio en peligro».
Poco a poco, el diálogo con los periodistas pareció volverse un mensaje por elevación hacia su sucesor, Donald Trump. «Lo peor que uno puede hacer es gobernar en soledad. Rodearse de personas que solamente digan lo que uno quiere oír o que te den la razón todo el tiempo», reflexionó.
Nadie lo dijo. Pero en la pequeña sala de prensa, colmada, sobrevolaba la imagen de Trump, que lo sucederá a partir de mañana y de quien se sabe que es todo lo contrario, es decir, poco propenso a escuchar e intolerante con la prensa y con quienes piensan distinto.
Obama aventuró, incluso, que el intercambio de opiniones puede llevar a que su atípico sucesor «cambie alguna de sus ideas» luego de escuchar a sus asesores. Reconoció que el magnate tiene «todo el derecho del mundo a llevar adelante su propia visión de las cosas», que en lo fundamental discrepa de su propia visión, porque ése fue el mensaje con el que ganó las elecciones.
«Nuestras acciones tienen consecuencias enormes. Es apropiado que el próximo presidente medite sus propuestas y entienda que va a haber reacciones a todo lo que haga», advirtió el mandatario, que añadió que intervendrá en el debate si observa que la administración de Trump discrimina a las minorías, silencia a la prensa o expulsa a inmigrantes sin papeles que llegaron a Estados Unidos cuando eran menores, los llamados dreamers.
«Hay una diferencia entre el normal funcionamiento de la política y ciertos temas donde nuestros valores medulares pueden estar en riesgo (…) Pongo en esa categoría los esfuerzos institucionales de silenciar el disenso y la prensa, y de deportar chicos que crecieron aquí y en la práctica son estadounidenses», dijo.
«Esto no es el fin del mundo. Es sólo una derrota. Cuando algo sale mal, te caés, luego te levantás, te lavás la cara y seguís intentando», explicó Obama. «Lo único que es el fin del mundo es el día en que el mundo se acaba. Y esto no lo es», fue la gráfica expresión que usó y que arrancó risas tristes.
«Hay una diferencia entre el normal funcionamiento de la política y ciertos temas donde nuestros valores medulares pueden estar en riesgo»
Dijo que tiene la convicción de que al país «le conviene tener una relación constructiva con Rusia», pero que eso no puede ser al precio de soportar que viole normas internacionales. Recordó que con la llegada de Vladimir Putin al poder hubo un «renacer del sentimiento antinorteamericano» y que las sanciones se aplicaron no por cuestiones nucleares, sino «por la invasión a Ucrania», donde Moscú aún ocupa territorio.
Trump deslizó la posibilidad de levantar las sanciones a Rusia, con el argumento de que su comportamiento nuclear es aceptable.
«Conviene no confundir las cosas. Las sanciones nada tienen que ver con lo nuclear, sino con la ocupación de un país soberano y democrático», dijo Obama. El demócrata no mencionó a Trump. Fue curioso porque una de las primeras preguntas apuntó a que contara lo que le había dicho a su sucesor cuando se encontraron en la Casa Blanca, qué consejos le dio y cuán receptivo se mostró.
«No daré detalles de una conversación privada», arrancó. Sin embargo, todo lo que vino después -sobre la democracia, las consecuencias de las acciones, la agenda internacional, lo peligroso de gobernar solo o con aduladores-, en conjunto, parecía un gran mensaje a Trump. O, cuando menos, una síntesis de lo que podrían haber hablado.
«Esto no es el fin del mundo. Es sólo una derrota. Cuando algo sale mal, te caés, luego te levantás y seguís intentando»
Justificó luego su controvertida decisión de conmutar la pena y liberar a la soldado Chelsea Manning, a la que se le habían otorgado 35 años de cárcel por violar secretos de Estado, entre otros delitos. «Ya se había hecho justicia», dijo, al considerar que la condena era demasiado severa.
Para el final, el misterio sobre qué hará de ahora en adelante. «Estar con la familia, descansar, reflexionar, escribir y estar callado», dijo, a menos que vea que están en riesgo algunos de los valores a los que dedicó los ocho años de su presidencia.