Identifican 83 variantes genéticas poco frecuentes pero que influyen de forma muy potente en la estatura que alcanzará una persona
Los Gasol son el ejemplo de una familia de altura. Pau y Marc rondan los 2,15, lo que les ha hecho destacar incluso en las canchas de la NBA. Y el hermano menor, Adriá, futura promesa del baloncesto, supera los 2 metros. El motivo por el que han llegado tan «alto» no parece discutible: su padre mide 1,94, y su madre, 1,89, muy por encima de la media española. Ahora, Marc es el afortunado papá de una niña de dos años que podría continuar la saga. De casta le viene al galgo. Los científicos están de acuerdo en que la talla adulta está principalmente determinada por la información codificada en nuestro ADN, pero no se conoce con claridad qué genes son exactamente los que marcan la diferencia. Un nuevo y amplísimo estudio realizado por un equipo internacional de científicos puede arrojar luz sobre el asunto: ha identificado 83 nuevas variantes genéticas que son raras o poco frecuentes, pero que influyen «mucho», incluso más de 2 cm de diferencia, en la altura humana.
La investigación, que se publica en la revista «Nature», se llama GIANT (gigante en inglés y siglas de Investigación Genética de Rasgos Antropométricos) y es el mayor estudio genético de la estatura adulta hasta la fecha: unos 300 investigadores de cinco continentes han analizado el ADN de más de 700.000 participantes, hombres y mujeres, de todo el mundo.
No es la primera vez que este consorcio intenta desentrañar qué provoca que haya altos y bajos. Cientos de cambios en el ADN que influyen en la altura ya habían sido identificados previamente, pero suponen apenas 1 mm de diferencia. Muy poca cosa. En este nuevo estudio, sin embargo, los científicos han utilizado una tecnología diferente, llamada ExomeChip, que examina un catálogo de cerca de 200.000 variantes genéticas conocidas que son menos comunes y que alteran la función de los genes que codifican las proteínas. De esta forma, han descubierto nuevos cambios que dan lugar a diferencias de altura que superan los 2 cm, más de 10 veces el efecto promedio de las variantes de genes descubiertas con anterioridad. Los autores del estudio lo consideran una influencia «enorme».
«Mientras nuestro anterior estudio identificó cambios relacionados con la altura comunes en el genoma, esta vez fuimos a buscar los más raros que directamente alteran las proteínas y tienden a tener efectos más fuertes», explica Joel Hirschhorn, del Boston Children’s Hospital y el Instituto Broad del MIT y Harvard en Cambridge EE.UU., y presidente del consorcio GIANT.
Los resultados han ampliado el conocimiento de cómo ocurre el proceso del crecimiento. Según Andrew R Wood, investigador de la Universidad de Exeter, «ahora podemos explicar más de un cuarto de los factores hereditarios implicados en la altura de una persona». Cómo el cuerpo de un bebé de 40 a 50 cm crece al de un adulto de proporciones perfectas de tres a cuatro veces el tamaño, «y cómo esto ocurre de tal manera que algunos terminan siendo más de medio metro más altos que los demás, es un aspecto fascinante pero mal entendido de la biología», apunta.
Los genes afectados por estas variaciones genéticas modulan, entre otras cosas, la producción y activación del hueso y el desarrollo del cartílago y la hormona de crecimiento. Los investigadores analizaron con más detalle dos de esos cambios encontrados en un gen llamado STC2. Sólo una de cada 1.000 personas porta una de estas variantes genéticas, pero los que lo hacen son entre 1 y 2 cm más altos en comparación con quienes no los tienen. Otras investigaciones realizadas por la Universidad de Aarhus, Dinamarca, sugieren que estas variantes modulan la altura al interferir con la disponibilidad de factores del crecimiento en la sangre. Por lo tanto, su estudio puede aportar nuevos conocimientos en las estrategias terapéuticas para tratar la insuficiencia del crecimiento, que afecta a entre el 3% y el 5% de los niños.
Problemas del crecimiento
«Las nuevas variantes genéticas que encontramos son poco frecuentes en la población, pero sus grandes efectos sobre la estatura humana han puesto de manifiesto importantes datos sobre el crecimiento del esqueleto humano», dice Panos Deloukas, de la Universidad Queen Mary de Londres y uno de los coautores del estudio. «Los genes identificados serán útiles en la predicción del riesgo de una persona de desarrollar ciertos trastornos del crecimiento. También existe la esperanza de que algún día nos puedan servir para hacer frente a esos trastornos», continua.
Los investigadores también creen que el dominio que la compleja genética de la altura puede darles un modelo para estudiar otros trastornos multifactoriales, como la diabetes, cáncer, esquizofrenia y las enfermedades del corazón. De momento, el consorcio GIGANT ya se ha embarcado en un ensayo con más de 2 millones de personas, y otros estudios con datos de secuenciación genética ya están en marcha. «Estos estudios más exhaustivos permitirán mejorar nuestra comprensión del crecimiento humano y alcanzar conocimientos biológicos que ayudarán a realizar tratamientos para enfermedades comunes», apunta Hirschhorn. Por ejemplo, el desarrollo de estas herramientas permitirá practicar una medicina de precisión y saber si alguien puede tener un ataque al corazón antes de los 55 años a pesar de tener un estilo de vida saludable o qué niños tienen riesgo de desarrollar leucemia.