El faro de las orcas (El faro de las orcas). Argentina / España 2016. Dir.: Gerardo Olivares. Con: Maribel Verdú, Joaquin Furriel, Joaquín Rapalini.

Madre española, cuarentona larga, separada de su marido, viaja a las soledades pampeanas de la provincia argentina de Chubut, junto a su pequeño hijo autista, sin planes definidos para si misma y el chico .

En la gélida pampa se encontrará con Beto, taciturno y hosco guardia encargado de la preservación de la fauna, quien ha logrado amistosa relación con las orcas que se aproximan a la costa, procurando su ingesta de focas.

Previsible a más no poder, el relato busca sostenerse en base a soledades pampeanas, ballenas cercanas y amores contrariados. No falta nada.

Maribel Verdú (1970) -excelente en “Blancanieves”- no es ni fue una actriz de fuste. Su éxito, con escasas excepciones, estaba asentado en un ondulado “pysique du rol” de generosas turgencias, rasgos ahora ausentes. Verdú parece no saber donde está situada, adoptando muecas que tanto pueden significar alegrías como tristezas. Por supuesto es la desolada madre en solitario, luchando ante contrariedades generosamente servidas por el guión sobre novela de Roberto Bubas.

Joaquín Furriel (1974), actor argentino con prolífica carrera en Cine y TV, reduce su espectro interpretativo bajo rígido maquillaje de galán recio (del cine argentino de los años cuarenta).

En cierto momento, alguien señala que el paisaje que se despliega ante sí era adecuado para un programa de “National Geographic”. Guiñada interna, pues el realizador Gerardo Olivares posee amplia carrera como documentalista.

El pintoresquismo es otro rasgo de esta realización que incluye baile en un boliche de campaña con danzarines que interpretan La media, caña con ropaje gauchesco en escena forzada y falsa,

El film seguramente cubre cuanto se propusieran los productores hispano-argentinos: presencia de figuras populares a ambos lados del océano, amores luchando a brazo partido con auténtica impronta folletinesca decimonónica, paisajes de inconmensurable belleza y unas orcas salvajes a las que se atribuyen sentimientos casi humanos.

El film dice apoyarse en una historia cierta; lo disimula muy bien.

Prevéngase, compruebe que no haya orcas aguardándolo en la playa. Estos bichos humanizados son dignos de un film Disney.