El Diario El Acontecer de Durazno publica la noticia.

El texto de la declaratoria es el siguiente:

«La Comisión del Patrimonio Cultura de la Nacional (CPCN), perteneciente al MEC, en el marco de los 100 años del Aniversario del Ing. Eladio Dieste, reunidos en congreso de Comisiones Departamentales, desea destacar y compartir la valoración, preservación y difusión de los bienes culturales de relevancia patrimonial.
Al encontrarse en el departamento de Durazno, en su ciudad homónima, rendir tributo a la obra emblemática de la Iglesia San Pedro de Durazno y a la escultura de “Cristo en la Cruz” del artista plástico Claudio Silveira Silva. En ella, arquitectura y escultura constituyeron desde 1971 una unidad indisoluble, como lo había reconocido el propio Dieste. En correspondencia con la diversidad cultural que la humanidad manifiesta como derecho inalienable.
Firman la declaratoria en la ciudad de Durazno, los representantes de todas las Comisiones participantes, tanto nacional como departamental».

Ricardo Berrutti realizó para El Acontecer un detallado recorrido por la historia de este Cristo que compartimos aquí:

El 29 de junio, se conmemoró y celebró el “Día de San Pedro” una ocasión de gran relevancia para la comunidad duraznense.
A pesar de que su nombre no proviene de una devoción especial a quien fuera , según la Historia Católica, el Primer Apóstol de Cristo, sino un homenaje a Pedro I, en ese momento, Su Alteza Real, El Príncipe Real de Brasil.
En la antigua Iglesia de San Pedro, el centro del Altar Mayor, era presidido por una imagen de gran tamaño, representando a San Pedro, con su investidura Papal. Precisamente, luego del gran incendio de la Iglesia, en 1967, se encargó al Ing. Eladio Dieste, la construcción de la nueva nave de la Iglesia, (que no incluía el frente) pues había salido indemne del desastre.
El Cura Párroco de entonces, Raúl Silva, encargó entonces a un joven y brillante artista plástico nacido en Río Branco (frontera de Uruguay y Brasil), Claudio Silveira Silva, la escultura en madera de grandes dimensiones, del Cristo que ocuparía el centro de la gran nave, una de las obras más emblemáticas del Ing. Dieste.
Al respecto, en reiteradas oportunidades Silveira Silva nos manifestó: «El Cristo me lo pidió el padre Silva. Me dijo: “Van a hacer una iglesia moderna, futurista y yo quiero una talla de Cristo sudamericana… no lo quiero agónico”».
En realidad el proyecto de tallas conversado con el P. Raúl Silva era más ambicioso. Artista y sacerdote habían convenido en «tallar el ambón con los cuatro evangelistas, el altar con los doce apóstoles, la pila bautismal como ingreso a la fe y, también en madera, tallar las puertas con figuras de profetas» (R. Iturria – C. Silveira Silva, Nuestro campo en dos visiones, p. 28).
En el específico plano artístico, en un reportaje de 1967, ya citado, ante la pregunta de la relación entre el movimiento plástico europeo con el nacional respondió:
“Es conocido por todos el paralelismo que hay entre los movimientos europeos y los que se realizan en el plano nacional. Yo personalmente justifico las búsquedas europeas y creo en sus aportes, pero no entiendo las influencias directas que sufren nuestros artistas, es decir, influencias no asimiladas. Creo que nuestro país y Sudamérica tienen una realidad que no ha sido profundizada y estudiada por sus artistas… Creo que los artistas sudamericanos deben penetrar y dar con honestidad su mensaje” (Panorama N.o 21, 9/6/1967, Durazno).
No era fácil obtener un tronco de naranjo que permitiera realizar una talla en madera que guardara proporción con las características del altar de la iglesia ideada por Eladio Dieste. Estando en la frontera comentó lo que necesitaba con sus familiares y estos le respondieron que recordaban haber visto hacía muchos años un naranjo en un monte indígena, cerca de un arroyuelo. Ubicado el antiguo árbol, fue cortado y el largo tronco llevado a Río Branco y desde allí a Durazno. Para los brazos de la cruz se utilizaron troncos de naranjos que existían en las chacras próximas al río Yí.
El tallado de la obra Un Cristo en la cruz fue realizado en el taller de su propia casa en 1969. Supuso un gran esfuerzo físico. La técnica utilizada fue la gubia desnuda y azuela, sin ningún elemento que amortiguara el efecto del golpe. Esta técnica pudo apreciarla en uno de sus maestros en París durante su segundo viaje.
La prensa local daba cuenta, en setiembre de 1969, de que la obra ya estaba terminada: «… ha salido de las manos infatigables del artista radicado entre nosotros y es —sin duda— una razón más de destaque de la nueva Iglesia de San Pedro» (Gaceta de Durazno, N.o 1, 11/9/1969).
Una vez concluida la tarea artística en su taller, se realizó en un sitio más amplio el ensamble del madero mayor con los dos transversales para así formar la cruz. Cuando trascendieron las características de la obra se inició entre los feligreses, y aun en círculos más amplios, la polémica. El padre Raúl Silva, quien fue tan específico en las características que debía poseer, llegó a conocerla y a aprobarla, realizando incluso algunas pequeñas correcciones, pues el autor había realizado primero una obra en menor escala. Otros sacerdotes que llegaron a contemplarla a poco de realizada también aprobaron con entusiasmo una obra que representaba el fuerte impulso renovador que vibraba por esos días en el interior de la Iglesia universal, que tenía como uno de sus pilares conceptuales la imprescindible inculturación del mensaje religioso.
En realidad, más allá de las razones plásticas y litúrgicas que pudieron originarla, la polémica tenía su matriz principal en el clima de creciente tensión social y política que se vivía en todo el país. La iglesia de San Pedro se incendió cuando en el país se profundizaba una crisis de diverso orden que conduciría al abismo y el Cristo tallado para el altar y su autor se encontraron en medio de la tempestad. Aquel ambiente de trabajo colectivo y de entusiasmo creativo por encima de opiniones ideológicas que había encontrado Silveira Silva en Durazno estaba desapareciendo vertiginosamente. La propia obra Un Cristo en la Cruz no escapó entonces al clima crispado y de creciente violencia que se vivía, dando incluso motivo a las más caprichosas interpretaciones.
Finalmente, el 29 de junio de 1971 fue inaugurado y consagrado el nuevo templo de San Pedro, con la obra Un Cristo en la cruz presidiendo el altar. Escultura y arquitectura constituyeron desde entonces, como lo había reconocido el propio Eladio Dieste, una unidad indisoluble.(Lic. Oscar Padrón Favre)en Arte Revista del MUVAS.
El pasado viernes 26 de junio, se inauguró en nuestra ciudad, el “Museo Claudio Silveira Silva” que contiene casi 100 tallas del artista, quedando aun, cientos de grabados, pinturas y mucho más, que han sido específicamente destinadas a la ciudad de Durazno, por el artista y su familia.