Donald Trump da marcha atrás y accede a terminar con la política que él mismo había iniciado el 7 de mayo de separar a los niños que entran ilegalmente en EEUU acompañando a sus padres. El presidente, que todavía el martes insistía en que la medida era inamovible salvo que los demócratas del Congreso accedieran a financiar el muro en la frontera con México (el mismo muro que, en teoría, iba a pagar ese país, no el contribuyente estadounidense), declaró este miércoles en una reunión con senadores republicanos que «tenemos compasión. Queremos mantener las familias unidas, es muy importante. Firmaré algo pronto que va a lograr eso y que la gente en esta sala quiere que se haga». Horas después firmaba una Orden Ejecutiva, equivalente a un Decreto Ley español, para derogar la medida y permitir que los niños que cruzan la frontera sur junto a sus padres indocumentados se queden con ellos en centros de detención de inmigrantes durante un plazo de tiempo dilatado.

Con sus palabras, Trump daba un giro de 180 grados debido, tal y como él mismo admitía, a la presión de los congresistas de su partido, que temen que las separaciones les pasen factura en las elecciones legislativas del 6 de noviembre. El presidente resumió su cambio al afirmar que «si eres débil, el país será arrasado por inmigrantes. Y si eres fuerte, no tienes corazón». Su lenguaje, una vez más, buscaba deshumanizar a los inmigrantes. Trump empleó el verbo «overrun», que se suele aplicar a plagas o a ejércitos invasores dedicados al saqueo o a la devastación. El martes, en un ‘tuit’, había dicho que la oposición demócrata quiere que los inmigrantes «infesten» EEUU, una palabra que se emplea exclusivamente para referirse a insectos como cucarachas o plagas agrícolas. Esa «plaga» huye de la desintegración de Centroamérica entre la indiferencia de los Gobiernos de esos países y, también, del de México, que los deja pasar por su territorio.

En las seis semanas transcurridas desde que la Casa Blanca ha impuesto la nueva política se ha producido la separación de sus madres de niños lactantes de menos de un año de edad, y a al menos a un menor con síndrome de Down, un caso que fue ridiculizado por el ex jefe de campaña de Trump, Corey Lewandowski, que se puso el martes a imitar en la cadena de televisión Fox News a una persona con discapacidad (Lewandowski negó ayer que se hubiera burlado del menor, y dijo que sus burlas iban dirigidas a su interlocutor).

Todo eso ha provocado una oleada de condenas. El Papa Francisco declaró el miércoles a la agencia Reuters que está de acuerdo con la declaración de la Conferencia Episcopal de EEUU, que ha calificado la medida de «inmoral» y «contraria a los valores católicos», e incluso el líder evangélico Franklin Graham, que está haciendo campaña en California pidiendo el voto por los republicanos en noviembre, ha declarado que la separación de niños de sus padres es «vergonzosa» y ha insistido en que «no la apoyo en lo más mínimo».

Según una encuesta llevada a cabo por la consultora SSRS para la cadena de televisión CNN, el 67% de los estadounidenses se oponen a la medida, mientras que solo el 28% la respalda. Entre los votantes republicanos, sin embargo, la proporción es casi inversa: el 58% está a favor de la ruptura de familias, mientras que solo el 34% cree que es moralmente incorrecta. Son unas cifras preocupantes para los republicanos, que quieren movilizar expandir su mensaje a indecisos e independientes. Prácticamente el único grupo que apoya sin fisuras esta política son los cristianos evangélicos, que constituyen el núcleo del apoyo electoral de Donald Trump.