Parecen inofensivas: no miden más de 20 centímetros, son muy ligeras y para muchos son el acompañamiento ideal de cócteles, jugos y refrescos. Pero también están en la lista de los 10 principales artículos de plástico que más contaminan los mares y las costas del mundo.
En idioma español se conocen con varios nombres: sorbetes, popotes, bombillas, pitillos, carrizos o cañitas. La mayoría nunca se recicla y termina en los océanos, donde cada pajita puede tardar más de 100 años en degradarse. Y cuando lo hacen, liberan potentes gases de efecto invernadero.
Se estima que cada año llegan a los océanos hasta 13 millones de toneladas de residuos plásticos que afectan la biodiversidad marina y la salud humana. Por eso varios países en el mundo, así como cientos de empresas, están prohibiendo los plásticos de un solo uso, incluyendo las pajitas.
Las pajitas representarían, según algunas estimaciones, apenas 0,025% del volumen total de basura marina, un cuarto de la cual son pesados aparatos y redes de pesca. Pero la cantidad de pajitas que consumimos en nuestra vida diaria es inmensa. Solo en Estados Unidos se calcula que 500 millones se usan cada día en restaurantes, hoteles y hogares
Lo fácil que es dejar de usarlas ha seducido a miles de consumidores alrededor del mundo. En 2015, cuando se hizo viral un video que muestra el sufrimiento de una tortuga mientras dos biólogos tratan de sacarle una pajita de un orificio nasal, muchas personas reconocieron el problema y comenzaron a rechazar las cañitas para contribuir a la salud del planeta.
«Se ha creado conciencia sobre la amenaza que suponen los carrizos para los mares. Se fabrican en un minuto, se usan menos de 20, pero tardan una eternidad en desintegrarse. Son menos necesarios de lo que creemos», dice Sandra Álvarez, fundadora de la ONG panameña Tortuguías e impulsora de la campaña «¡Sin carrizos, por favor!», gracias a la cual 150 restaurantes panameños han dejado de servir más de medio millón de pajitas desde agosto de 2018.
Por el momento, Antigua y Barbuda es el único país de América Latina y el Caribe que tiene en vigor una prohibición nacional de plástico de un solo uso, incluyendo las pajitas. Belice aprobó una medida similar que entrará en vigor en 2019 y Costa Rica se ha propuesto ser un país libre de plásticos desechables para 2021.
La Cámara de Diputados de México aprobó una reforma legal para desalentar el consumo de plásticos desechables, incluidos popotes -una medida que debate el Senado- y el Congreso de Perú trabaja en una ley en ese sentido.
Algunos países de la región han optado como primer paso lanzar campañas en medios tradicionales y en redes sociales para concienciar a la población de lo innecesarias que son las pajitas de plástico y destacar la relevancia del poder del consumidor. La campaña del Gobierno federal en México usa el eslogan #SinPopote está bien, Chile optó por #ChaoBombillas y Perú usa #MenosPlásticoMásVida.
Chile, Perú y varios estados de México se han adherido a la campaña #MaresLimpios de ONU Medio Ambiente, donde más de 60 países están promoviendo el combate contra la contaminación por plásticos en los océanos.
Iniciativas locales, pero poderosas
Río de Janeiro se convirtió el pasado 19 de julio en la primera ciudad de Brasil en declararle la guerra a las pajitas. La ley contempla multas de hasta 6.000 reales (cerca de 1.600 dólares) y la habilitación de un número de teléfono público para que los ciudadanos puedan denunciar a aquellos establecimientos que la incumplen.
Las autoridades de Río de Janeiro comenzaron este domingo a multar a los bares, restaurantes y chiringuitos de playa de la emblemática ciudad brasileña que ofrezcan bombillas o pajitas de plástico a los clientes, informó la Alcaldía.
A partir de hoy, los establecimientos que desobedezcan la normativa se atienen a una sanción económica que puede oscilar entre los 650 reales (106 mil pesos chilenos), valor que se aplicará a los vendedores ambulantes, y los 1.650 reales (unos 271 mil pesos).
En caso de reincidencia, el castigo puede elevarse hasta los 6.000 reales (casi un millón de pesos), según señaló la Alcaldía de Río de Janeiro en un comunicado.
Funcionarios del organismo de Vigilancia Sanitaria de Río inspeccionaron durante los últimos 60 días un total de 5.121 locales para alertar a sus propietarios sobre la necesidad de sustituir las pajitas de plástico por otras de papel biodegradable o reciclable y cuyo envoltorio también sea de un material semejante.
En Argentina, la ciudad que lleva la iniciativa es Pinamar: «Fuimos pioneros hace 5 años prohibiendo el expendio de bolsas de plástico y lo somos ahora con esta norma, que incluye la prohibición de sorbetes y también de vasos de plástico. Ya me han llamado para pedirme la ordenanza otras ciudades, como Mar de Plata, Villa Gesell y Mar Chiquita», cuenta Alejandra Apolonio, concejal de este turístico municipio al sur de Buenos Aires.
«Los únicos que están eximidos son aquellos productos bebibles que se venden en comercios y que traen los sorbetes de fábrica y las máquinas automáticas de autoservicio de café», aclara.
La norma, que entra en vigor a partir del próximo diciembre, fue propuesta por el activista y surfero Gastón Caminata, que cada año realiza jornadas masivas de limpieza de playas en Pinamar y en otros municipios del país y que el verano pasado recogió en un día 500 sorbetes en solo 100 metros, relata Apolonio.
A Río de Janeiro y Pinamar, se ha sumado recientemente Magdalena del Mar, un distrito de Lima, Perú; las Islas Galápagos, en Ecuador; y los estados mexicanos de Baja California Sur y Veracruz.
Pero las iniciativas no solo vienen de la esfera pública. Diversas ONG han lanzado campañas de sensibilización a lo largo de todo el continente y grandes empresas, como Starbucks y McDonald´s, se han unido a este movimiento.
En la región, la Corporación Pascual, uno de los grandes fabricantes de bebidas y jugos envasados de México, anunció que a partir de 2019 planea eliminar las pajitas de plástico que vienen adheridas a los envases de 500 mililitros y las sustituirá por boquillas: «Consideramos que, como seres humanos, cada habitante tiene la oportunidad de mejorar la calidad del medio ambiente», aseguran desde la compañía.
“En la planta de la papaya, el tallo que conecta el tronco a la hoja es hueco por dentro, es un carrizo perfecto…»
Aunque la mejor opción es no usar pajitas, hay algunas personas que las necesitan por problemas de salud. También hay locales que las quieren seguir incluyendo en sus presentaciones.
Las alternativas reciclables o biodegradables son muy variadas y van en función de los gustos. Las hay de cartón, vidrio, metal, bambú o alimentos compostados. Una empresa mexicana comercializa un popote hecho con semilla de aguacate que puede degradarse en solo 240 días.
El chef guatemalteco Andrés Morataya las prefiere de tallo de papaya. En su restaurante Panga, ubicado en una playa semidesértica en el Pacífico panameño, no se usa nada de plástico desde hace un par de años. De lo primero de lo que se deshicieron fue de los carrizos: “En la planta de la papaya, el tallo que conecta el tronco a la hoja es hueco por dentro, es un carrizo perfecto y aquí en Panamá la papaya crece rapidísimo y en todas partes”, explica.
En el mundo se producen anualmente 400 millones de toneladas de plástico. Casi la mitad de los residuos plásticos que generamos corresponden al embalaje y solo 9% de la basura plástica se recicla.
La campaña Mares Limpios de ONU Medio Ambiente busca reducir drásticamente el consumo de plásticos desechables y erradicar el uso de microplásticos que contaminan los océanos del mundo. En América Latina y el Caribe, Argentina, Barbados, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Granada, Guyana, Honduras, Ecuador, Panamá, Perú, República Dominicana, Santa Lucía y Uruguay son parte del movimiento.
(Fuente: www.unenvironment.org)