Fernando Fraga es artista plástico hace 30 años y pintó el afiche de la Patria Gaucha por encargo: «nunca pensé ni reivindico la esclavitud»
El artista plástico Fernando Fraga amaneció con el teléfono repleto de mensajes y llamadas con distintos mensajes. Felicitaciones, elogios y una crítica hacia lo que entiende un “atropello a la libertad de expresión”.
¿Qué pasó? Fraga fue el encargado de pintar el cuadro que la organización de la Patria Gaucha utilizó como afiche promocional. En el cuadro se puede ver a una mujer negra amamantando a un bebé blanco, en clara referencia a las nodrizas que poblaban la campaña en el origen mismo del país.
Esa imagen, y la interpretación hacia la esclavitud que sufrieron centenares de mujeres negras a manos de sus patrones blancos en Uruguay, generó la reacción y la condena de colectivos como el Instituto Nacional de las Mujeres y Mundo Afro.
“Fue un encargo para la organización de la Patria Gaucha. El pedido fue muy claro. Me pidieron una mujer afrodescendiente amamantando un niño blanco en un rancho de barro. Yo documenté una situación histórica sin pensar nunca en que esa mujer era una esclava. No estoy reivindicando la esclavitud. Yo pinto mujeres y ellas son una parte central de mi obra”, dijo el artista a ECOS desde Colonia del Sacramento, donde tiene su taller y refugio.
A la hora de analizar las reacciones, Fraga dijo que estaba muy tranquilo porque la mayoría de sus colegas lo apoyaron y mostraron su vergüenza por la situación.
“Tengo muchos colegas amigos que levantaron el teléfono y me dijeron que lo que pasó fue una vergüenza. A nivel estatal es la primera vez que una obra tiene una reacción de ese tono. Expuse en Uruguay y en el exterior y siempre tuve críticas positivas. Sentí como un atropello a la libertad de expresión y mis colegas sintieron lo mismo”, indicó.
Según se informó desde la organización del evento, la intención del afiche fue rescatar el valor central de la leche como fuente de vida y poner sobre el tapete el rol de las nodrizas, entendidas estas como las mujeres encargadas de alimentar a los bebés recién nacidos.
La figura de la nodriza estuvo muy vinculada a la práctica de las mujeres blancas que, por razones culturales propias de esos tiempos, no amantaban a sus hijos.
“Yo pinte el amor de una mujer por un niño porque el trabajo de la nodriza es muy noble y existe hasta el día de hoy en el Hospital Pereira Rossell por ejemplo. Mi obra no fue concebida con los ojos de la esclavitud, no tuve nunca una visión esclavista. Cuando me hicieron el pedido lo hicieron con la intención de rescatar el valor de la lactancia, nunca se habló de racismo”, se defendió el artista.
Su nombre estuvo en todas las redes sociales, se comentó en decenas de programas de radio y su obra tuvo varios segundos de televisión. Desde el punto de vista artístico, al margen de la polémica racial, Fraga dice que eso es positivo.
“Como artista, que una obra resuene, para mi es positivo. Peor hubiera sido pintar algo y que nadie se entere. Dicho esto, me parece clave dejar en claro que nunca quise herir susceptibilidades. Mi lenguaje es la pintura y me gustaría que la obra se entendiera. Hace 15 años que tengo mi taller sobre la Calle de los Suspiros en Colonia, trato con la gente todos los días y nunca expliqué una obra ni tuve que convencer a nadie”, argumentó.
Fraga sostiene que desde la organización quedaron muy conformes con la pintura y dijo que la opiniones negativas de las redes sociales hay que tomarlas como tal.
“Vivir del arte en Uruguay no es fácil, tener un encargo hay que tomarlo nos guste o no, para poder vivir. Yo recibí el pedido de la organización y cumplí con el pedido. La Patria Gaucha la organizan 20 personas y todas me dijeron que el cuadro estaba perfecto, quedaron muy conformes con el cuadro. Creo que la obra no le gustó a una minoría y personalmente nadie me dijo nada. En las redes sociales hubo comentarios negativos pero las redes son tierra de nadie y siempre pasan estas cosas. Yo no le quiero dar más trascendencia de la que tiene, si me sirve para exhibir mi trabajo, bienvenido sea, pero yo cumplí con un pedido puntual. Si me pedían pintar un caballo en el medio del campo lo iba a pintar igual”, subrayó.
El artista sostiene que no puede controlar las interpretaciones y que cada persona que observa sus cuadros se apropia de una interpretación personal y subjetiva.
“El ojo crítico forma una opinión y yo respeto cada opinión. Una vez que yo termino la obra deja de ser mía y la gente se la apropia con cada interpretación. El arte es subjetivo y yo no quiero convencer a nadie. Hay personas que miran un cuadro mío y no les pasa nada, mientras que otras se ponen a llorar porque les toca una fibra íntima. Las reacciones de cada persona no las puede controlar el artista”, cerró.