Brasilia se prepara para la asunción presidencial de Jair Bolsonaro con un escenario de guerra. Desde este sábado, varios kilómetros de un enrejado especial cercan el Palacio del Planalto, el de Itamaraty, la sede de la Corte Suprema y la totalidad de los edificios que se despliegan a lo largo de la Esplanada de los Ministerios.
“Es el mayor esquema de seguridad en la historia del Distrito Federal” admitió la secretaría de Seguridad Pública. La parafernalia que desplegarán las Fuerzas Armadas incluye dos misiles guiados a láser, con capacidad para abatir aviones hasta una distancia de 7 kilómetros.
Michel Temer, que debe entregar la banda presidencial a su sucesor, firmó hace dos días un decreto que autoriza bajar cualquier aeronave que se aproxime a la zona de exclusión.
Las Fuerzas Armadas y los organismos de espionaje decidieron proteger al futuro jefe de Estado de cualquier amenaza. No le faltan argumentos para montar un palco bélico. Recuerdan el atentado sufrido por Bolsonaro en Juiz de Fora, una ciudad del sur de Minas Gerais, cuando Adélio Bispo de Oliveira la emprendió contra él a cuchillazo limpio y casi lo deja afuera de las elecciones.
Pero además otra causa justifica extremar las medidas medidas. Se trata de la presencia en los actos del 1º de enero del premier israelí Benjamin Netanyahu y del secretario de Estado Mike Pompeo.
Claro que no son las primeras figuras ilustres en pisar el suelo de Brasilia. Antes estuvo allí el ex presidente George Bush (en 2005) quien se reunió con el ex presidente Lula da Silva en la Granja del Torto, donde fue agasajado con asado a la brasileña. Por entonces Estados Unidos estaba en plena guerra dentro de Irak. Y no hubo ningún esquema especial.
Luego pasaría Barack Obama, para quien visitar Brasil fue casi una actividad turística. Y ni hablar de Bill Clinton, que estuvo en el morro de la Mangueira en Río de Janeiro.
“Es la primera vez que se utilizan estos equipamientos en el traspaso del mando presidencial” admitieron los organismos de seguridad. Policía estatal, federal, bomberos, soldados del Ejército, de la Marina y de la Aeronáutica, se contarán por miles.
Y para entrar en la “Esplanada”, una suerte de avenida central de 2 kilómetros de longitud que da acceso a los predios públicos, será preciso pasar por cuatro barreras. Ya fueron montados los detectores de metales, condición para el ingreso a la zona.
A la gente le avisaron: no pueden llevar botellas, mochilas, fuegos artificiales, paraguas y cochecitos de bebé. Unos 20 aviones caza, la mitad de ellos supersónicos, completarán el diagrama. La secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal estima que el público puede alcanzar a las 250.000 personas. Fueron 40.000 cuando asumió Dilma Rousseff en 2015; y en caso del estreno de Lula, asistieron 200.000 personas.