Señor Director,

Referimos al programa Punto de Encuentro, emisión del pasado 19 de junio, cuando vuestro invitado de nombre Gonzalo Eyherabide, dio a entender una presunta traición del general Fructuoso Rivera al prócer don José Artigas.

Entendemos necesario dar cuenta de los hechos ocurridos, a la luz de documentos que obran en archivos históricos, así como de enfoques e investigaciones de estudiosos de nuestro pasado revolucionario.

Se estampan acá los hechos reales referentes a la vida de Don Frutos Rivera. Advirtiendo de entrada que la vida del fundador del Estado Oriental del Uruguay, el responsable de volver una república dicho estado, ha sufrido siempre el ataque desleal y pertinaz de los numerosos anti republicanos presentes en su historia.

Introducción.

Los centralistas porteños quisieron ver nuestro territorio subsumido en la influencia de Buenos Aires. Mientras en Buenos Aires se buscaba un rey, acá, desde el medio rural se producían las más notables reflexiones federal-republicanas de la región.

Luego estuvieron presentes en el siglo XIX de la historia nacional los dos fenómenos más anti republicanos y homicidas de la región: Juan Manuel de Rosas y sus miles de víctimas, sólo superado en asesinatos por Francisco Solano López, quien mató además a sus hermanos varones, Benjamín y Venancio, a sus cuñados, torturó a sus hermanas, a sus principales generales, a sus ministros (de Guerra, de Hacienda, de Relaciones exteriores) y torturó incluso a su madre. Dos regímenes liberticidas, de terror social absoluto.

Luego las ideas de república fueron atacadas en el siglo XX sea por el fascismo de derecha o de izquierda, presentes en la realidad ideológica del Uruguay. Así, por ejemplo, quienes defendieron en Uruguay al socialismo real y sus 150 millones de muertos fundaron el revisionismo histórico y el populismo historiográfico que denostaban todo lo republicano y ponía en valor todo lo anti republicano aunque estuviere asentado en miles de cadáveres siempre. Las diferentes formas del anti republicanismo hasta ahora (defienden las matanzas de Maduro hoy, o de Cuba o de Nicaragua) siempre han atacado la cultura de la libertad y a Fructuoso Rivera en particular.

Han ocultado siempre los méritos de Rivera, que hizo la patria, y han tergiversado aspectos fundamentales de su vida.

No es ajena a esta lógica, la expresión del entrevistado de vuestra emisora Gonzalo Eyherabide.

El Rivera de verdad.

Fructuoso Rivera fue el más cercano en ideas y el más fiel a Artigas de entre todos sus oficiales. Fue su preferido. Y desde 1817, durante la invasión portuguesa, su mano derecha absoluto, cuando lo nombró Jefe del Ejército Nacional. Resistió la invasión portuguesa hasta 20 días después que Artigas se retiró para siempre del suelo oriental.

Con 21 años Rivera se pliega a la Revolución en febrero de 1811, antes que llegara Artigas desde Buenos Aires, en el Grito de Asencio. Acompañó a Artigas en el Éxodo. El padre de Rivera, Pablo Perafán de la Rivera, uno de los orientales con más bienes, llevaba en el Éxodo las carretas con más personas y luego estuvo tres años preso de los españoles. Rivera va de a poco convirtiéndose en el principal Oficial de Artigas. Ascendido a Capitán en la Batalla de las Piedras, ascendido a Coronel en la batalla de Guayabo, Artigas lo nombra primero gobernador de Montevideo (1816), luego Jefe del Ejército del Sur (1817) y Jefe del Ejército Nacional (1818).

Fructuoso Rivera fue quedando solo para enfrentar a los portugueses en la Provincia Oriental invadida por ellos en 1816.

Artigas está en el norte. Desde 1817, Manuel e Ignacio Oribe y Francisco Bauzá, se han pasado al enemigo, con tropa y armamento a Buenos Aires, trasladados mediante operativa coordinada por Lecor, luego de desautorizar a Artigas y recriminarle por el modo en que conducía la guerra y por las ideas que defendía. ¿Rivera traidor? Participarán, incluso, armas en mano del lado bonaerense en la batalla de Cepeda (1820) en que serán vencidos por los federales.

Artigas pierde el 22 de enero de 1820 la muy sangrienta batalla de Tacuarembó (caen muertos del lado artiguista mal comandado por Andrés Latorre, por ejemplo, 800 guaraníes y muere su jefe Pantaleón Sotelo que ha sustituido a Andresito). Sólo queda Rivera al Sur. Artigas se va de la Banda Oriental perseguido el 14 de febrero de 1820. El 1 de febrero, sin embargo, las fuerzas federales que teóricamente responden a Artigas, comandadas por el Gobernador de Entre Ríos, Francisco Ramírez, han vencido a Buenos Aires en Cepeda.

Artigas derrotado en su provincia es, paradójicamente, vencedor contra Buenos Aires.

Pero, como se sabe, sería traicionado por Ramírez.

Artigas y Rivera.

Don Frutos salvó la vida y libertad de Artigas en 1818, en Queguay Chico. Artigas había sido derrotado, ya perdidas las carretas, caballos y armamentos, se refugió a pie en el monte, donde los enemigos estaban a punto de encontrarlo. Los portugueses se lamentaban en sus informes y en su correspondencia, de esa acción en que casi prenden al Jefe de los orientales, pero la llegada oportunísima de Rivera no sólo recuperó casi todo y venció a los portugueses, sino que principalmente salvó de una captura segura a Artigas, absolutamente acorralado.

Habiendo reunido los últimos y dispersos 400 bravos orientales, mal vestidos, con hambre, mal armados, Rivera se ve rodeado por un ejército de 12.000 portugueses. En una situación tan desigual, ya sin espacio geográfico para maniobrar y reponer recursos, solicitó ayuda a los gobernadores de Entre Ríos (Francisco Ramírez), de Santa Fe (Estanislao López), de Córdoba (Bustos) y a Artigas.

Mientras Rivera rodeado, intentaba negociar, es prendido por los portugueses en connivencia con los miembros del Cabildo de Montevideo que decían negociar entre las partes. De todas maneras Rivera obtuvo dos condiciones. Primero, que el batallón de Dragones comandado por él solo pudiera estar formado por orientales, un ejército provincial. Segundo, que los invasores respetaran los títulos de tierra otorgados por la revolución.

Se han encontrado las dos cartas de Rivera a Ramírez (4 de marzo y 4 de abril de 1820) y la carta de Rivera a Bustos (6 de marzo). En ellas dice que le ha escrito también a Estanislao López y a Artigas con el mismo pedido. Solicita 2.000 hombres de las provincias aliadas en la Liga Federal, y dice que con eso y las fuerzas que juntara él se puede vencer a los portugueses.

Rivera no sabe que la semana anterior a ser él prendido por los portugueses, Francisco Ramírez que acaba de vencer a Buenos Aires, firma con los bonaerenses el Tratado del Pilar en Argentina, por el cual, en cláusula secreta, definía su traición a Artigas. Buenos Aires se compromete mediante esas cláusulas secretas a darle armas a Ramírez para combatir a Artigas. Pero Rivera no lo sabía. Y se despachaba fuerte contra los portugueses en sus cartas a Ramírez a quienes calificaba como «peores que los españoles».

En las cartas de Rivera éste empieza a conspirar contra los ocupantes vencedores, pero aún no se sabía nada sobre el Tratado del Pilar, y menos aún de las cláusulas secretas.

Ramírez se ha rodeado de los grandes enemigos de Artigas que han sido protegidos de Lecor en la ocupada Montevideo, Carlos de Alvear y Manuel de Sarratea. Dos bonaerenses partidarios del centralismo porteño y anti artiguistas esenciales. Ramírez, que moriría al año siguiente asesinado, a su vez, temía que Lecor invadiera Entre Ríos.

En suma, Rivera le pide ayuda a Ramírez sin saber que éste está en connivencia con Buenos Aires y con Lecor.

En una carta posterior, no manuscrita por Rivera, cuya veracidad no fue confirmada nunca, de junio, contesta a Ramírez en campaña contra Artigas, quién había invitado a Rivera para combatir al prócer. Ramírez sabía por las cartas de marzo y abril que Rivera estaba contra los portugueses. Les advierte a estos que Rivera jamás los aceptará y que no es anti artiguista. La respuesta de Rivera, como si no le hubiera escrito a Ramírez en marzo y abril solicitándole auxilio, fue salir del paso aduciendo razones administrativas que le impedían lo que le proponía Ramírez. Al decir de la historiadora Ana Ribeiro, esas últimas cartas en verdad fueron una serie de excusas burocráticas para no ir contra Artigas.

Rivera y su estrategia de liberarse del Portugal en cuanto se pudiera estaba en inmenso peligro. Ramírez, Alvear, Sarratea, todos amigos de Lecor, sabían su verdadero pensamiento.

Nunca ningún historiador serio le dio importancia alguna a esas eventuales cartas de Rivera a Ramírez del mes de Junio. Todos conocían las verdaderas cartas de Rivera a Ramírez y a los gobernadores de la Liga Federal. Ahora unos que se dicen historiadores y que no tienen relevancia alguna, han puesto en valor la sospechosa carta de junio de Rivera a Ramírez, ignorando por gusto las dos cartas de marzo y abril que sí consignan el verdadero pensamiento de Rivera.

Dentro de lo pactado con los portugueses cuando lo prendieron en Tres Arboles, Rivera había condicionado que no actuaría fuera de la Provincia, por lo cual era cierto lo que le escribió a Ramírez: que debía tramitar ante las autoridades portuguesas para ir a Entre Ríos. Pero no le dijo que JAMÁS TRAMITARÍA esa solicitud. Obviamente buscó componer, remendar, lo que le había escrito en marzo y abril, en vista a una estrategia de largo plazo que le daría resultado cinco años después, cuando había dicho pestes sobre «estos portugueses peores que los españoles», entre otros calificativos respecto a los invasores.

No olvidemos, además, que Artigas fue el padrino del único hijo que Fructuoso y Bernardina perdieron siendo pequeño. Y que fueron Fructuoso y Bernardina quienes quedaron a cargo de los hijos menores de Artigas cuando el prócer se fue, José María de 13 y Santiago de 3 años de edad, a quienes criaron como propios. Tres hijos de Artigas siempre acompañaron a Rivera y estuvieron con él en la trascendente Batalla de Cagancha: Juan Manuel, José María y Santiago.

Cuando Rivera en el poder supo por un viajante que Artigas estaba vivo en Paraguay enseguida le escribió como compadres que eran, una carta llena de afecto, dándole noticias de familiares y amigos. Sobre política no podía escribir mientras estuviera el dictador Francia. Sabía que las cartas serían leídas antes que por Artigas.

Hoy se presume que dicha carta pudo no llegar a destino, pues se conserva en los archivos de la misma familia del portador original. Después de morir Francia, Rivera envió a Paraguay invitación a Artigas para volver al país delegando para ello al Mayor Albín. Incluso envió al hijo de Artigas, José María, quien permaneció cuatro meses en Paraguay, acompañando a su anciano padre.

La actitud de Rivera, protegiendo en 1820 lo que restaba de las fuerzas artiguistas, lo más importante que había que cuidar en aquel momento -o sea la integridad de lo que restaba del ejército oriental y la integridad de los paisanos, sus familias y propiedades-, es clara y tiene una intención indiscutible. La misma queda clara en la comunicación del propio Francisco Ramírez a su propio Gobernador interino cuando le dice: “No crea Ud. que el coronel Rivera abrace jamás el partido de los portugueses; él quiere salir de las dificultades y salvar a su Provincia a costa de todo sacrificio».

Años después escribiría Rivera, respecto al acuerdo de paz de Tres Árboles cuando luego de ser prendido por los portugueses, su estrategia de “sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad, que se había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada…”.

Más allá de las relaciones personales estrechas y sin sombras que hubo siempre entre Artigas y Rivera, los unía, como se vio a lo largo de la vida de Rivera, una comunidad ideológica muy particular. La que generó el Éxodo, la guerra civil contra Buenos Aires, la lucha contra nuestros vecinos, la invasión a las Misiones, la independencia, la guerra contra Rosas: el federalismo republicano.

Artigas era un federal republicano. Con influencia de las Constituciones norteamericanas, publicadas por Thomas Paine y traducidas al español. Era todo lo contrario a un federal autoritario como varios federales argentinos, Juan Manuel de Rosas incluido. Esa ideología artiguista se generó en el ámbito rural. Era una idea de los que provenían del campo, como Artigas y Rivera, más que de los círculos montevideanos y menos todavía de los bonaerenses. Una articulación distinta de la libertad. Ese producto cultural –libertario, garantista, democrático y republicano- es único en la región y definió para siempre la identidad del Uruguay.

Rivera y la fundación del Uruguay.

El centralismo anti artiguista tuvo sus acólitos en Uruguay cuando la ocupación portuguesa. Los llamados Caballeros Orientales fueron una logia pro bonaerense y consecuentemente ferozmente anti Artigas y anti Rivera. Don Frutos les llamaba desde su profundo artiguismo “puñales de la patria”.

Pese a que Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe se protegieron bajo el manto de Rivera y fueron al inicio oficiales del Regimiento de Dragones que comandaba Don Frutos, luego fueron cooptados por la influencia de los Caballeros Orientales. Quienes trabajaban por anexar la Banda Oriental a las Provincias Unidad entonces bajo gobierno unitario.

Una instancia decisiva va a ser el momento de la Independencia de Brasil en 1822. Rivera lo explicará en su correspondencia como una opción entre americanos y europeos y él optó por los americanos. Sus contactos con los oficiales riograndenses, liberales, que 10 años después (1835) establecerán la República de Rio Grande en lucha contra el Imperio, independiente durante 10 años (1835-1845). La conspiración republicana entre Rivera y los oficiales liberales riograndenses –los que posteriormente serán los protagonistas de la revolución republicana “farroupilha” que proclamará una República de Rio Grande, y que como tal República estuviera aliada al Uruguay contra Rosas- comenzó en la Cisplatina.

Rivera y Oribe se enfrentan militarmente en la Cisplatina, Rivera con los brasileños americanos, Oribe con los europeos portugueses. Lavalleja ha intentado un levantamiento, por su lado, azuzado por los Caballeros Orientales con rotundo fracaso y ha debido pasar a Buenos Aires.

Dos bandos dividen pues a los orientales. Los federales republicanos artiguistas con legado federal republicano en Rivera y ascendencia rural contra los centralistas aporteñados manejados por hombres pudientes de Montevideo. En realidad los bandos, luego partidos, nacen antes. El clivaje artiguista-centralista es detectable ya en 1816 en la llamada revolución de los Cívicos que deponen al Gobernador artiguista de Montevideo. Al año siguiente, los centralistas Manuel e Ignacio Oribe desertan de la lucha artiguista contra la invasión portuguesa. En 1822 los bandos se expresan en la alianza de los federales con Rivera y la alianza de Lavalleja, Oribe y los Caballeros Orientales con los portugueses.

Francisco Lecoq (empresario), Domingo Cullen (empresario) y Juan Manuel de Rosas (entonces empresario), dejaron escrita la idea de que hacia 1824 Rivera se estaba por lanzar. “Apúrense”, les escribe Lecoq a los lavallejistas, “que Rivera les gana de mano”. Cullén y Rosas estampan que había contactos entre los dos bandos orientales previos a la revolución y alguno de ellos había intervenido.

El llamado Abrazo del Monzón, una reunión de Rivera y Lavalleja de varias horas, en la que los dos salen al mando de las tropas revolucionarias, debe leerse como un pacto breve entre los dos bandos (federales republicanos y centralistas) para alejar a los portugueses.

La idea de que los partidos nacen en 1836 es endeble y la idea de que los dos bandos trabajaron coordinadamente en la revolución de 1825 es también endeble. La historiografía dejará de disimular el enfrentamiento de dos bandos entre los orientales a partir de 1816 o 1817, verdadera fecha de fundación de los dos partidos históricos. Uno a la sombra de Rivera que dará en el nacimiento del Estado oriental y otro a la sombra de Oribe y su participación en el proyecto rosista de entrega de la soberanía nacional a la égida de Buenos Aires. La idea de reconstrucción del Virreinato en territorio y en espíritu autoritario. Lo que Juan José Sebreli ha llamado “reaccionarismo godo (español)”.

El Monzón se produce a fines de abril de 1825, días después del desembarco de Lavalleja.

La primera acción revolucionaria bélica, es la batalla de Rincón el 24 de setiembre de 1825. El entorno de Lavalleja era de Caballeros Orientales, todos con animadversión por Rivera.

Rivera, previo a Rincón, envía 22 cartas a Lavalleja sobre la batalla que se dará. Lavalleja no contesta ninguna. Andrés Latorre, pariente de Lavalleja, tenía que contener a los brasileños en Mercedes, no lo hizo. Rivera pidió consejo de guerra contra él durante meses. Un inepto que perdió las decisivas batallas de Tacuarembó y Catalán, por incapaz (no hay dos opiniones de militares sobre eso, ni sobre que Artigas se equivocó al nombrar a Latorre para comandar esa batalla). Oribe tenía que incorporarse a Rivera y no lo hizo. Ni avisó.

Y con solo 250 hombres contra 750, Rivera venció en Rincón.

Vendrá, dieciocho días después, la batalla de Sarandí.

Lavalleja ordena dispersar las fuerzas. Rivera lo convence de concentrarlas. Gracias a lo cual Sarandí se libra con el protagonismo de Rivera persiguiendo por leguas a los portugueses y con la frase estratégica de Bernabé Rivera del Consejo de Guerra la noche anterior: sable en mano y carabina a la espalda.

Después la guerra se estancaría. Naturalmente en 1826, 1827 y 1829 Lavalleja se alía íntimamente con los centralistas enviados por Buenos Aires, Alvear por empezar. Ya en diciembre de 1825 las relaciones entre Rivera y Lavalleja son muy tirantes y en enero de 1826 Rivera pide traslado del Ejército que comanda Lavalleja al ejército central en operaciones en la Banda Oriental. Y los Caballeros Orientales empiezan a operar contra Rivera. La declaración de la Florida decía incorporación a las Provincias Unidas. La incorporación federal suponía, por ejemplo, que cada provincia tenía su propio ejército. Lo había logrado Rivera incluso ante los brasileños en 1820.

La orden del Jefe del Ejército de las Provincias Unidas en la Banda Oriental, en julio de 1826, el unitario Martín Rodríguez, de disolver el batallón de Dragones, el ejército provincial, es resistida por Rivera.

La ejecuta el inspirador de la medida Juan Zufriategui, adjunto a Martín Rodríguez. Zufriategui ha sido antes jefe de Estado Mayor de Lavalleja y es un connotado Caballero Oriental. Rivera se manifiesta en contra de la disolución del Ejército provincial. Entonces Rivera pasa a Buenos Aires a expresar su disconformidad con la medida. A conversar con Dorrego y los federales no solo sobre el tema del Regimiento de Dragones sino a expresarle una idea en la que ha estado trabajando: invadir las Misiones Orientales y el Brasil.

De la tensión ha pasado al enfrentamiento. Lavalleja manda a Pablo Zufriátegui, el hermano de Juan, a desprestigiar a Rivera en Buenos Aires, los Caballeros Orientales en todo su activismo anti Rivera.

El siguiente paso de centralistas contra Rivera es muy burdo. Lecor había inaugurado una suerte de servicio sofisticado de contra espionaje. Dos oficiales, el oriental reclutado por los brasileños Juan Florencio Perea y el brasileño Enrique Xavier de Ferrara se han hecho expertos en falsificación de cartas. Una de ellas, por ejemplo, falsa, es de Bentos Goncalvez a Lavalleja dando cuenta que está todo organizado para matar a Alvear, entonces Jefe del Ejército en Operaciones en la Banda Oriental, según han convenido. Alvear la desestima.

Unas cartas de Perea y de Ferrara a Don Frutos, Bernardina y Bernabé dan cuenta falsamente de un eventual entendimiento de Rivera con los brasileños. Las cartas no prueban nada, pero dan pie a la “intriga y la calumnia” como dijo ya hace 180 años Isidoro de María. Se remiten esas cartas a Buenos Aires. Carlos de Alvear, Gobernador de Buenos Aires, manda arrestar a Rivera por “traidor a la patria” y en la Banda Oriental Juan Francisco Giró, connotado Caballero Oriental y secretario del Gobernador provisorio,  redacta una resolución parecida.

Rivera es convencido por sus amigos de guarecerse en Santa Fe, con el gobernador Estanislao López.

Durante esos años de 1827 y 1828 Rivera mandará a sus oficiales principales, Caballero, Posolo, Bernabé Rivera, a estudiar el territorio de las Misiones y a hablar en la Banda Oriental con la gente que lo apoya. En ese tiempo las cartas destempladas de Lavalleja piden a todos directamente que asesinen a Rivera. Se lo pide numerosas veces a Oribe. Se lo encarga a su hermano Manuel Lavalleja diciéndole que Oribe le tiene miedo a Rivera y no lo va a hacer. Aparece el peor Lavalleja, el que le hará tres revoluciones a Rivera durante la primera administración del país. El que arrasará a sangre y muerte las carretas de heridos orientales en la batalla de Cagancha.

Desde Santa Fe, Rivera prepara lo que será un golpe maestro que cambiará la situación política de la región, terminará la guerra entre Argentina y Brasil y dará nacimiento a una nueva república, el Estado Oriental del Uruguay. Es la conquista de las Misiones, que se preparará en el año 1827 y se concretará en abril de 1828.

De esta parte de la historia, hay mucho para contarle al entrevistado Gonzalo Eyherabide.

Asociación Civil “Encuentro con Rivera”