Estados Unidos venció 2-0 a Países Bajos y se coronó campeón por cuarta vez en su historia del Mundial femenino. Es la selección que más trofeos ha ganado en este certamen.

(Foto: FIFA)

Todos somos conscientes que vivimos en un mundo machista y lleno de prejuicios, quien no quiera asumirlo es harina de otro costal. Pero si indagamos algo más en el asunto, nos toparemos con un personaje procedente de la primera potencia mundial que, actualmente, es el paradigma actual de la discriminación.

“Las embarazadas son un inconveniente para las empresas”, “que las mujeres coqueteen conmigo es algo que podía esperarse”, “da igual que los medios escriban mientras tengas junto a ti un ‘trasero’ joven y bonito” o “si Hillary (Clinton) no pudo satisfacer a su esposo, ¿cómo va a satisfacer a Estados Unidos?”, no son frases de cualquier vecino carente de escrúpulos, sino del cuadragésimo quinto presidente estadounidense, elegido en 2016 por 63 millones de electores: Donald Trump.

La realidad supera ampliamente a la ficción. Las actitudes de esta persona que, de paso, rechaza ferozmente a los inmigrantes procedentes del sur, a las minorías étnicas y no duda en humillar a alguien por su orientación sexual, se sustentan en un discurso de corte nacionalista, xenófobo y homofóbico, que ha ganado adeptos rápidamente y cuyos efectos se ven en la sociedad del país norteño.

Pero las faltas de respeto del hombre corpulento y copete rubio no se quedaron sin respuesta. Megan Rapinoe, quien resultó la máxima goleadora y mejor jugadora del certamen, además de ser activista por los derechos de la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales), sostuvo en una entrevista que no irá a la Casa Blanca si el seleccionado era campeón del mundo. Trump no demoró en responderle, al sugerirle que gane el trofeo antes de hablar. Después del resultado de hoy, vale la pena sacar sus propias conclusiones, será fantástico.

Pero el representativo estadounidense no solo rechaza la ideología discriminatoria y sexista del presidente Trump, sino que mantiene una pelea con la Federación de Fútbol de los Estados Unidos (USSF por sus siglas en inglés), debido a que los directivos de ese organismo pagan un 40% más a sus colegas hombres, además de denunciar las condiciones de los campos de juego, entrenamientos, transporte y tratamientos médicos.

La lucha de las futbolistas norteamericanas es similar a la que mantienen los jugadores de la selección uruguaya. El enemigo se muestra invisible, pero actúa de forma implacable vulnerando todos los derechos de los y las protagonistas de este juego. Las estadounidenses se quedaron con el título mundial, pero continúan luchando en dos frentes más: por un lado, ante el desnivel económico y organizativo, por el otro, contra la ideología machista de esta sociedad violenta e intolerable, una problemática que oxida las vidas de grandes y chicos. El legado de estas gladiadoras no se resume en una copa, sino en la lucha persistente para destruir los cimientos de la desigualdad.

Se habló poco de fútbol en este artículo. Estados Unidos fue tetracampeón mundial al vencer por 2-0 a Países Bajos. La revolucionaria Rapinoe y Rose Lavelle marcaron los tantos de la victoria. Pero es imposible quedarse con el  análisis futbolístico cuando, ante nuestros ojos, tenemos un conglomerado de personas en busca de objetivos comunes: la igualdad de género y el respeto.

(Por Aldo Mattos – La Oral Deportiva)