Espejito, espejito, ¿quién es el más bonito del barrio? No sé por qué le estoy hablando al espejo pero estoy seguro de que si pudiese responderme me diría que me veo como un idiota. Y no, no es un tema de egos o de baja autoestima… ¿Quién en su sano juicio le habla al espejo? Bueno, en cierta forma todos le damos un poco de charla en nuestro interior. La imagen que creemos ver depende de lo que nuestra mente esté dispuesta a percibir y en eso no hay objetividad sino ánimo, o más bien humor del bueno o del malo, del que nos hace ver más lindos o más feos.
Egos: sobre eso hablamos en Jarana y parece que tener un poco está bueno, pero después es como la droga y una vez que pasaste cierto límite no es fácil parar, lo que te hace terminar como Cristián Castro exigiendo un tapete persa en la habitación del hotel previo a un concierto o como Mariah Carey, que rechazó una limusina para ir a su recital porque no era del color que ella quería. Claro, ellos son famosos y viven en una burbuja social a la que muy pocos acceden pero… ¿Qué pasa con el ego excesivo en nuestro día a día?
Ah, ¿qué? ¿Esperaban una respuesta? Intentaré hacerlo pero las verdades absolutas no existen y esa es la única verdad absoluta. Freud, padre del psicoanálisis y gran lector entre líneas (los que conocen su historia entenderán), dice que todos tenemos algo llamado «ello» que es nuestro Tarzán interior, nuestra parte más primitiva-instintiva y que está en disputa con el «superyo», nuestro moralista obsesivo que quiere azotarnos todo el tiempo para privarnos del deseo. El «yo» vendría a ser el Daniel Castro de los debates entre ambos, el mediador y el que regula cuando se accede a lo que quieren una u otra de las partes, así como también parte de ese «ego» que dista de ser el que conocemos vulgarmente como exceso de autoestima.
Un me gusta, dos me gusta, cien me gusta y un me encanta. Vivimos en el mundo del mírenme para alimentar ese «ego» del autoestima desbordado: Jhonny Bravo llevado a las redes sociales. Antes era más difícil sentirse en la cima del mundo, más aún porque los halagos y los aplausos llegaban con menos frecuencia que ahora que están a un solo golpe con el dedo en la pantalla táctil de distancia. Las redes son ese espejo que nos dice lo lindos que estamos hoy pero a través de la mirada de un otro… Y a todo esto, ¿cuánto nos amamos a nosotros mismos y cuánto en verdad nos amamos a través de lo que los otros nos aman?
Sí, ya sé, muchas preguntas reflexivas por hoy pero la realidad es que necesitamos amarnos y valorarnos a nosotros mismos, aceptarnos, convivir con nuestro cuerpo y nuestra mente. No, no estoy concursando para Miss Universo ni respondiendo con la frase hecha más barata del mundo (aunque así lo parezca) pero uno no deja de pensar que todo en su medida justa es sano y el «ego» también lo es. Quiéranse siempre y no se agranden tanto que no pasan por la puerta.