En 1992 Peñarol debió disputar un encuentro del Campeonato Uruguayo en el Parque Abraham Paladino, luego de un prometedor comienzo.

El entrenador carbonero era en dicho momento el yugoslavo Ljubomir Petrovic, quien venía de ser campeón de Europa con el Estrella Roja de Belgrado.

Allí fue donde nació la expresión, ya que el técnico, al ver que el estado del campo de juego no era el mejor, exclamó espantado y en su rudimentario español, la palabra que se inmortalizó: “¡Catástrofa!”.

El periodista deportivo Ernesto Faría contó dicha anécdota, además de recordar cómo eran esos tiempos, en el cual no había celulares y debían relatar los goles mediante teléfonos fijos, la mayoría de las veces, prestado por un vecino.

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