El crack argentino de Peñarol deshoja la margarita entre Montevideo y Rosario. Recién la semana próxima definirá su futuro.

(Por Jorge Sabia – La Oral Deportiva)

Maximiliano Rodríguez, “Maxi”, llegó a Peñarol a mitad de 2017 con la grifa de futbolista fino, de clase, que no en vano jugó diez temporadas en Europa, estuvo trece años en la selección argentina y disputó tres mundiales.

Hoy, cerca de cumplir 38 años (lo que ocurrirá el 2 de enero), a ese palmarés le sumó en tan solo 18 meses dos torneos Clausura, una Supercopa, y dos campeonatos uruguayos. Pero, según confesó en una charla de más de una hora con ECOS, hay dos preguntas para las que no tiene respuestas. Eso más allá de que Maxi hable con la soltura, el aplomo y la calma que siempre muestra adentro de la cancha.

La interrogante más vigente, tiene que ver con el corto plazo: si sigue viviendo con su esposa y sus dos hijas en una urbanización privada de la Barra de Carrasco, o si vuelve al apartamento donde la avenida Oroño muere a orillas del Río Paraná, en Rosario, Argentina.

Mientras espera que esto último se decida la semana que viene, Maxi reflexionó que en Peñarol le tocó “aparecer en momentos especiales”, reveló cuáles son sus vínculos de amistad más fuertes en el plantel, y sentenció: “Mientras se juegue al fútbol con una pelota, la pelota es la que manda; uno puede correr 30 kilómetros y no tocarla, y eso no sirve de nada”.

De paso, contribuyendo a la incertidumbre acerca de su futuro inmediato, el rosarino, que comparó a Montevideo con Madrid, Barcelona y Liverpool –“Me encanta, es impresionante”-, aseguró que no se ve en Peñarol haciendo lo que hizo Marcelo Gallardo en Nacional, donde se retiró como jugador, para después debutar como entrenador y salir campeón uruguayo.

– ¿Cumplió con las expectativas que usted tenía cuando decidió venir a Peñarol?

– Sí, porque al venir acá el objetivo era conseguir campeonatos, así que en ese sentido estoy muy tranquilo, porque en el año y medio que llevo en Peñarol se ganó todo a nivel local, algo por lo cual, además, estoy muy contento.

– Usted jugó en equipos europeos como Atlético de Madrid y Liverpool, en la selección argentina durante 13 años, y disputó tres mundiales. Habiendo podido ir a River argentino, como le plantearon a mitad de 2017, ¿por qué optó por venir al fútbol uruguayo?

– A ver… son cuestiones personales y en este caso la verdad es que siempre que me han llamado de equipos grandes de Argentina, tuve muy claro que el único equipo donde voy a jugar es Newell’s Old Boys. Me crié ahí, me formé en el club, soy muy fanático y lo siento de esa manera: en Argentina sólo me siento bien con la camiseta de Newell’s, porque es la que quiero, la que amo.

– Usted dejó Newell’s, precisamente, por los problemas organizativos y económicos que tenía el club, y en el primer semestre en Peñarol se encontró con grandes atrasos en el pago de los salarios; ¿en algún momento pensó en irse?

– No, en ese sentido, no. Las decisiones que tomo, las tomo por algo, así que no me arrepiento nunca, aunque salgan mal. Las decisiones en la vida pueden salir bien o salir mal, y uno debe estar seguro de lo que hizo y lo que hace. Yo en aquel momento (2017) estaba muy tranquilo, porque lo que buscaba, mi objetivo, era salir campeón, más allá de los problemas que tenía Peñarol. La mentalidad que teníamos los más grandes era transmitirles a los más chicos que había que formar un buen grupo, competitivo, que después lo demás viene. Lo principal era sacar a Peñarol campeón, que no iba a ser fácil, porque había que descontar 11 puntos, y lo logramos. No sólo una vez, sino dos, y de la misma manera. Por eso estoy muy feliz, muy contento, por la forma cómo me han tratado, y encima porque, al haber ganado todo, ha sido mucho mejor.

– En Peñarol, ¿esperaba jugar más? ¿Cómo fue manejando eso de no haber jugado tanto como, quizá por su trayectoria, usted esperaba?

-Bueno, uno siempre quiere jugar, quiere competir, quiere ganar, eso está claro, y por ahí yo esperaba tener más minutos, es cierto. Pero tal vez eso fue más en los últimos seis meses y, además, son decisiones del entrenador y uno debe respetarlas. Hay que aceptar lo que el entrenador dice, porque en un plantel hay muchos jugadores pero sólo entran once, y los demás, sean quien sean, tienen que esperar en el banco. Por eso, digo la verdad, estoy muy tranquilo y muy feliz de lo que estoy viviendo en Peñarol.

– El jugador, cuando es analítico, e incluso autocrítico, siempre sabe lo que da; ¿cómo siente que fue su aporte este año y medio que lleva en Peñarol?

– Uno siempre debe tratar de aportar lo que uno sabe. A veces por ahí a uno lo pueden criticar por si corre más o corre menos, pero yo tengo la idea de que mientras se juegue al fútbol con una pelota, la pelota es la que manda. Hay que ser inteligente para jugar, porque uno puede correr 30 kilómetros y no tocar la pelota, entonces eso no sirve de nada.

-Un muy buen Clausura 2017, un gol a Nacional para ganar la Supercopa, otros dos decisivos en último Clausura a Cerro y Progreso, el gran pase a (Fabián) Estoyanoff previo al de Lores contra Defensor Sporting, clave para definir el Uruguayo, en los dos últimos clásicos usted entró con Peñarol perdiendo y uno lo empató y el otro lo terminó ganando; ¿se puede decir que su aporte fue cualitativamente gravitante?

– Lo que yo digo es que hay que estar siempre en los momentos justos, precisos, que indican los partidos, en los que te requieren los compañeros, y el técnico mismo. En ese sentido, a mí me tocó aparecer en momentos especiales, y eso es algo muy grato.

– El fútbol uruguayo local, ¿es como se lo habían contado? En general, pese a la cercanía, los argentinos no lo conocen mucho. (César) Menotti, después de dirigir a Peñarol a principios de los 90, y (Daniel) Passarella a la selección diez años más tarde, en charlas mano a mano confesaban que era distinto al que esperaban.

– Si… a ver, yo creo que el fútbol es diferente en todos lados, y uno se tiene que adaptar a donde está: yo vine a Peñarol y para competir me tuve que adaptar al fútbol uruguayo. Me tocó venir a un club muy grande, que el objetivo es siempre salir campeón, porque no hay otra, y eso me encantó: competir para salir campeón, tener que ganar todos los fines de semana. Después, sí… es un fútbol muy físico, de mucho contacto, y me tuve que adaptar a eso. Pero yo lo sabía: antes de venir había hablado con Diego (Forlán, ex compañero en Atlético de Madrid), con Luis (Suárez, ex compañero en Liverpool), y ellos me dijeron; pero me acostumbré, no pasa nada.

– Futbolísticamente, ¿qué fue a lo que más le costó adaptarse?

-Al estilo de juego, que es muy físico. Pero si vos al lado tuyo tenés compañeros que juegan rápido mentalmente, que la cabeza les va más rápido que los pies, no hay problemas. Yo, por ejemplo, me entendí muy bien con el “Mota” (Walter Gargano), que es un jugador muy inteligente. Tener jugadores de ese estilo, para el juego mío es mucho más fácil.

– Que le devuelvan la pelota y no un ladrillo.

– Sí, que te devuelvan la pelota al primer toque para generar espacios hace las cosas más fáciles. Pero, bueno… me tuve que adaptar a lo que es el fútbol uruguayo, y no siento que haya tenido dificultades.

– En los últimos minutos del penúltimo partido del Clausura contra Progreso, iban 0 a 0, Peñarol corría el riesgo de no ganar la Tabla Anual, usted quedó solo a metros del arco rival y, en vez de tocarla, como es su estilo, pateó fuerte y la pelota pegó en el caño; ¿fue por desesperación, o se transformó en “uruguayo”?

– Sí… fue un momento, iba a patear, y en un segundo cambio la manera de pegarle. Creo que eso fue por lo que más se desvió la pelota, ese momento en el que hay que tomar decisiones, porque quise asegurarla y ajustarla tanto, que al final terminé pegándole fuerte, cuando estaba tan cerca del arco, y pegó en el palo.

– Menotti, cuando estaba en Peñarol, decía: “Uuuyyy, viejo… ¡los uruguayos aplauden más un trancazo o una pelota sacada al outball que un caño”. ¿Siente lo mismo?

-Sí, puede haber algo de eso, ¿no? Pero es como decía antes: el fútbol se juega distinto en todos lados.

– En el último clásico usted se tiró a los pies, como un zaguero, para disputar una pelota con Gonzalo Castro. ¿Sintió que con esa jugada se ganó a la hinchada de Peñarol tanto o más que por lo que hizo antes?

– Siiii… es increíble, es increíble… En ese momento, cuando corto esa jugada, ¡parecía que la tribuna se venía abajo! Por ahí, uno hace un caño o un buen pase, y no pasa nada, pero son maneras de ver y sentir el fútbol. La verdad es que esa jugada fue importante, porque si ahí Nacional nos hacía el gol, se terminaba el partido: ya era el 2 a 0 y se ponía muy cuesta arriba, hubiera sido complicado.

– ¿El momento de mayor alegría en el año y medio que lleva en Uruguay?
– Fueron todos, porque se lograron todos los campeonatos, pero tengo dos momentos a destacar: Peñarol nunca había sido campeón en el “Campeón del Siglo”, así que el partido con Progreso fue muy especial; después está el gol en la Supercopa contra Nacional, porque era un clásico y también la primera Supercopa Uruguaya…eso y las dos consagraciones en el Uruguayo son momentos que uno recuerda mucho. Son imborrables.

– ¿Y un momento de tristeza?

-No sé si tristeza… por ahí uno no está bien cuando no juega, pero no sé si llamarlos momentos tristes: uno quiere jugar, porque es así, pero nada más; no es para tanto.

– ¿Con quiénes hizo más amistad en Peñarol?

– Con (Matías) Corujo, con el “Mota” Gargano, con “Tito” Formiliano al que yo ya conocía de Newell’s, con Guzmán (Pereira), con Dawson…la verdad es que con todos. Pero… bueno, en todo grupo de trabajo hay más afinidad con unos compañeros que con otros, y con ellos es con los que, por ahí, pasamos más tiempos juntos. Sólo eso.

– ¿Y afuera de la cancha? Usted vivió en Oviedo, Barcelona, Madrid, Liverpool… ¿cómo le cayó Montevideo?

– La verdad es que no extrañé nada, me han tratado de maravillas, Montevideo me encanta, es una ciudad impresionante.

– ¿Qué es lo que más le atrae?

-Acostumbrado a lo que es Rosario en la Argentina, acá la gente es mucho más tranquila.

– Pero Rosario es tranquila, por ejemplo, comparada con Buenos Aires.

– Sí, pero… bueno, la vida en Rosario igual es mucho más intensa. Acá la gente con la que me ha tocado compartir, es muy amable. Por eso mi familia se adaptó muy bien, las nenas en el colegio, todo… un año y medio increíble. En ese sentido, conocí un país hermoso, tengo muy buenos recuerdos, y la verdad es que el día que me vaya voy a volver siempre, porque me han tratado y la he pasado bárbaro.

– ¿Había venido antes?

– Sólo con la selección, y ya se sabe cómo es eso: venís a un hotel, jugás y te vas, así que no conocía casi nada; pero me encantó Montevideo, Punta del Este… y la tranquilidad del día a día me gusta mucho.

– ¿En qué zona vive?

– ¿Cómo le puedo decir? Cerca del aeropuerto. Es una urbanización, medio entre Carrasco y Canelones; estoy a cinco minutos de avenida Arocena.

– ¿Algún paseo preferido con la familia?

– Siempre salimos al mar, a caminar, o vamos a dar alguna vuelta, vamos a alguna plaza. Una vida muy tranquila, muy casera, muy familiar. Además, siempre que puedo, me gusta llevar a las nenas al colegio. Por la mañana las dejo temprano en el colegio y después llego temprano al club (Los Aromos); me gusta llegar temprano, tomar mate tranquilo, hacer vestuario… por eso las llevo cuando puedo, y también las voy a buscar con mi mujer. En ese sentido, me gusta ser un padre presente.

– El colegio, entonces, le debe quedar de paso.

– No, es para al lado contrario. En Malvín. Pero, ¿la verdad?, de mañana temprano no hay mucho tránsito, en 20 minutos ya las dejo y después me voy a entrenar tranquilo.

– Con ese estilo de vida… Oviedo, Barcelona, Madrid, Liverpool, ¿cuál le gustó más y dónde le costó más adaptarse?

– Me adapté a todas muy bien y muy rápido. Barcelona y Madrid son impresionantes, y es donde estuve jugando más años; así que es donde más disfruté. Quizá Inglaterra me costó un poco más al principio, por el tema del idioma, pero cuando uno ya aprende el idioma está más tranquilo, se suelta más.

– ¿Y en el plano futbolístico, adentro de la cancha?

– Cuando fui a Inglaterra tenía la idea de que ahí se jugaba un fútbol muy vertical, con mucho pelotazo, pero cuando fui ya empezó a cambiar un poco, y además yo llegué al Liverpool, que era un equipo que jugaba muy bien al fútbol. La verdad, me encantó el fútbol inglés. Yo en los tres años que jugué, lo disfruté muchísimo: el fútbol en Inglaterra, incluso por cómo lo vive la gente en las tribunas, es impresionante.

– Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014… ¿Cuál de los tres mundiales, jugando en la selección argentina, disfrutó más? Si es que, en realidad, un jugador puede disfrutar los mundiales…

– Sí, es cierto. En realidad, uno los disfruta si se logró el objetivo. Yo traté de disfrutar el momento de estar en cada uno de esos mundiales, pero el primero fue muy especial, porque era el primero, y uno siempre sueña con estar en un Mundial, a lo que en mi caso se suma el hecho que hice un gol importante contra México… por eso lo disfruté muchísimo. El del 2014, en cambio, lo disfruté porque llegamos a la final, pero después no, porque no terminó de la mejor manera, como nosotros esperábamos.

– Ahora, ¿cuál es su futuro? 

– Sinceramente, todavía no tengo nada definido. Podríamos resolverlo la semana que viene, a ver si continúo en Peñarol o voy a volver a Newell’s. No sé, hoy por hoy no hay decisión, ni en un sentido ni en otro. Me puedo quedar acá o puedo volver a Rosario. Esperemos que la semana que viene pueda definirlo.

– Usted dijo siempre que quería retirarse en Newell’s.

– Eso sí, la idea es cerrar mi carrera con la camiseta de Newell’s. Por eso estoy evaluando muchas cosas y la semana que viene espero tenerlo más claro.

– ¿Va a ser entrenador después de retirarse?

– Hoy no lo tengo en la cabeza, no me gusta, no me veo como entrenador. A lo mejor me gustaría más estar con chicos, formarlos, que aprendan el sentido de pertenencia, los valores que hay en el fútbol, guiarlos de otra manera…

– Por ejemplo, ¿en qué sentido?

– Y… no que tengan que ganar y si no ganan no sirven. Hay que competir, uno puede ganar, puede perder… porque esos y otros valores se han perdido muchísimo en el fútbol. Todo eso me gustaría transmitírselo a los chicos.

– Es que hoy, usted que jugó muchos años en Europa, conoce que el fútbol de alta competencia requiere una formación integral del jugador, más allá de sus virtudes futbolísticas innatas.

– Exacto. Hoy en día no es solamente jugar bien, hay que terminar el colegio, hay que hacer muchas cosas que, cuidado, se pueden dar de la mano. Porque uno puede ir a entrenar, y también estudiar, porque no todos llegan, y si no llegás en el fútbol, tenés que tener un estudio completo para una salida laboral. Creo que es eso en lo que hay que guiar más a los chicos, en vez de obligarlos tanto a que tienen que ganar y salir campeones. Yo veo a veces a los padres que le gritan a los chicos de 10 años, y pienso que no va por ahí la cosa, sobre todo para que esos chicos salgan adelante.

– Entonces, no se ve como me dijo alguien de Peñarol sobre su futuro: “Sería bueno que ‘Maxi’ haga como hizo (Marcelo) Gallardo en Nacional”. El “Muñeco” se retiró en Nacional y volvió para debutar como técnico y fue campeón uruguayo.

– Nooo… eso lo veo muy difícil. Primero porque quiero cerrar la etapa como jugador en Newell’s; y después, bueno…al menos en lo que es cercano, no me veo como entrenador. A lo mejor más adelante, uno se va formando y cambia, porque yo creo que para ser entrenador hay que prepararse, porque manejar un plantel es lo más complicado: son 30 chicos que quieren jugar, 30 cabezas diferentes, con personalidades diferentes, y como también vienen con culturas diferentes, hay que saberlos llevar. Eso es lo más complicado para un entrenador, no es fácil.

– Y usted, ¿qué hubiera sido, o le hubiera gustado ser, si no hubiera sido futbolista profesional?

-La verdad que no lo sé, porque me dediqué desde tan chico a esto, que siempre iba haciendo el estudio y el fútbol, y como se me fue dando en lo futbolístico, no sé qué hubiese hecho, realmente. Me lo he preguntado muchas veces y no tengo respuestas. Se me hizo muy difícil, porque desde chico empecé con las selecciones juveniles de Argentina y viajaba casi todas las semanas: de lunes a jueves estaba con la Sub 20 en Buenos Aires, volvía los viernes a Rosario, jugaba en las divisiones inferiores de Newell´s el sábado… pero completé el secundario, y lo del fútbol se me fue dando.