COLUMNA POR ANTONIO LADRA

Ubiquémonos en enero de 2012, el día 2, pasadas las 10 de la noche.

Ocho estampidos rompieron la paz del barrio Palermo, sobre la calle Ejido, frente del almacén El Rey del Pollo, a pocos metros de Gonzalo Ramírez. Sobre la vereda que, tirado un cuerpo, inmóvil, ya muerto, con un gran charco de sangre a su alrededor.

Ese cadáver fue en vida Washington Bocha Risoto, también conocido como el Toro.

El episodio fue más o menos así:

«Socio, te llegó la hora», le dijeron y empezó el fuego. Fueron segundos. Las balas de las pistolas nueve milímetros dieron en el cuerpo, cinco en torso y abdomen, dos en la cara y una en la espalda. Fueron dos sicarios altamente efectivos; comprobaron que habían hecho bien el trabajo y siguieron caminando por Ejido hacia la rambla, y en Cebollatí se perdieron en la oscuridad. En la vereda, envuelto en sangre quedó el cuerpo de Bocha Risoto, a su costado, caído, su celular, en la muñeca izquierda su lujoso Rolex y en uno de los bolsillos del pantalón su billetera con $ 20.000.

Ese fue, en términos históricos, lo que se conoce como el primer ajuste de cuentas. Fue un hecho impactante. Han pasado casi ocho años y los ajustes de cuentas se han multiplicado cada vez más y con mayor saña. Ya no son solo balazos: hay ejecuciones, mutilaciones previas, cuerpos calcinados, adobado con mensajes mafiosos.

Como sea el asesinato de Risoto no ha sido aclarado aun, hasta ahora, porque en estos días los Reyes Magos pueden dejar un presente en el despacho de Mario Layera hoy Director Nacional de Policía, y en aquel momento sub director de la Brigada Antidroga.

Desde la muerte de Risoto, Layera quien fue el principal investigador de sus pasos no ha dejado de esperar que se alinearan los astros.

Siempre se supo o se tuvo la firme sospecha de que los negocios en el fútbol, junto con los de la droga, fueron los determinantes en la muerte de Risoto. Ese día, el 2 de enero de 2012 Risoto esperaba una fuerte suma de dinero y en lugar de los billetes verdes recibió el plomo de las ocho balas que segaron su vida. Casualmente, quien le debía ese dinero a Risoto era un delincuente de nombre Martín Feria, conocido en el ambiente como “El Huevo”.

El Huevo Feria, argentino de nacimiento, era amigo de Bocha desde hacía años. Se conocieron cuando aquel integraba el plantel de Atenas del año 88, aunque es dable decirlo, nunca descolló. Por ahí entonces comenzaron a hacer trabajos en conjunto. Y aunque el Huevo Feria se inclinó por otros menesteres, trata de blancas, siguieron en contacto, porque en el mundo del delito siempre hay posibilidades para hacer negocios.

A los 29 años, el Huevo cayó en manos de Interpol luego de que la Justicia de Italia lo requiriera por tráfico de mujeres. En ese momento, Feria ya tenía un abultado prontuario por proxenetismo y falsificación de documentos.

Una vez que salió de la cárcel el raid delictivo de Feria siguió en el rubro de la droga, y allí encontró en Risotto a un aliado y socio. Sin embargo, hubo un episodio que alteró su vida cuando en medio de una reyerta por una deuda mató a una persona. Un familiar del muerto conocido como “El Pochito” se quiso vengar e intentó darle muerte al padre del Huevo Feria, pero no lo logró y lo dejó parapléjico. El Huevo Feria juró venganza y luego de salir de la cárcel donde purgó la pena por proxenetismo fue a la Ciudad Vieja, donde sabía que estaba el Pochito, ya convertido en una piltrafa humana por el consumo de pasta base, y lo asesinó de dos balazos en el pecho y debió huir

Simultáneamente, corría el año 2013, la Brigada Antidrogas desarticuló una red de tráfico de drogas que operaba a través de “mulas” que llevaban en el interior de su cuerpo cocaína hacia Europa. Los correos salían desde los aeropuertos de Laguna del Sauce o Carrasco. La organización cayó cuando se detuvo a una expolicía que iba hacia Madrid con 2,6 kilos de cocaína en su cuerpo. En el marco de ese operativo, en Madrid, fue detenido el líder de la organización, Martín Feria.

En el pesado ambiente de la droga, se piensa que el asesinato de Risoto fue el crimen perfecto; incluso hasta dentro de la Policía se pensó lo mismo. Pero no hay crimen perfecto, siempre se comete algún error. En la escena del crimen, además de las balas asesinas y el olor a muerte y sangre, quedó tirado sobre la calle Gonzalo Ramírez un gorro playero de visera negra. De ese gorro se lograron extraer dos pelos a los que se les practicó la prueba del ADN. Los resultados están celosamente guardados, a la espera de poder compararlos con otros ADN que día tras día engrosan el banco genético de la Policía científica.

En las escuchas telefónicas que montó la Brigada Antidroga y entre los cientos y cientos de horas desgrabadas con paciencia de chinos, Risoto repetía a menudo que uno de los que lo quería matar era el Huevo Feria y quizás no estaba tan equivocado.

Fue por eso que Uruguay pidió la extradición de Feria, pero cuando se iba a cumplir con el dictamen judicial, se escapó. Pero hace poco cayó nuevamente en Madrid y a principios de diciembre llegó finalmente a Uruguay.

Ya en territorio uruguayo, y por resolución del Juzgado Crimen Organizado de 1er Turno fue procesado con prisión bajo la presunta comisión de un delito previsto en la ley Nº 14294 relativo a delitos con estupefacientes que en el art. 32 dice que “el que organizare o financiare alguna de las actividades delictivas descriptas en la presente ley, aun cuando estas no se cumplieran en el territorio nacional, será castigado con pena de dos a dieciocho años de penitenciaría”.  Feria está detenido, pero en curso hay una investigación por asesinato, por el asesinato de Washington Risoto y Feria sabe mucho, hasta, quizás tanto, que al final confiese que con su acción se dio inicio a los ajustes a la mexicana.